El querido Tito se fue de gira el pasado 6 de junio, muy preocupado por los que nos quedábamos. Nos lo dejó dicho en el título de su última obra: Sólo queda rezar. Lo que no imaginó fue que, al paso redoblado que vamos, ponerse a rezar también será una decisión establecida por un decreto de necesidad y urgencia.
Tuvo una fabulosa trayectoria, empezando por el teatro: 60 años desde 1964; 50 obras estrenadas, entre propias, adaptaciones, versiones y asesorías. Desde que era socialista de Alfredo Palacios tuvo diversas militancias. La gremial y cultural desde Argentores (la presidió y luego fue distinguido como presidente honorario). La artística: figura central del Teatro del Pueblo e impulsor del legendario Teatro Abierto. La política: hombres de ideas nacionales y populares. Defendió los DD HH desde la Comisión Provincial de la Memoria. En 2012 escribió, casi en clave confesional en la obra Clase Media: «60 años después estoy arrepentido por no haber llorado aquella aciaga noche del 26 de julio de 1952». Más adelante, tal vez para exorcizar el gorilismo familiar en el que se crió, escribió: «Pensándolo bien yo me equivoqué: tendría que haber sido peronista». Un deschave ejemplar y conmovedor.
En 1985 lo entrevisté para Clarín. Le pregunté cómo es la vida de un intelectual: «De uno u otro modo, todos los creadores en este país, galgueamos. Yo vivo de mi profesión, correctamente, pero no tengo ningún bien. El mío es el caso de una persona, de un creador, que crece en un país que se achica. Mi primer éxito grande fue La Nona de 1976. Fue algo providencial porque había decidido alejarme del periodismo. No sabía cómo iba a hacer para mantenerme. Incluso fui uno de los que estuvo a punto de irse de la Argentina. Pero el galgueo no es sólo económico. El que todos sufrimos hasta 1983 es el que más me preocupa y el que más huellas dejó.
¿De qué huellas hablaba? En 1997 lo entrevisté para un libro sobre la prensa impresa en Argentina. En 1967 integraba la mesa de redacción de El Cronista. Como muchos otros periodistas, sabía que el golpe se produciría en la madrugada del 24 de marzo. Horas después, él y Hugo Murno (encargado de Política), debieron ir al Comando en Jefe del Ejército, en el Edificio Libertador. El diálogo con el coronel que los atendió fue surrealista:
–Por orden de la Junta Militar los diarios están obligados a publicar únicamente los cables de la Agencia Nacional Télam.
–¿Que hacemos con los cables de Noticias Argentinas?- atinó a preguntar Cossa.
–Eso, justamente es lo que les acabo de decir. A las noticias argentinas me refiero. Porque, por el momento, sobre la información proveniente de agencias extranjeras no hay limitaciones.
Con mucho cuidado, Tito aclaró: «Disculpe, coronel, me refiero a Noticias Argentinas, una agencia de noticias, nacional, privada”. El dato desconcertó por un rato al oficial de inteligencia.
En mi programa de radio lo entrevisté muchas veces. En especial cada 30 de noviembre: su cumpleaños casi mágicamente asociado con la celebración del teatro nacional en general y del independiente en particular. La última entrevista fue el 10 de febrero. Tenía 89 años. Le pregunté cómo estaba. Dijo: «De las cejas para arriba, impecable. De las cejas para abajo, mejor ni te cuento».
En un libro sobre la picaresca del periodismo argentino (saldrá en 2025), incluí esta anécdota, ocurrida en 1957. Ya soñaba con su futuro de dramaturgo, pero se ganaba los garbanzos colaborando en la revista Ruedas, especializada en ciclismo. Días del decreto 4161/1956, que prohibía en los medios, mencionar el apellido Perón, la palabra peronismo y asociaciones derivadas. A Tito le tocó cubrir una jornada en el velódromo municipal. En la prueba de fondo participó un corredor de San Juan de apellido Perón. «Salió último pero fue la estrella de la competencia. Su apellido fue coreado con entusiasmo por los asistentes, por primera vez desde la veda».
Tito trabajó en Prensa Latina, en Clarín, en La Opinión, en El Cronista. No conseguí muestras de esa tarea. Sí, muchas de sus crónicas aguafuertosas en P/12 y en El cohete a la luna. Tenía una mirada sagaz sobre la realidad y una capacidad de observación notable. Frases e ideas llenas de ingenio, crítica, reflexión, sarcasmo, costumbrismos, guiños de lenguaje, sabiduría cultural y política.
1) «Estoy convencido que para avanzar en la vida tengo que interpelar. Lo que ocurre es que no sé cómo se interpela ni a quien interpelar. Pero, seguro, si logro interpelar, me empodero».
2) «Si Milei gana la presidencia, puede ser que conserve el jopo, pero se sentará en la mesa de los poderosos y escuchará qué tiene que hacer». Más adelante, ya con el oprobio consumado: «Son tiempos difíciles y extraños. ¿Cómo es posible que después de los gobiernos de los Kirchner tengamos de presidente a Milei?».
3) «Hasta no hace mucho tiempo, políticos, periodistas o politólogos se referían a nuestra ciudadanía como ‘el pueblo’. Últimamente solo los militantes de la izquierda mantienen ese calificativo. Para el resto es ‘la gente’. No es solo un cambio semántico. Tiene que ver con el subconsciente colectivo de un pueblo cuya ignorancia política hoy provoca desconcierto».
4) Dedicado a Rodríguez Larreta: «Se escucha mucho decir que ‘este es un país de mierda’. También hay brotes de generosidad, vocaciones que no se compran ni se venden. Tome usted conocimiento de lo que significa el movimiento de teatros independientes. Fenómeno artístico único en el mundo. Unas 300 salas medianas, pequeñas, ubicadas en la habitación de una casa o en un garage desocupado».
5) «¿Mis modelos? En los ’60, De Gaulle, Juan XXIII, Mao, la revolución cubana. En mi adolescencia me conmovía la figura de Alfredo Palacios. En el plano de la escritura, Arthur Miller. Ver La muerte de un viajante, interpretada por Narciso Ibáñez Menta me marcó para siempre. Me siguen conmoviendo Chejov, Florencio Sánchez o Discépolo. Modelos románticos, ideológicos, combativos, inconformistas. Es lo que falta ahora».
Lo último: buena parte de su dramaturgia fue editada por Ediciones de la Flor, y por iniciativa de Daniel Divinsky. Pero hay otro libro, uno de mis preferidos, Escribo para estrenar, miscelánea vital y existencial. Está en oferta en una plataforma, entre 28700 y 31100 pesos. Si Tito viviera lo llamaría para informarle y él se reiría pensando en la rara circulación de los libros y sus valores. «
* Paráfrasis de su obra Ya nadie recuerda a
Frederic Chopin (1982), representada hasta hace poco en el teatro La Máscara.
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Roberto Cossa hubiera cumplido 90 años el 30/11. Argentores organizó un precioso y merecido tributo el 2/12, con Víctor Hugo, Roberto Perinelli y Mempo Giardinelli. Coordinó Mariano Cossa. En esa oportunidad leí este texto.