La caída evidente en el número de medicamentos dispensados que se viene observando y midiendo en el último año, y que no es habitual, podría considerarse un problema de salud pública, si hay pacientes que no pueden acceder a sus medicamentos esenciales, dado que el acceso a ellos es justamente un factor en la evaluación del funcionamiento de un sistema de salud. Preocupa especialmente que esta caída (del 14% interanual en junio de 2018, y de 9,8% sólo en noviembre) esté afectando a medicamentos recetados, no sólo a los de venta libre; y dentro de los recetados, los destinados al tratamiento de enfermedades crónicas. Lo que se observa en las farmacias es que cuando no alcanza el dinero, los pacientes discontinúan sus tratamientos. Aunque el farmacéutico le dé opciones más económicas, la gente termina llevando remedios para el dolor o para alguna urgencia, y no lleva los de enfermedades crónicas, que a veces están en la misma receta. Estamos hablando de enfermedades cardíacas, respiratorias, diabetes, glaucomas, regulación del colesterol, que no deben discontinuarse. Esto ocurre porque a veces estas patologías no presentan una sintomatología evidente, pero si se siguen desarrollando de forma insidiosa, terminan a la larga en un problema de salud serio, irreversible, y que va deteriorando la calidad de vida. «