Faltan poco más de 40 días para las PASO. No es nada. En política pueden pasar muchas cosas en seis semanas, pero tampoco se trata de una actividad que tenga una relación espacio-tiempo tan diferente al resto. Sergio Massa está en una cuenta regresiva. Tiene un desafío electoral central: ¿cómo puede hablarle al sector de votantes de Unión por la Patria que lo mira con desconfianza?
Ese resquemor tiene una historia. No es producto de prejuicios políticos. Massa fue opositor al kirchnerismo durante los últimos dos años del segundo gobierno de Cristina Fernández y mantuvo una relación de aliado táctico con Mauricio Macri al inicio de la gestión Cambiemos. Sobre estos dos antecedentes se fundan las sospechas y resguardos.
Luego, en las elecciones de 2017, Macri ganó y consolidó su giro autoritario. A los cinco días de la victoria encarcelaron a Julio de Vido. El módulo 6 de la Cárcel de Ezeiza comenzó a transformarse en el «pabellón K», en el que el macrismo concentraba a la mayoría de sus presos políticos. Y las cosas dentro del peronismo cambiaron. Comenzó el proceso de reunificación en el que el reencuentro con Massa era un objetivo central y que tuvo en Máximo Kirchner al arquitecto fundamental.
Ese proceso salvó a la Argentina de un segundo gobierno de Macri. No es poco. La gestión de Alberto Fernández puede dividirse en dos grandes hitos. Uno fue el manejo de la pandemia. La mayoría del Frente de Todos, de la sociedad, y con el tiempo lo hará también el juicio de la Historia, reconoce el manejo de Alberto.
El otro punto es el acuerdo con el FMI, la semilla de la discordia en la coalición oficialista. Ese es también el punto de coincidencia entre Cristina y Massa: hay que rehacer el acuerdo con el Fondo. Si alguien pregunta: ¿cuál es el plan de gobierno de Unión por la Patria? La respuesta es: renegociar el acuerdo con el Fondo y que lo antes posible deje de cogobernar la economía del país. Alcanza y sobra para un programa. No es poco. (Esta frase parece repetirse en estas líneas. Quizás haya un exceso de realismo).
A veces se espera demasiado de la política y sus actores. Lo cierto es que tener un punto central de coincidencia es suficiente para gobernar.
Massa tiene 40 días para dar señales que lo muestren como un presidente que hará peronismo, con todas las limitaciones que el contexto impone. Hasta ahora sus anuncios son señales que muestran que el actual equilibrio macroeconómico -frágil- se mantendrá. Firmó la renegociación de la deuda con algunos de los países del Club de París. Comenzará a funcionar la primera parte del estratégico gasoducto Néstor Kirchner. Son anuncios que tienen las características de la gestión de Massa: el ministro evita que la crisis se transforme en debacle y descalabro. No es poco (otra vez), pero no alcanza para que la población sienta un cambio en su vida cotidiana. La obliga a hacer el esfuerzo imaginativo de todo lo malo que podría haber sido.
¿Y una suma fija para los trabajadores? ¿Alguna medida para los monotributistas y el sector informal? ¿Ambas cosas?
El equipo económico de Massa sostiene que la recuperación de los ingresos se dará por baja de la inflación. La definición muestra la creencia de que una suma fija podría retroalimentar el ciclo inflacionario. Esta columna no se especializa en el análisis económico, así que evitará ese debate. Suponiendo que sea cierto, en términos políticos el tiempo no alcanza. La cuenta regresiva hace sonar su tic tac. El candidato tiene la posibilidad de mostrarle al electorado que además de trabajar para mantener el equilibrio macroeconómico apuesta por la distribución del ingreso. Massa dice que la mejor campaña es la gestión. Entonces es el momento. «