Hace un año, Adao Villaverde comentaba a Tiempo que la vuelta de Lula estaba condicionada a la formación de una «unidad nacional», que implicaba sumar a Geraldo Alckmin y a todo el espectro político democrático, con el fin de derrotar a Jair Bolsonaro, algo que finalmente aconteció.
Constituido el gobierno, Lula, además de enfrentar las tensiones provocadas por los bolsonaristas, comienza a desarrollar la gestión de una coalición de «unidad nacional». Es importante señalar esto, porque su programa de gobierno está condicionado tanto por su marco de alianzas como por la situación que dejó la desidia del desgobierno anterior.
Adao Villaverde, quien es un dirigente histórico del PT sureño, actual diputado estadual por Río Grande do Sul y presidente del Foro de Secretarios de Ciencia y Tecnología de Brasil, participó de los Grupos de Trabajo del Equipo de Transición, a cargo de Alckmin. Conversamos con él en Porto Alegre sobre ese punto de partida del nuevo gobierno.
–Al final la «unidad nacional” logró que Lula gane. ¿Fue como lo esperaban?
–Sí, fue decisivo, sobre todo por la pequeñísima diferencia en la segunda vuelta. Sin el apoyo de Tebet y Marina, así como de muchos otros que llegaron en la recta final de la campaña, para formar un frente amplio contra el fascismo, la disputa sería imponderable. Podría haber tenido cualquier resultado.
–Es una unidad muy diversa y con intereses contrapuestos. ¿Cómo se vivió eso en el Grupo de Transición?
–Cuando se instaló, ya éramos conscientes de que debíamos tener un gobierno con mucha amplitud, con capacidad política y de gestión para contribuir a la reanudación de las bases mínimas del Estado Democrático de Derecho Constitucional en el país. Por cierto, el escenario brasileño no era diferente a otros en América Latina y el mundo: tras cuatro años de un gobierno regresivo, oscurantista y fascista, estaba devastado. Por eso, a pesar de las disparidades y diferencias de muchos gestores que compondrán el gobierno, el tema de la reanudación de la democracia es más grande que todo esto y nos une, es nuestro norte programático.
–¿Con qué escenario se encontraron?
–Serio y grave. Las instituciones democráticas y sus principales instrumentos de garantía fueron completamente debilitadas, la política fue criminalizada, los movimientos sociales y sus entidades también. Un desmantelamiento total de las funciones públicas fundamentales del gobierno, el presupuesto de las políticas públicas y las principales políticas dirigidas a los más necesitados. Heredamos un presupuesto secreto, ya que Bolsonaro se lo entregó a los parlamentarios para no ser destituido.
–Y un esquema para un golpe de Estado.
–Hubo un proceso de encubrimiento para que los milicianos ingresaran a la política, su «líder» los incitó a seguirlo sin siquiera ser cuestionado, y el fenómeno del fascismo irradió sus tentáculos a través de la sociedad, por medio de las redes sociales y su forma de acción. El mayor ejemplo fue el ataque a los Tres Poderes, totalmente convocado por las redes, con infraestructura y apoyo financiero, que develó el terrorismo golpista que siempre dijimos que era parte del modelo mental de Bolsonaro. Lo prueba el complot golpista hallado en la casa del exministro de Justicia, que revela todas las formas delictivas en que se armó el ataque al centro del poder en Brasilia, en una acción criminal y oscurantista. El gobierno dio una respuesta inmediata y consistente a los golpistas.
–¿Qué considera central para el gobierno de Lula?
–Restaurar la democracia, alentar a los órganos competentes a investigar a los responsables de los ataques golpistas, recomponer el presupuesto público brasileño, retomar el desarrollo sostenible con innovación y retomar una política nacional orgullosa y soberana, reforzando nuestras alianzas históricas en el Mercosur.
–Con el Bolsonarismo boicoteando, ¿cuán viable es el programa de gobierno?
–Vamos a tener que trabajar mucho, y hacer como Lula y Alckmin, que procedieron inmediatamente al intento de golpe a cohesionar las instituciones en torno al Estado de Derecho y llamaron a la sociedad a defender la democracia. El enfrentamiento a esta oposición golpista y terrorista debe ser permanente, tanto en lo político como en lo jurídico-penal. Necesitamos retomar el papel y las funciones de las instituciones democráticas, para no permitir que persistan las disputas y las irregularidades. El fascismo terrorista golpista es incompatible con la democracia.
–¿Cuáles son los principales desafíos?
–Además de retomar el tema democrático, no permitir que se repita un intento de golpe terrorista como el del 8 de enero y volver a poner al país en el eje de retomar el crecimiento, el desarrollo sostenible y nuestra soberanía y cooperación desde las relaciones internacionales. También será muy importante contar con un fuerte apoyo social interno, anclado en las políticas sociales, y una fuerte alianza en el ámbito del Mercosur.
–¿Tiene expectativas con la participación de Lula en la Celac?
–La información que tenemos es que el presidente Lula va tratar de retomar políticas comunes con la Argentina, al tiempo que participará en la Celac. También, va de paso por Uruguay por invitación del presidente Lacalle. Su participación en la Celac es parte de la reanudación de una política de unidad y fortalecimiento de una fuerte articulación latinoamericana, que siempre han sido parte de las políticas internacionales de nuestros gobiernos.
–En su área, ¿qué agenda debería llevar el gobierno?
–Considero la necesidad de obrar en el contexto latinoamericano, en una agenda que defina una estrategia para la región en el tema de semiconductores. Son uno de los mayores activos económicos de la era que vivimos, por la forma en que estos dispositivos interfieren en nuestras vidas. También por el carácter geopolítico. Véase las cuantiosas subvenciones públicas que Biden y Xi Jimping reservan para invertir en el sector, sobre todo por la concentración en el Pacífico Oriental, y que la pandemia y la guerra en el Este, amplificaron y agravaron la escasez de estos productos. «