El megaproyecto de Vaca Muerta representa en la Argentina la apuesta política de mayor envergadura para producir energía. Ello queda nuevamente demostrado con el flamante anuncio del actual presidente de habilitar una sede de la Secretaría de Energía en la Provincia de Neuquén, corazón de la extracción y producción de hidrocarburos no convencionales. La formación geológica sitúa a la Argentina a nivel mundial en el segundo lugar con reservas de gas y en el cuarto de petróleo de estas características.
La controversial técnica para extraer estos recursos de difícil acceso conocida como fracking, inauguró a inicios de la década pasada una nueva etapa en la producción de energía en el país, no sólo porque prometía resolver el problema de autoabastecimiento interno (utilizamos un 54% del gas y un 31% del petróleo) sino además, porque el consumo a nivel mundial de combustibles fósiles ascendió en el último lustro. Ello promueve esperanzas nacionales en mejorar el perfil exportador y obtener divisas.
A tono con esto y habida cuenta de los impactos de estas fuentes de energía en la aceleración del cambio climático, actores políticos, tecnocráticos y grandes grupos empresariales dedicados a la actividad hidrocarburífera a nivel global ubican al gas natural con un rol fundamental en el proceso de la transición energética hacia una sociedad post fósil. Ello debe ser sin embargo debatido.
Por un lado, la extracción del gas conlleva una menor emisión de gases de efecto invernadero, un 50% más bajo en relación con el carbón, y con una diferencia del 30% con el petróleo. No obstante, quienes afirman los beneficios de este combustible no consideran que su extracción y quema pueda generar más emisiones que las publicitadas. Existen emisiones “fugitivas” si se contabilizan las que suceden en toda la cadena de extracción y que implica las etapas de exploración, extracción, tratamiento, producción y transporte. Sumado a ello, la técnica del fracking produce escapes de metano tanto por el venteo y la quema de gas, como por la liberación del gas de la corteza terrestre.
Conjuntamente, el proceso extractivo del gas natural requiere grandes obras de infraestructura. Los lobbys empresarios invierten cuantiosas sumas de dinero para convencer a la dirigencia política y a la sociedad que el gas natural es una fuente limpia, obturando el desarrollo de las energías renovables.
A su vez, no se ponderan los efectos en los territorios de las obras para trasladar el gas, que implican desalojos de poblaciones a lo largo de la ruta de los gasoductos, conflictos asociados a la interrupción de espacios comunitarios indígenas, y la afectación de la vida cotidiana de distintos grupos sociales.
Los impactos sociosanitarios, ambientales, territoriales y económicos que está generando la explotación de Vaca Muerta requieren ser reflexionados en relación con la producción de energía en el país: sismos de carácter antropogénico, intervenciones violentas sobre territorios comunitarios, derrames, contaminación de acuíferos, requerimiento de significativas sumas de dinero público invertidas para infraestructuras que sostengan la actividad, y la emisión de gases de efecto invernadero, son algunos de ellos.