Jorge Leguizamón estudia derecho romano con el pie derecho hinchado. Le duele tanto, que prefiere saltar con el izquierdo para sacar la pava del fuego; podría decirse, en cierto modo, que vive a los saltos para que el agua no hierva desde el 18 diciembre de 2014.

Aquella noche, Jorge, de 43 años, cenaba con su esposa Laura y sus dos hijas en su casa del Barrio 22 de enero de Ciudad Evita. Hacia una semana que había terminado la secundaria y disfrutaba de algunos días de descanso antes de comenzar a edificar la casa de su hijo en el frente de su terreno.

Le decía: “Fer, venite para acá. Allá es peligroso y vas a quedar en medio de una disputa que no es tuya. Haceme caso”. Pero contra el amor, no hay nada que hacer.

Todo estaba por hacerse. Después de tantos años de sacrificio; de vender tortas desde adolescente; de tener tres trabajos para comprar el terreno propio; de mudarse de Villegas para alejar a su familia de la idiosincrasia de un barrio cada vez más violento; después de todo eso, la piña del destino.

Antes del postre, Jorge recibió la llamada. Apurado, salió rumbo a Villegas. Cuando dobló de la avenida Central hacia la calle 800, descubrió a un grupo de vecinos alrededor de la camioneta de su hermano Marcelo. Estaba toda agujereada. A su hijo le costaba respirar, ni hablar podía. Cuando lo abrazó, se llenó de sangre.

Ahí vi el tiro en la nuca.

Según los testimonios, Fernando fue golpeado por un grupo de jóvenes que trabajaban como “soldados” de una reconocida vendedora de droga del lugar, llamada “Angelita”. Entre ellos estaba Michael Silva, hijo de Gustavo Silva, pai umbanda y teniente de la Bonaerense, que cumplía tareas en el Comando de Patrullas de La Matanza.

Antes, Camila, su pareja embarazada y madre de su niño de 4 años, le había avisado por teléfono que habían robado el nebulizador de su hijo de su casa. Fernando, que tenía 21 años y trabajaba como parquetista, intentó recuperar el aparato pero en medio de la pelea, recibió el disparo en la nuca. Murió en el hospital Paroissien de Isidro Casanova.

Por el crimen está detenido Tavi. Cuando fue capturado por Gendarmería Nacional, en su casa hallaron pistolas, revólveres, escopetas, varios teléfonos celulares y otros elementos que causaron la atención de los gendarmes que lo trasladaron hasta la fiscalía de homicidios de La Matanza. Ahora, está alojado en la Unidad 43 de González Catan. Pero su poder sigue intacto. Según fuentes judiciales, Silva llamó desde la cárcel a la testigo de identidad reservada para amenazarla y grabó la conversación. Luego mandó el disco con la grabación al tribunal que lo juzgara para que el material se incorpore a la causa. Así de impune.

Además de Gustavo, hay otro Silva que está en problemas. Se trata de Michael, su hijo, que permanece prófugo hace más de dos años, aunque los vecinos del barrio señalan que suelen verlo cuando visita a sus hermanas.

Este miércoles será la primera audiencia del juicio por jurado en el Tribunal Oral en lo Criminal 5 de La Matanza. A Silva lo representa Miguel Racanelli, abogado que se destaca por haber defendido a los policías del caso Gastón Duffau; a los policías del caso Fabián Gorosito; y por ser concejal de Cambiemos en La Matanza. Hace dos semanas atrás, Racanelli protagonizó un papelón en el Concejo Deliberante local al iniciar una pelea a golpes de puño con el oficialismo. Además es uno de los principales impulsores de la candidatura a intendente de La Matanza del ministro de Educación bonaerense, Alejandro Finocchiaro.

Cabe recordar que Finocchiaro estuvo implicado en el caso de las escuchas telefónicas del clan Macri, por ser el vínculo de Ciro James en la Universidad Nacional de La Matanza cuando era el decano de Derecho.

Creí que el Cambio seria otra cosa –dice Jorge-, no defender policías narcos que matan a pibes inocentes. La gobernadora Maria Eugenia Vidal dice que lucha contra las mafias, bueno acá tiene una. Después del homicidio de mi hijo, mucha gente quería tomar revancha, como suele pasar en nuestros barrios. Pero frené a todos porque no voy a manchar la memoria de mi hijo. Jamás tuve un problema con la Justicia: ahora es la Justicia la que tiene un problema conmigo.

A principios de año, Jorge comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Lomas de Zamora. Dice que servirá para reciclar el dolor de la pérdida. Ahora, entre apuntes y viajes a las apuradas de su trabajo de Puerto Madero a la universidad en el sur del conurbano; de su casa de Aldo Bonzi a la fiscalía de San Justo; vendiendo tortas, levantando departamentos en el espacio de terreno que era para su hijo, repite por qué eligió frenar la furia de los propios.

La familia del policía esperaba que vayamos y nos tiroteemos. ¿Pero qué le enseñaría a mi hija más chica? Los problemas no se solucionan a balazos. El policía podría haber intervenido para frenar la pelea pero no lo hizo. Ellos mataron a mi hijo y a mi familia; ahora voy por ellos, pero no quiero que se mueran, quiero que paguen lo que hicieron.