El transitar de los organismos de Derechos Humanos y de los familiares de las víctimas continuó siendo enmarañado tras el ocaso de la dictadura chilena. La “transición pactada” hizo que el sentir pinochetista mantuviera siempre cierta vitalidad y que no se tomara como política de Estado el juicio y castigo a los represores. El símbolo máximo de esa debilidad es que el propio Pinochet siguió siendo jefe del Ejército hasta 1998, y luego otros cuatro años “senador vitalicio”, para morir en la impunidad en 2006. “Esa impunidad habla de cuán difícil fue transitar a la democracia y de por qué hoy, a 50 años del golpe de Estado, el pinochetismo sigue vigente”, señala a Tiempo Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP).
Alicia nació en Concepción y a los 14 años se radicó en Santiago. Comenzó a militar en la adolescencia en las Juventudes Comunistas y a trabajar en una empresa textil, y a los 18 años fue elegida presidenta del sindicato. Eran tiempos de Salvador Allende y el intento de la “vía chilena al socialismo”. En 1970 conoció y se casó con otro militante, Felipe Rivera, hasta que el 8 de septiembre de 1986 “tres patrullas militares saltaron mi reja, entraron a mi casa y se llevaron a mi Negro. Lo sacaron de la cama y él se fue con mucha dignidad, no hizo nada para que no me pasara algo a mí, y luego lo mataron camino al aeropuerto: trece balazos en el cuerpo”. Un mes antes, los militares habían secuestrado al hermano de Alicia; luego se enteró que también lo habían asesinado. Desde esos tiempos, se puso al hombro la organización de las y los familiares y se fue transformando en una de las principales referentes de la lucha por verdad y justicia. En el marco de los 50 años del golpe, recibió la “Medalla Derechos Humanos y Democracia” que entregó por primera vez la Universidad de Chile.
-¿Cómo fue el recorrido de los organismos en Chile en el marco de esa particular transición democrática?
-Para las agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos fue un trayecto muy largo y difícil. Eso lo demuestra que, a 50 años, aún tenemos detenidos desaparecidos y ejecutados sin entregar los cuerpos, que aún tenemos cerca de 1400 querellas en el Poder Judicial demandando verdad y justicia. Sin dudas, en la transición a la democracia primó mucho lo pactado, lo negociado, vimos en forma violenta que el dictador quedó como comandante del Ejército y después fue declarado senador vitalicio. Eso habla de cuán difícil fue transitar a la democracia y de por qué, a 50 años del golpe, el pinochetismo y el negacionismo siguen vigentes, y siguen impunes los horribles crímenes cometidos durante 17 años. Hemos tenido que transitar un camino muy duro por la falta de voluntad política de los gobiernos, la falta de empatía, de no escuchar nuestras demandas. Lo que hemos avanzado ha sido gracias a los familiares de las víctimas y a los abogados.
– ¿Por qué cree que no se pudo avanzar en un juzgamiento masivo a los represores? ¿Con qué obstáculos se encontraron lxs familiares?
-No se pudo avanzar, primero, porque eran muy pocas las querellas que se habían planteado. Tampoco hubo una disposición y voluntad del Estado por esa misma transición en la que se acordó no depurar las Fuerzas Armadas, los Carabineros, no castigar a quienes participaron en crímenes de lesa humanidad, por lo cual fue muy difícil avanzar. Eso hace que muchos de los represores que gozaron de impunidad por muchos años, hoy estén detenidos pero en una situación privilegiada, en la cárcel de Punta Peuco. Tenemos una Justicia muy tardía y aún hay muchas causas pendientes. En el caso de mi marido, los victimarios recibieron penas de entre cinco y diez años de cárcel: además de tardía, la Justicia es muy mezquina. Eso hace que ahora tengamos el problema de la “impunidad biológica”, es decir, que se mueren los testigos, los victimarios, los familiares, y la víctima se queda sin justicia. Sin dudas, el Estado en su conjunto nos ha fallado.
– ¿Cómo fue el vínculo con los organismos de DD HH argentinos? ¿Qué significan para usted las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo?
-Nuestra agrupación se conforma unos años antes, en 1973, 1974. Participamos en muchas actividades y encuentros con ellas aunque no había una coordinación, un trabajo conjunto, porque todas estábamos muy inmersas en las dinámicas propias. Sí tuvimos un trabajo más coordinado con la Liga Argentina por los Derechos Humanos. Por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo tenemos una gran admiración: es conmovedora la persistencia y la resistencia que han mostrado durante todos estos años.
– ¿En qué contexto se da este 50° aniversario? ¿A qué atribuye el auge de una fuerza de ultraderecha como el Partido Republicano, con lazos con el pinochetismo?
-El contexto es de impunidad. Y es importante mencionar también a los responsables civiles de la dictadura, sobre todo a los que salieron del partido de la UDI, que luego han estado en el Congreso e incluso como ministros. Creo que esa misma impunidad es la que permite este negacionismo que tenemos hoy día, que se vandalicen los memoriales y que haya crecido el neofascista Partido Republicano. Lo vimos nuevamente en el voto de rechazo a la constituyente. Gracias a esa impunidad, aquí ha crecido un país neofascista. Por eso venimos impulsado una campaña para reforzar la democracia, dar a conocer los crímenes para que nunca más se repitan. No tenemos odio ni queremos venganza, sino que no haya nuevas generaciones que pasen por lo que nosotros hemos vivido.