Un 5 de junio de 1967 comenzaba la Guerra de los Seis Días, una contienda que cambió de un modo drástico el mapa de Medio Oriente, en la que Israel se enfrentó con Egipto, Siria, Jordania e Irak y demostró de un modo contundente su poder de fuego. En esos afiebrados días, del 5 al 10 de junio, las tropas israelíes ocuparon parte de la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán. Y desde allí comenzaron a lograr en sucesivos acuerdos el reconocimiento a su existencia en el mundo árabe.
Algunos de esos territorios fueron luego devueltos en el marco de esas negociaciones con Egipto y Jordania. Otros siguen siendo foco de conflicto y de reclamos en Naciones Unidas, dado que violan los acuerdos para la formación de dos Estados, uno israelí y otro palestino.
La ofensiva israelí se desató luego de que el líder nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser solicitara, a mediados de mayo de ese año, la retirada de las tropas de la ONU de península de Sinaí. Tras el envío de tropas fuertemente pertrechadas a esa zona de la frontera, la respuesta de Israel a lo que consideró una amenaza fue rápida y efectiva.
En pocas horas, aviones israelíes destruyeron bases militares egipcias y dejaron sin capacidad de respuesta al país árabe. En su ayuda acudieron sus aliados de Siria y Jordania, que también rápidamente sufrieron enormes bajas humanas y materiales. Egipto aceptó un alto el fuego al cuarto día. La toma de los Altos del Golán a Siria fue más sencilla luego de pacificar ese frente.
Desde entonces, Israel ocupa territorios palestinos que mantiene bajo su dominio y en los que expande sus colonias. El punto más sensible es el de Jerusalén Este.
Considerada capital histórica por Palestina pero también para los Israelíes, pasó a ser reconocida durante el gobierno de Donald Trump y ya varios países del mundo trasladaron sus embajadas a esa ciudad, sagrada para tres religiones. «