Con mucha consternación la sociedad internacional pudo presenciar a través de los medios hegemónicos el ataque ejecutado por el grupo de resistencia palestino Hamas el fin de semana pasado en los límites de la Franja de Gaza. Esos mismos medios que durante más de 75 años ocultan el genocidio por goteo que está llevando adelante el Estado de ocupación israelí a través de todos sus gobiernos, hoy repiten una y mil veces las imágenes horrorosas de la respuesta palestina a la opresión. También, los mismos medios, esconden las tragedias humanas que sufren, por las políticas neoliberales opresivas, países como Haití, Birmania, Etiopía, Yemen, Sudán y otros.
Es obvio que las imágenes de la guerra, cualquiera sea, nos duelen sobre todo cuando se trata de niños y niñas muertos y de jóvenes mutilados y familias enteras destrozadas. Nos conmueven hasta la indignación.
Pero ¿qué hay de los mismos niños, jóvenes sin futuro y ancianos que a diario mueren reprimidos, o sin asistencia sanitaria? Y peor aún, que día tras día sufren sistemáticos cortes de luz, que el agua provista por la empresa israelí Mekorot es desviada para los colonos, disminuyendo el suministro a los palestinos dándoles mucho menos de los litros recomendados por la OMS para tener una vida saludable.
Por eso te hablo, indignado, a vos que te vi cortando las calles, quemando neumáticos en el verano porteño por la falta de suministro de luz y de agua impuesto por las privatizadas que nada invierten para dar un mejor servicio y que pagás sin chistar. ¿Qué harías si esa situación se repitiera, todos los días, por semanas, meses, años y décadas? Si te indignás por un asalto a mano armada en un barrio ¿Te perturba la muerte injusta de un abuelo o abuela palestina de Gaza al que no le llegan sus medicamentos y su asistencia social?
Más de 2 millones de gazatíes están encarcelados en 365 km2, sitiados por aire, cielo y mar, controlados por drones, haciendo sus vidas miserables mientras que del otro lado del alambrado la vida cambia completamente. Fuera de Gaza es todo alegría, fiesta, servicios que cubren las necesidades básicas que todo ser humano merece por derecho. ¿No creés que eso también es una forma que incita a la violencia?
Esta historia lleva más de 75 años de ocupación y colonización sistemática en la que los gobiernos israelíes no respetaron las Resoluciones de la ONU y que del 45% asignado a los palestinos en 1948 hoy su territorio se ve reducido a solo el 22% de aquella imposición.
A vos te digo que te indignabas con el encarcelamiento de Nelson Mandela, quien resistió en su juventud al racismo con las mismas armas con las que lucha el pueblo rebelde de Palestina; que aplaudís la resistencia francesa a la ocupación nazi, o te estremecés con el levantamiento del Ghetto de Varsovia, pero apoyás la resistencia nazi-fascista de Ucrania. ¿Realmente te pusiste a pensar que hoy Palestina es noticia no por lo que afecta a ellos sino por lo que afecta a Israel? Las leyes promovidas por el Estado racista de Sudáfrica de antaño son similares a las que hoy se aplican para el 20% de palestinos que viven en Israel.
Es la Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid de 1973 y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998 que definen el apartheid como: 1) una intención de mantener la dominación de un grupo racial sobre otro (no sólo en relación con los rasgos genéticos, sino que también se basa en la ascendencia y el origen nacional o étnico); 2) un contexto de opresión sistemática por parte del grupo dominante sobre un grupo marginado; 3) actos inhumanos.
El Centro Legal para los Derechos de las Minorías Árabes en Israel informa que existen al menos 65 leyes aprobadas desde el año 2000 afianzando la supuesta superioridad étnica de los israelíes y discriminando a los ciudadanos palestinos.
Otras leyes son la de Propiedad de Ausentes (1950) que considera ausentes a los palestinos expulsados en 1947, negándoles todos sus derechos y apropiándose de sus tierras. La ley Básica: Israel Lands (1960) impide a los ciudadanos palestinos arrendar la tierra controlada por Israel, espacio que ve como vital para el desarrollo del asentamiento judío. Según la ley, las tierras bajo dominio del Estado, del Fondo Nacional Judío (JNF) y de la Autoridad de Desarrollo pueden ser transferidas entre esas tres organizaciones. Con el Derecho a la residencia aquellos palestinos que tienen estatus de residencia «permanente» en Jerusalén, la entrada y la residencia son «un privilegio revocable», en vez de un derecho. Es decir, si un ciudadano palestino está fuera de su residencia en Jerusalén durante un tiempo prolongado, el Estado decide retirarle la residencia.
Los palestinos tienen prohibida la unificación familiar. Si uno de los cónyuges es ciudadano israelí de origen palestino y el otro reside en los territorios ocupados, no pueden reagruparse. La disposición fue introducida como una regulación de emergencia en 2003, luego de la Segunda Intifada. Muchas familias viven separadas o temen a una deportación. Otra ley polémica es la de Estado-Nación que expresa el carácter judío del país, reserva el derecho a la autodeterminación y propone el hebreo como única lengua oficial. Esta ley busca “proteger” la identidad judía, pero olvida que tal determinación genera consecuencias en los palestinos que quedaron en las fronteras de Israel desde 1948. Hoy el foco está puesto en el ataque del Hamas, pero el origen del problema es la ocupación genocida, y de eso no se habla.
Todo lo dicho no justifica de ninguna manera la saña de semejante ataque.
Pero sí se hace necesario explicar una y otra vez que la ocupación opresiva es la madre de todos los males y solo una salida política puede resolver el problema, porque ni 100 km de tierra pueden equipararse al valor de una vida humana. Ahora indignate si querés, pero antes salí de la pereza intelectual a la que te someten todos los canales de televisión. Todavía estás a tiempo para con tu voz y tu acción intentar frenar esta tragedia.