Cuando el presidente Joe Biden volvió de una gira por Medio Oriente en la que no pudo sentar a la misma mesa a los líderes árabes y el primer ministro israelí, no tuvo mejor idea que emitir un mensaje a la población estadounidense de un cuarto de hora para explicar el momento que vive el mundo y apelar esa vieja muletilla de las amenazas que se ciernen sobre Estados Unidos a miles de kilómetros de sus fronteras.

Entre los pliegues de ese discurso se coló un nuevo pedido de unos 100 mil millones de dólares adicionales para sostener a Ucrania al que se agregó otro por Israel. Una frase que quedó en el aire, de indudable tono keynesiano. “Enviamos a Ucrania equipos que se encuentran en nuestras reservas. Y cuando usamos el dinero asignado por el Congreso, lo usamos para reponer nuestras propias reservas con equipo nuevo, equipo que defiende a Estados Unidos y que se fabrica en Estados Unidos: misiles Patriot fabricados en Arizona; proyectiles de artillería fabricados en 12 estados de todo el país: Pensilvania, Ohio y Texas; y mucho más. Ya saben, al igual que en la II Guerra Mundial, hoy los patriotas trabajadores estadounidenses están construyendo el arsenal de la democracia y sirviendo a la causa de la libertad”. Es decir, reactivación económica a partir de guerras actuales… y futuras.

El reclamo de mayores presupuestos y los lamentos por la escasez de reservas en los arsenales no son nuevos ni con Biden ni con las administraciones desde hace más de 80 años. Pero recrudecieron desde la operación militar rusa en Ucrania. Hace justo un mes el secretario de Defensa, Lloyd Austin, un general de cuatro estrellas que ahora encabeza el Pentágono tras un paso por Raytheon, una de las mayores proveedoras de armas, dijo una carta que le envió a los congresistas que se habían visto obligados “a ralentizar el reabastecimiento de algunas tropas”.

Un artículo que firma San Skove en Defense One (www.defenseone.com), una publicación ligada a temas de defensa y la industria bélica, señala que “los funcionarios estadounidenses están desesperados por encontrar formas de aumentar la producción de armas en medio de las guerras en Ucrania y Medio Oriente y las crecientes tensiones con China”. Tras una crítica a la obsolescencia en las cadenas de producción, sobre todo en las empresas más chicas,  cita a Jerry McGinn, un exfuncionario del Departamento de Defensa con un párrafo disruptivo. «¿Cuál es el modelo correcto para mantener nuestro enfoque capitalista?», preguntó McGinn, señalando las ventajas chinas en la producción de defensa que resultaron de la intervención directa del gobierno. «Tenemos que contrarrestar eso en un grado que… no cree una especie de intervención gubernamental perpetua en el mercado».