Andrew Cuomo tiene genes de la vieja aristocracia del Partido Demócrata y su carrera hacia la presidencia de Estados Unidos parecía despejada para dentro de cuatro años a partir de tres periodos como gobernador del estado de Nueva York. Mostraba una gestión de la pandemia que contrastaba con el negacionismo de Donald Trump y un discurso que se podría catalogar de progresista, digno heredero de la tradición “rooseveltiana”. Pero de pronto todo se le vino abajo cuando se reveló que había disimulado arteramente la cifra de ancianos que habían muerto en los geriátricos. Luego, en cadena, aparecieron denuncias de acoso y de haber creado un clima de persecución contra quienes se atrevían a mostrarlo como un depredador sexual. A partir de una investigación de la fiscalía general que en 165 páginas relata testimonios de once víctimas y aporta nada menos que 74 mil pruebas -fotos, videos, mails- sus correligionarios, desde el alcalde neoyorquino al presidente Joe Biden, le piden que renuncie para no seguir profundizando la crisis política en el oficialismo.
El hombre se está defendiendo como gato entre la leña pero la Asamblea estadual le dio plazo hasta el próximo viernes para presentar su defensa antes de iniciar el proceso de juicio político.
Andrew es hijo de Mario Cuomo, que fue también gobernador de Nueva York entre 1983 y 1994, un récord que estuvo a punto de empatar, ya que está en el cargo desde 2011. Abogado, fue jefe de campaña y asesor de su padre, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de Bill Clinton de 1997 a 2001, fiscal general de la ciudad de Nueva York entre 2006 y 2010, cuando ganó la elección. Nieto de italianos del sur de la península por parte masculina y de Sicilia por la rama femenina, fue por 15 años esposo de Kerry Kennedy, la hija menor de Robert Kennedy, asesinado en 1968, con quien tuvo tres hijas.
Las primeras denuncias por acoso que alcanzaron estado público fueron en febrero pasado, cuando dos ex asistentes, Lindsey Boylan y Charlotte Bennet, con diferencia de días, se presentaron a la fiscalía. Según Bennet, una noche en junio de 2020 y cuando ya se había ido todo el personal de la oficina, se le acercó y le dijo que sufría la soledad en tiempos de pandemia “por no poder siquiera abrazar a alguien”. Ella asegura que se sintió “increíblemente incómoda y asustada” cuando le dijo que estaba abierto ”a relaciones con mujeres de veintitantos”. Bennet fue despedida luego de que contara en incidente a la jefa de personal de la Gobernación.
Boylan, que se postula para presidir el distrito de Manhattan, había denunciado a Cuomo tiempo antes desde las redes sociales y luego sufrió el escarnio de la administración estadual. “Me acosó durante años, abusó de su poder”, fue la síntesis. La última acusación que se conoció fue la de Anna Ruch, una joven de 33 años que dijo haber sido incomodada en un casamiento con la pretensión de besarla.
En un video que difundió en las redes, luego de asegurar que no piensa renunciar, el gobernador se mostró compungido: «Ahora entiendo que actué de una manera que hizo que la gente se sintiera incómoda. No fue intencional, y me disculpo sincera y profundamente por eso. Me siento muy mal por ello y, francamente, me da vergüenza». Pero no reconoció haber cometido ningún delito.
«Nunca toqué a nadie de manera inadecuada, nunca supe en ese momento que estaba haciendo que alguien se sintiera incómodo y, ciertamente, nunca tuve la intención de ofender, lastimar o causarle dolor a nadie, es lo último que querría hacer”. Y remató: «Tengo 63 años. He vivido toda mi vida adulta a la vista del público. Eso no es lo que soy. Y ese no es quien he sido. Por favor, tómense el tiempo para leer los hechos y decidir por sí mismos». La fiscal Letitia James, en cambio, sostiene que “hay un comportamiento abusivo de parte del gobernador y del personal de alto rango profundamente perturbador pero claro”. Y eso que ella no se metió en el caso de los geriátricos. La maniobra, en este caso, habría consistido en descontar como fallecidos en instituciones estatales a los ancianos que habían sido trasladados a hospitales y murieron allí. El tema del abuso sexual aparece como un signo del poder en Estados Unidos. Valga solo recordar que Bill Clinton fue sometido a impeachment por un caso en 1998 y que Donald Trump también tuvo sus historias de polleras que no llegaron a juicio política. Ambos tenían mayoría legislativa como para que la cosa no pasara a mayores. Cuomo también, pero los correligionarios no lo quieren.