Poco antes de las seis de la mañana del jueves Vladimir Putin anunció a los rusos el inicio de su “operación especial” sobre Ucrania. Pero el primer estallido ocurrió en Berlín y derrumbó el edificio diplomático alemán construido en las últimas décadas.
El fracaso de la diplomacia, el adiós al “idealismo alemán”, el fin de la ingenuidad, los medios compiten para describir el desastre con los términos más autolacerantes. Alemania está en shock y el conflicto dejará huella, cualquiera que sea su desenlace.
Desde que Rusia volvió a ser un actor relevante en la región la premisa en Berlín fue no tensar demasiado la cuerda. Sí al compromiso transatlántico (OTAN y EEUU), sí a las sanciones luego de la anexión de Crimea, sí a los reclamos por violaciones de los derechos humanos. Pero nunca romper el diálogo. Y cultivar una relación bilateral que, aunque tensa, convenía a ambos, con la energía como cuestión central.
Pero todo eso terminó el jueves por la mañana. Desde los medios se reclama el rearme nuclear, se reprocha la falta de firmeza, se acusa del fracaso a toda una generación de políticos.
El ex canciller Gerhard Schröder (SPD), amigo de Putin y miembro de las directivas de varias empresas del sector de la energía de Rusia.
Angela Merkel, que aceleró el abandono de la energía nuclear, no se opuso a los gasoductos Nord Stream 1 y 2 y aumentó la dependencia energética de Alemania con Rusia.
El actual canciller Olaf Scholz o su ministra de Exteriores Annalena Baerbock, con sus pares rusos riéndose de ellos en la cara, en sendas visitas al Kremlin poco antes de la invasión.
No todas las razones detrás de esas políticas son espurias o fruto de la torpeza. Y es legítima la pregunta sobre si todo eso podría haber salido bien. Pero salió mal.
Comprendiendo Rusia
En Alemania quien exprese algún reparo sobre el rol de la OTAN, o crea que Occidente tiene alguna responsabilidad en la deriva negativa de las relaciones con Rusia, recibe el mote de “Russlandversteher”, el que comprende a Rusia. La connotación es negativa por lo que significa en este caso comprender: justificar. Escuchando a los “Russlandversteher” se ven señales de fin de época.
A Gregor Gysi, presidente del Partido Socialista Unificado en los últimos meses de la RDA, hoy diputado por La Izquierda, se lo veía abatido: “Tenía la esperanza de que el ataque no se produciría”, decía en una entrevista. “Todas las críticas sobre lo hecho por Occidente y la OTAN pueden ser ciertas, pero hoy no son más que papel mojado, porque Putin decidió iniciar una guerra criminal violatoria del derecho internacional”.
Matthias Platzeck, figura relevante del SPD a comienzos de los 2000 también está abatido: “Me equivoqué, hasta hace poco consideraba impensable todo lo que pasó”. Presidente del Foro Rusia-Alemania, Platzeck abogaba por el diálogo, por no aislar a Rusia, criticaba la arrogancia de Occidente. “Llámeme crédulo. Hay muchos que ya sabían lo que venía, tengo que vivir con eso”.
Sus posiciones sobre el conflicto en Ucrania no son exclusivas de la izquierda. En los últimos días circularon en las redes exposiciones de visiones similares de Henry Kissinger o John Mearsheimer. Pero en Alemania ya no habrá quien comprenda a Rusia.
¿Cuándo se jodió Putin?
«Que se abra una nueva página en las relaciones bilaterales y hagamos una contribución conjunta a la construcción de nuestra casa europea común”. Fue el 25 de septiembre de 2001. Los aplausos para Vladímir Putin en el Bundestag duraron varios minutos. El entonces canciller Schröder y Angela Merkel se rompían las manos aplaudiendo.
El miércoles, pocas horas antes de la invasión el presidente de la Unión Cristianodemócrata, Friedrich Merz, decía en televisión que le parecía equivocado “que el Gobierno de Schröder no hubiera tomado la oferta de Putin. Fue un error mío, como jefe de la oposición, no haber insistido”.
Ya con los cohetes lloviendo sobre Ucrania, Annegret Kramp-Karrenbauer, también expresidenta de la CDU y ministra de Defensa de Merkel compartía su frustración en Twitter: “Olvidamos la lección de Schmidt y Kohl: Las negociaciones siempre tienen prioridad, pero la fuerza militar debe ser suficiente para que no negociar no sea una opción para la otra parte”.
Esa “lección” de “los Helmut” fue la doctrina que condujo a tratados como el INF entre Estados Unidos y Rusia, pero también al despliegue de misiles nucleares en la Europa de principios de los 80.
¿Hubiera cambiado la historia aceptar la mano del Putin amigable de 2001? Interesante pregunta, que desde el jueves no le interesa a nadie.
Lo que viene
El futuro próximo para Alemania hoy es inescrutable. Su dependencia del gas ruso es enorme. Y lo necesita para su transición energética que estaba destinada a ser el gran relato del país en la próxima década. Reducir esa dependencia no es imposible pero llevará tiempo y tendrá muchos costos. A eso se sumará la presión para que aumente sus gastos de defensa. Nadie sabe cuánto durará el conflicto ni la posterior era glacial. Además varios países de la UE y la propia Ucrania le reprochan a Berlín de estar poniendo en la balanza sus propios intereses antes dar su apoyo las sanciones contra Rusia. Eso también puede tener costos con los que Alemania deberá lidiar en el nuevo ordenamiento que surja del conflicto con Rusia.