La imagen de Ramona Medina sigue presente en la Villa 31, plasmada en un mural allí donde su cara fue emblema de la lucha por el acceso al agua cuando la primera ola de coronavirus obligaba a lavarse las manos como medida básica de cuidado sanitario. A un año de su muerte por covid, los homenajes se cruzan con su legado en una lucha que continúa para que se reconozca la tarea esencial de comedores y merenderos, para que la salud sea un derecho accesible en el barrio y para que la urbanización sea participativa y no impuesta.
Ramona murió el 17 de mayo de 2020. Era referenta social de la Villa 31 y militante de La Poderosa. En esos días, con la pandemia comenzando a escalar, denunciaba la falta de agua en esa zona postergada de la Ciudad de Buenos Aires en plena emergencia sanitaria. Insulinodependiente, falleció en un hospital porteño a los 42 años, y con toda su familia contagiada, entre ellos una hija con discapacidad múltiple.
“En el barrio está presente, se la recuerda siempre. Como vecina, como amiga, me duele un montón, ella tendría que haber sido reasentada. Era una persona de riesgo y tendría que haber estado más cuidada de parte del Estado. Que no le faltara el agua cuando le pedían que se lave las manos”, remarca María Muñoz, militante del partido Nuevo Espacio de Participación y miembro del Centro Cultural Vamos a Andar.
María vivía en la misma manzana que Ramona, en la zona del Bajo Autopista, donde muchas familias fueron relocalizadas en medio de fuertes reclamos y otras siguen viviendo “entre los escombros”. La muerte de Ramona “afectó un montón. Ya venía afectando la urbanización, el reasentamiento, de manera psicológica. La pandemia le puso un plus. Los vecinos fueron mudados en medio de la pandemia. Sin protocolo alguno”, cuestionó la mujer. Y agregó: “No la estamos pasando bien. No tenemos asistencia del gobierno, no están reconociendo a los comedores. Para el Gobierno de la Ciudad ya pasó la pandemia, y no es así”.
El mismo mensaje recibió Karina Calla, de la Asamblea Feminista. “Seguimos sufriendo la pandemia. La Secretaría de Integración Social nos manifestó a principios de año que terminó la pandemia. Para nosotros no. A quienes asistían a merenderos y con mercadería dejaron de asistirlos. El Detectar prácticamente se vació, estaba en lugares poco accesibles y con poca franja horaria. Es difícil hacerse un test”, alertó Karina.
El drama la atravesó en lo personal. “La Secretaría había informado que quienes tenían síntomas y no se podían movilizar iban a ser visitados a domicilio pero nunca llegaron. Mi mamá y mi abuelo murieron por covid. El Detectar no podía acercarse, hemos ido al Fernández y nos decían ‘no hay test, vuelvan a su casa’. Logré que una doctora la llevara igual: mi mamá llegó al hospital y la intubaron”, contó Karina. Y denunció que “todos los vecinos de la 31 que van al Fernández son discriminados y si tenés covid morite en tu casa”.
Señaló que, a partir del reclamo vecinal, el Detectar se trasladó a un punto más accesible del barrio, pero sin personal ni horario suficiente. “Hay largas filas de gente queriéndose atender pero solo de 9 a 14. Todo el mundo se enferma y no se hacen los estudios. Muchos dicen ‘si voy al hospital me van a dejar morir’. Recibimos un montón de gente en el merendero y el centro de mujeres y escuchamos esos discursos. Está complicada la situación y ya no sale en la tele. Seguimos mal”, denunció la mujer, a un año de la muerte de Ramona Medina, la referente que dejó una huella con su lucha.
“Falta ese plato que dejabas en la ventana lindera, para otra compañera que no puede ni recordarte sin llorarte, porque se quiebra y se estremece, como todos y cada uno: ‘Ramo era el GPS de la Villa 31’. Porque saben qué pasa, no todo pasa: aún siguen pagándole a las esenciales con pedacitos de programas sociales, sin aportes jubilatorios, ni presentismo, ni vacaciones, como si cocinar las raciones que manda el Estado fuera un laburo autogestionado”, escribió La Poderosa en este aniversario, en el que también reclamaron vacunas para quienes le ponen el cuerpo a la pandemia en los barrios.
“Ahora nos llaman por parte de Quirós para informarnos, que si quiere dios, van a vacunar a las esenciales que mantienen escondidas en todos los canales, porque ya están llegando, pero que sigan cocinando, ¡porque no saben cuándo! Y Vizzotti ya dijo que sí, que ‘70.000 vacunas les vamos a dar’, pero desde entonces no atiende su celular. ¿Será la señal? Hoy sólo tienen un empleo formal, registrado y legal, un 10% de las villeras, de las compañeras, de las Ramonas, las únicas vagas obligadas a sostener al menos tres ocupaciones, resolviendo ecuaciones de reloj que hubieran anulado por completo a casi todos los próceres dignos de nuestro respeto: trabajo informal, trabajo doméstico no remunerado y trabajo comunitario invisibilizado. ¿Vamos a seguir mirando para otro lado?”.