Una característica de la actual campaña electoral uruguaya de cara a las presidenciales del domingo 27 es que los encuestadores, cercanos a un palo o al otro, poco difieren entre sí. Por caso, apuntan a que hoy el 45% votaría al Frente Amplio doblando la intención de voto a los «Blancos» del Partido Nacional, que a su vez dobla a los «Colorados» (12%). Mientras Cabildo Abierto sumaría el 3%, con un 2% el Independiente; Identidad Soberana, 2% y otros partidos, 1%. A dos semanas de votar aún queda un 14% entre indecisos, anulados y en blanco.
Alcanzar esos puntos que restan para ganar en primera vuelta, ese es el primer desafío del FA que pretende volver al gobierno que, tras tres períodos (dos de Tabaré Vázquez y uno, intermedio, del Pepe Mujica), dejó en manos de la derecha representada en Luis Lacalle Pou. Desde sus candidatos, Yamandú Orsi (viene de ser gobernador de Canelones) y Carolina Cosse (gobernó Montevideo) hasta las bases, la campaña pasa por un momento febril, que culminará el martes 22 en el acto de cierre en el Parque Batlle y Ordoñez, que en su corazón contiene al emblemático Centenario. La expectativa es que esa franja que falta convencer acabará votando al FA pese a que la militancia más tradicional, la más cercana a los viejos líderes, critica la supuesta ausencia de la tradicional mística que solía envolver a la izquierda oriental.
Por otra parte, la sensación en Uruguay es que el gobierno blanco está manchado por la corrupción de una parte amplia de sus caudillos del interior y de otros del gobierno nacional, lo que degrada la simpatía de los votantes, incluso su base de hierro. Y también lastimó la unión dentro de la compleja alianza multicolor. Los dardos provienen, fundamentalmente, de Cabildo Abierto, de la mano de su líder, fundador y, de vuelta, candidato, Guido Manini Ríos. Ni Alvaro Delgado, ex mano derecha del actual presidente uruguayo, ni su compañera de fórmula, la exsindicalista Shirley Valeria Ripoll (de enorme resistencia dentro del propio partido Nacional al que llegó hace no demasiado tiempo) parecen mover la intención de voto. El colorado Andrés Ojeda (con Robert Silva en la fórmula) es criticado hasta por ciertas formas de su propaganda política como, por caso, mostrarse haciendo fierros en un gimnasio.
Ni qué hablar que las acciones oficiales alimentan la controversial teoría de que el propio Luis Lacalle Pou no da un paso más allá de lo que convenga a su regreso al gobierno dentro de cinco años (la constitución no permite la reelección consecutiva). Incluso para despegarse de los escándalos sucesivos que tuvo su administración que está por finalizar.
«Un gobierno de honestidad», justamente, es el lema básico de la campaña del FA. Orsi y Cosse, en ese sentido, muestran sus gestiones «limpias». Van por el gobierno, a sabiendas que el domingo 27 su fuerza tendrá otro desafío: volver a tener un parlamento afín a la izquierda. Saben que es imprescindible: realizar cambios sustanciales en el estado, volver a políticas de inclusión características del Frente Amplio, sin un aval en el congreso, es al menos muy dificultoso, sino muchas veces imposible. «