El líder de Hamás, Ismael Hanniya, llamó a una tercera Intifada luego de la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y de trasladar la embajada de Estados Unidos a esa ciudad sagrada para tres religiones monoteístas. Los primeros escarceos no se hicieron esperar y ya hubo dos muertos y más de 200 heridos en Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza, según reveló el vocero de la Media Luna Roja, la versión árabe de la Cruzo Roja.
Los enfrentamientos se produjeron contó Erab Fuqaba a Sputnik, luego de la oración del viernes y coincide con la víspera de la celebración de los 30 años de la primera Intifada, el 9 de diciembre de 1987.
Aquella vez, el incendio comenzó cuando un camión conducido por un israelí chocó a dos vehículos llenos de trabajadores palestinos en inmediaciones del campo de refugiados de Jabaliya, en Gaza y provocó la muerte de cuatro personas y una decena de heridos.
Al otro día el clima de repudio fue creciendo y el ejército israelí reprimió a la población palestina provocando la muerte de ocho manifestantes. Intifada, en árabe, es levantamiento o revuelta y en este caso el armamento utilizado por la población fueron piedras. Por eso esa primera Intifada fue conocida como la guerra de las piedras. La imagen icónica fue piedras contra balas: multitudes que utilizaban piedras y palos contra el muy bien pertrechado ejército israelí.
Solo para los negadores de la situación de extrema opresión que vivía la población palestina el levantemiento podía resultar sorpresivo. Un año antes, el ministro de Exteriores de Israel, Abba Eban, ya había advertido a su gobierno sobre el marco de castigos y represión violenta en que se vivía en las comunidades locales.
Se había cumplido hacía poco los 20 años de la Guerra de los Seis días, que se desarrolló entre el 5 y el 10 de junio de 1967 entre Israel y la coalición árabe formada por Egipto, Jordania, Irak y Siria y que culminó con la ocupación israelí de territorios que de acuerdo a la ONU debían ser para la formación del estado palestino, como Cisjordania, Jerusalén del Este y la Franja de Gaza.
Para muchos historiadores, aquella Intifada de 1987 fue realmente la primera guerra real entre el pueblo palestino e Israel. Terminó recién en 1993 cuando la Organización para la Liberación Palestina (OLP), dirigida entonces por Yaser Arafat, firmó en Oslo los acuerdos para la autonomía de su patria con el primer ministro israelí Yitzhak Rabin. En ese lapso, 1258 palestinos habían muerto a manos de tropas israelíes. La cuarta parte de las víctimas tenía menos de 16 años. En la revuelta también perdieron la vida 150 israelíes.
Arafat y Rabin, junto con Shimon Peres, recibieron por ese proceso de negociaciones el Premio Nobel de la Paz en 1994.
Pero el acuerdo dejó un tendal de descontentos y en noviembre de 1995, Rabin sería asesinado por un ultraderechista israelí, Yigal Amir. Poco antes había hablado en un acto por la paz y había reconocido que durante la Primera Intifada más de 100.000 palestinos habían pasado por las cárceles israelíes.
La Segunda Intifada se desató en setiembre del 2000, cuando el jefe de la derecha israelí, Ariel Sharon, visitó la explanada de las Mezquitas en Jerusalén del Este, en una acción considerara desafiante por la comunidad palestina. El Ejército de Israel volvió entonces a ocupar las principales ciudades palestinas. Se retiraría recién en 2005.
Existe desde hace décadas una política constante de los distintos gobiernos israelíes de autorizar la ocupación de territorios para la construcción de viviendas en zonas que corresponden al estado de Palestina y en contra de varias resoluciones de la ONU y de la Convención de Ginebra.
A raíz de estas aprobaciones sobre zonas ocupadas militarmente, hay más de 200 asentamientos con una población de unas 600.000 personas.
En los últimos días, la televisión israelí informó que el gobierno de Benjamin Netanyahu autorizó la construcción de otras 14.000 viviendas en Jerusalén, al mitad de las cuales estarán en Atarot y Pisgat, al norte de la ciudad sagrada, en una zona ocupada desde 1967.
La suma de una decisión estadounidense que, en la práctica no podría ponerse en marcha en menos de dos años, y esta constante ocupación israelí, hace prever que el llamamiento del líder de hamás encontrará eco en la población palestina, con el costo en vidas que se puede prever.