La polémica se abrió apenas anunciada la propuesta: que chicos y chicas de escuelas primarias de jornada simple cursen una hora más por día. La primera alarma se encendió entre los gremios, por las modificaciones importantes en sus condiciones laborales. Pero el debate se da también entre especialistas en políticas educativas y pedagogía. Si bien en líneas generales les resulta interesante, abre múltiples aristas. Más tiempo en la escuela, ¿sí o no?
¿Cómo y para qué?
“Me parece un buen indicio que en este momento político la educación se esté considerando como prioridad”, destaca Esther Levy, doctora en Educación, pedagoga y docente universitaria. “Es una medida interesante y a su vez polémica, por todo lo que implica”. En cuanto a lo positivo, menciona que va en línea con la Ley Nacional de Educación, de 2006. Además, “acompaña la tendencia mundial de ir universalizando la jornada completa. En nuestro país hay un porcentaje pequeño de primarias con jornada completa, con lo cual es una medida que no sería coyuntural sino que retoma algo que estaba presente en las agendas de Daniel Filmus y Alberto Sileoni”.
En paralelo, lo complejo: “Para lograr esto se necesita un acuerdo de las partes: sindicatos docentes, familias, y principalmente hay que mirar a los chicos. En un país donde estamos atravesando una situación de pobreza importante, sabemos que con hambre no se puede aprender. Con hambre y sueño se complica aun más”, advierte Levy ante la posibilidad de que se adelante el horario de ingreso del turno mañana a las 7 o 7.30 horas.
A Manuel Becerra, maestro y formador de docentes, la idea de ese ingreso temprano le resulta “descabellada”. Apunta que “hay evidencia que dice que si los chicos entran 8.30 o a las 9 están más despiertos, con otra disposición. Hay cuestiones hormonales, de crecimiento. No hay margen para que ingresen más temprano. Sí para que salgan más tarde, pero hay un tema edilicio que puede ser complicado, porque hay que conseguir más espacios”. De acuerdo a lo informado oficialmente, con el objetivo de cumplir 38 días más de clase por año, Educación destinará «18 mil millones de pesos para aportar el 80% del aumento del sueldo de las y los maestros».
Becerra señala que, “cuanto más tiempo pasen los chicos en la escuela, mejor, en términos de ir extendiendo la jornada como propone la ley”. La dificultad, dice, está en la implementación de una hora más al horario regular, como planteó el ministro Jaime Perczyk. En ese sentido, considera que sería más fácil usar la figura de la “jornada extendida”, que ya existe en distritos como CABA, Córdoba o Santa Fe. “Sería la manera más sencilla, porque implica no cambiar el horario a los docentes de planta sino contratar nuevos, y permite desarrollar actividades que cada jurisdicción considere prioritarias”.
Para Pablo Imen, especialista en Políticas Educativas y secretario de Formación e Investigaciones del Centro Cultural de la Cooperación, el debate es mucho más amplio y complejo que la cuestión horaria. “Hay toda una discusión que no está abordada en el sentido de para qué educar”. Opina que la iniciativa “parte del presupuesto de que estar más tiempo en la escuela supone mayor nivel de democratización del proyecto educativo. Pero esto tiene que estar acompañado de condiciones de enseñar y aprender, empezando por el salario docente, la infraestructura, la conectividad y un montón de cuestiones que hacen a esa hora más”.
Imen incluye el debate en el marco de un “proceso de transición: hay un agotamiento de la educación tradicional y una discusión de adónde va”. En ese contexto, apunta que la derecha “ve con más claridad la escuela que pretende en el futuro”. Un ejemplo: la presión ejercida desde ese sector durante la pandemia. “La extensión del horario es una respuesta al tiempo ‘perdido’, entre comillas, pero es también una oportunidad para repensar la escuela. Ya que hay acuerdo en extender la jornada, démosle un sentido”.
“Hay algo que no se está discutiendo: ¿más horas para qué? Estar todos adentro no quiere decir que todos aprendan. Hay que ver cuál es la propuesta pedagógica para estar una hora más”, coincide Levy. Y destaca la necesidad de que el Ministerio de Educación de la Nación realice “acompañamiento y seguimiento” de lo que hagan las jurisdicciones con la partida presupuestaria destinada a la extensión horaria: “La partida no garantiza nada. Si no, ¿qué pasó en CABA con los jardines y escuelas que prometió el PRO y hoy hay más de 50 mil chicos y chicas sin vacantes? Esto tiene que estar mirado de cerca por el gobierno nacional. Jurisdicciones como CABA no están pensando en esto”. De hecho, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, elogió la propuesta pero ya avisó que el distrito no implementará los fondos que mande Nación para ampliar el horario regular sino, a lo sumo, para sumar proyectos de jornada extendida y escuelas abiertas los sábados para clases de refuerzo. «
Preocupación sindical
Para un docente que trabaja en dos turnos de jornada simple en nivel primario, el cambio podría implicar pasar de una jornada laboral de ocho a diez horas. Esa es solo una de las posibles consecuencias de la ampliación horaria que preocupa a nivel sindical.
“Desde Ctera planteamos el rechazo de toda modificación del sistema educativo que vulnere los derechos laborales, que implique una sobrecarga en el trabajo docente y que no esté orientada hacia la cualificación del sistema educativo”, esgrimió mediante un comunicado la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina.
Ademys, por su parte, expresó que “de ningún modo esto promoverá una mejora en términos educativos y de aprendizaje” y acusó que “el gobierno impulsa una medida que responde a los intereses empresariales, poniendo a las escuelas como guarderías donde depositar a las niñeces durante más horas”.