Fue actriz, modelo, asesora política y periodista, pero prefirió analizar las conductas de los asesinos y agresores sexuales que eligen a niños, niñas y adolescentes como víctimas. Vanesa Carbone nació en la Ciudad de Buenos, vivió en Caballito y de pequeña se trasladó junto a sus padres al confín del planeta, Ushuaia. Recién regresó a Capital para estudiar una carrera universitaria. Sin embargo, la primera opción, Derecho, no fue la definitiva. Hoy está abocada de lleno a la criminología y la criminalística, en donde se explaya en el ámbito académico y de la investigación.
La especialista, autora de dos libros, analizó la atracción que suelen tener las series y documentales de casos policiales, ya sean verídicos o de ficción, y cómo impactan en el público que se expone a este material. Como dirá más adelante, casualmente la película «El silencio de los inocentes» la inspiró en interesarse en las mentes criminales.
– ¿Por qué la industria cultural tiene tanto interés en este tipo de series y documentales?
– Creo que estas series, documentales, lo que se denomina el “crimen verdadero” está relacionado con que el ser humano de por sí tiene una fascinación con el mal. Por supuesto, a cada uno le interesa de manera diferente: por un lado, tenés el morbo y, por el otro, creo que dentro del ADN ya está el mal. Ya sea para cometerlo o para querer saber más acerca de aquello. Uno tiene la necesidad de saber por curiosidad.
– ¿Puede afectar de alguna manera en el espectador?
– No creo que afecte ni positiva ni negativamente una serie de Netflix. Creo que hay una gran curiosidad del público por querer saber. Por ejemplo, en el Caso María Marta se pretende saber quién la mató, quién es inocente, cómo lo hizo; hay una fascinación de la cultura del mal. A mi me atraen pero desde la investigación; al ciudadano común quizá porque lo ve como algo lejano. Ahí se mezcla un poco lo que tiene que ver con la Criminología y la Criminalística, que son dos ciencias completamente distintas y suelen confundirse muchísimo.
– ¿Qué diferencias hay entre ambas?
– Una cosa es la Criminología, que estudia las ciencias de la conducta, y otra es la Criminalística, que tiene más que ver con las pericias de balística, accidentología; responde al cómo, de qué manera y con qué elemento ocurrió. El por qué lo hizo le corresponde a la Criminología. Yo me especialicé más en el campo de la Criminología, pero decidí también ampliar mis conocimientos y ahora estoy estudiando Ciencias Forenses. Desde hace 5 años que me dedico al campo de la Criminología, especializada en lo que tiene que ver con delitos sexuales y crímenes violentos contra niños, niñas y adolescentes.
Cuando volvió a Buenos Aires, Vanesa empezó a estudiar Derecho y llegó a cuarto año. “Mi objetivo era estudiar Criminología pero acá no existía. Estabas obligado a ser abogado y después en todo caso a hacer un Magister, que no es lo mismo. Por cuestiones de la vida decidí dejar la carrera y luego terminé dedicándome a los medios de comunicación”, cuenta la experta, quien en un principio estuvo vinculada a la cobertura de Espectáculos como columnista en programas conducidos por Santiago Del Moro y Martín Liberman; aunque luego me “centré más en las noticias de actualidad trabajando con Mauro Viale”, añade.
– ¿Cómo surgió tu interés por estas ciencias?
– El primer approach que tuve con las ciencias del análisis de la conducta tuvo que ver sinceramente con el cine. Cuando se estrena el Silencio de los Inocentes, que si bien era muy chica y tenía otros intereses, me despertó la curiosidad de conocer de qué se trataba eso: qué ciencia la estudia, cómo se llama, qué es… pero como tal no existía la carrera. Finalmente, cuando estoy en cuarto año de Abogacía tuve la materia Criminología y reafirmé aquello que de más chica había tenido y entendí esta relación entre Hannibal Lecter y la teniente Starling. Surgió una crisis y dije, es por acá. Después te das cuenta que todos los criminólogos en algún momento tuvieron una crisis existencial.
Desde el año pasado, Vanesa es docente universitaria en la Universidad Abierta Interamericana. Además de ser especialista en técnicas de Perfilación Criminal, es directora de la división de criminología y criminalística de la Sociedad Argentina de Trastornos de la Personalidad y Psicopatías (SATP) e investigadora forense del Observatorio de Cibercrimen a cargo de la fiscal Daniela Dupuy. “Capacitamos a distintos profesionales como policías federales y provinciales, fiscales o jueces en la prevención y abordaje de grooming, reconocido hoy como un delito; como también abordamos el femicidio infantojuvenil”, describe.
– ¿Cómo repercutió la cuarenta en este tipo de delitos?
– En la etapa más crítica de encierro absoluto puedo decir que los delitos de asistencia tecnológica, lo que vulgarmente se conoce como cibercrimen, aumentaron en un 50% en comparación a la prepandemia. Lamentablemente, las mismas políticas que buscaban cuidar a la población en virtud del coronavirus, no estuvieron acompañadas de una política criminal pensada y evaluada para que los niños permanecieran encerrados en sus casas. Hubo un aumento en la utilización de la tecnología, ya sea a través de una computadora o un celular, por donde justamente ingresan los agresores sexuales u homicidas, femicidas de niños, niñas y adolescentes. Ellos y ellas, porque también hay mujeres asesinas, entran por las aplicaciones o los chats. En eso el gobierno ha equivocado el camino y no acompañó las políticas de salud con las políticas de seguridad. Hubo niños expuestos a una hiperconectividad y hubo un aumento de material relacionado con abusos sexuales contra las infancias, ya sea material autoproducido o solicitado por los agresores sexuales.
– Que sean casos tan aberrantes, ¿no te genera replantearte la profesión?
– No, para nada. Eso está fuera de discusión. Nosotros usamos una frase que es “cuidar a los que cuidan”. Todas las personas abocadas a lo que es la tarea de cuidar a los niños, niñas y adolescentes ya sean abogados, psicólogos, fiscales, personas que trabajamos dentro del campo de la criminología y estamos en contacto con este tipo de delitos, debemos tener nuestras pautas de cuidado. Cuando me siento a escribir sobre una investigación sobre un caso, por ejemplo, me encierro en un cuarto y si tiene que ver con un femicidio infantojuvenil trabajo sin fotografías de familiares en el ambiente, sin escuchar música. Con una asepsia tal en la que yo pueda estar abocada a eso y que después no relacione esa causa o caso particular con absolutamente nada. Generalmente, muchos de los que trabajamos en esto deben hacer terapia en algún momento. Se trata de cuidar a los que cuidan.