Durante la primera etapa de la penúltima jornada de exposiciones en las Audiencias Públicas innformativas por el aborto legal seguro y gratuito entre las exposiciones se escuchó la de Alejandra Darín, presidenta de Asociación Argentina de Actores. Sin embargo, la nota la volvió a dar Mariana Rodríguez Varela, conocida también como «La loca del bebito».
La pena de muerte no existe en el Código Penal argentino, no existe para el peor delincuente, para el delincuente más cruel, no existe para el violador serial, ni siquiera para la violación seguida de muerte. Sin embargo, más de 70 diputados firmaron un proyecto a pena de muerte por el niño por nacer, pena de muerte para un inocente, dijo al comenzar su exposición Rodríguez Varela presentada como docente.
No quieren llamarlo niño pero lo reconocen como humano y pretenden eliminarlo por ser un hijo no deseado. Las mujeres no hacemos magia, deseado o no deseado ese niño siempre es un ser humano, una sola célula bastaría de su cuerpo durante el embarazo para comprobarlo. Siempre es uno de nosotros, agregó.
La mujer mostró un video y dijo que un aborto a las catorce semanas supone quitarlo del vientre de su madre de a pedacitos. El niño por nacer se transforma en un esclavo, su cuerpo tiene un dueño que decide cómo y cuándo mutilarlo.
Hacia el final de su exposición sostuvo piden el aborto por violación. Un ser humano fruto del amor y un ser humano fruto de una violación no se diferencia en nada.
Durante la tarde continuaba el debate que tendrá su jornada final el jueves 31 de mayo.
Una de las primeras en abrir la jornada fue la actriz Alejandra Darín: En Argentina se realizan cientos de miles de abortos, 55 millones en el mundo entero según la Organización Mundial de la Salud. La realidad nos indica que en nuestro país esos abortos, por ser ilegales, se llevan a cabo en condiciones miserables y en muchos casos, de extrema insalubridad. Negar la realidad o tener una actitud hipócrita ante ella no nos ayuda a enfrentarla, y es sabido que nada resuelve.
Detrás de cada mujer que aborta hay necesariamente un hombre. Pero a nadie se le ocurriría el absurdo de condenarlo a la cárcel, a la mutilación o a la muerte por eso. En cambio, el absurdo se vuelve castigo para una mujer, a punto tal de ser condenada por un aborto espontáneo, como Belén en Tucumán, por ejemplo, detenida en marzo de 2014, condenada en mayo de 2016 y absuelta hace pocos días, luego de estar presa dos años, continuó.
Queremos un Estado al que le importen las personas, sin discriminación, ni prejuicios. Un Estado que deje de ser cómplice de los crímenes que se cometen contra las mujeres y del negocio turbio practicado sobre nuestros cuerpos, que supone el aborto clandestino, afirmó Darín.
Las actrices y los actores sabemos el valor que tienen los silencios, tanto como lo tienen las palabras. Y ya que hablamos de tiempo, quiero pedir por último un momento de silencio y reflexión, en memoria de todas las mujeres que han muerto en abortos clandestinos por la indiferencia de un Estado que, hasta ahora, no supo ser justo, finalizó.
En la primera parte de la jornada, expusieron a favor Analiza Astudillo, la periodista Florencia Alcaraz, Alejandra Darín, Gabriel Lerner, Carlos Lista, Laura Giosa, Karen Torres, Alcira Fynn, Sebastián Rovira, Lucila Szwarc, Daniela Yozzi, Mario Pecheny, Patricia González Prado.
En contra, dieron sus puntos de vista Ana María García Martin de Parini; Cecilia Beatriz Molina, Noelia Fernanda Días, Jazmín Miño, Hector Gustavo Dimonaco; Mariana Rodríguez Varela, Mariano Asla, Claudia Raquel Fernández, Humberto Messones, Lorena Bolson, Paula Correa, Nigea Wurfel, Carlos Hadad, Miguel Soler.
Exposición completa de Alejandra Darín:
«El tiempo nos atraviesa. Atraviesa cada una de nuestras vidas y cada una de nuestras vidas, a su vez, atraviesan el tiempo de la humanidad que nos ha tocado vivir. Somos tiempo, también, por ejemplo, para darnos este debate, que no es un debate sobre el aborto sino sobre la necesidad de legislarlo, para que dejen de morir tantas mujeres, para que dejen de ser condenadas tantas, y tantas otras dejen de ser mutiladas para siempre. Un debate fundamental como para haber sido tan largamente postergado.
En Argentina se realizan cientos de miles de abortos, 55 millones en el mundo entero según la Organización Mundial de la Salud. La realidad nos indica que en nuestro país esos abortos, por ser ilegales, se llevan a cabo en condiciones miserables y en muchos casos, de extrema insalubridad.
Negar la realidad o tener una actitud hipócrita ante ella no nos ayuda a enfrentarla, y es sabido que nada resuelve.
La humanidad se desarrolla en el tiempo a pesar de los tiempos que nos tomamos, a pesar de la hipocresía y la crueldad de tantos. Y es en ese devenir del tiempo de la humanidad que las mujeres, sin importar nuestra edad, ni nuestra clase social, sin importar nuestras creencias, ni ninguna otra variable, hemos sido y seguimos siendo estigmatizadas:
Brujas. Tortas. Gordas. Frígidas. Viejas. Rubias tontas. Locas. Negras. Feminazis, últimamente
Una larga lista inagotable, repleta además, de términos insultantes que por consideración a este debate preferimos no reproducir, que todos conocemos, y que sólo definen a quien los profiere.
Calificativos que pretenden humillarnos, herirnos de muerte, ahogarnos en el silencio. Cada una de nosotras sabe de esa opresión. En la calle, todas. En el trabajo, muchas. Y algunas, aún, hasta en sus propias casas. A tal punto estamos estigmatizadas que circula por ahí la malsana e intencionada costumbre de algunos de intentar establecer que si reclamamos por los que consideramos nuestros derechos, e incluso si reclamamos por nuestra vida, nos estamos victimizando. Para que quede claro de una vez por todas: no necesitamos hacerlo
somos víctimas. Y es ESO lo que venimos a cambiar, en la calle y acá.
Detrás de cada mujer que aborta hay necesariamente un hombre. Pero a nadie se le ocurriría el absurdo de condenarlo a la cárcel, a la mutilación o a la muerte por eso. En cambio, el absurdo se vuelve castigo para una mujer, a punto tal de ser condenada por un aborto espontáneo, como Belén en Tucumán, por ejemplo, detenida en marzo de 2014, condenada en mayo de 2016 y absuelta hace pocos días, luego de estar presa dos años.
Se vuelve castigo hasta para nenas de 10 o 12 años, obligadas a ser madres luego de sufrir reiteradas violaciones.
¿En qué momento se nubla la razón?
¿En qué momento se pudre el corazón?
¿Cuánto tiempo más va a pasar para que dejen de condenarnos y castigarnos por ser mujeres?
¿Cuánto tiempo más para dejar de decirnos qué y quiénes somos y qué debemos hacer con nuestra vida?
¿Cuánto tiempo más para que el Estado, finalmente, decida proteger los derechos, las elecciones de vida y la vida misma de una mujer?
Queremos un Estado al que le importen las personas, sin discriminación, ni prejuicios. Un Estado que deje de ser cómplice de los crímenes que se cometen contra las mujeres y del negocio turbio practicado sobre nuestros cuerpos, que supone el aborto clandestino.
Las mujeres tenemos memoria. Memoria de nuestro dolor y del dolor ajeno, pasado de generación en generación. Y tenemos una profunda gratitud hacia las mujeres que nos precedieron en el camino de nuestra lucha. Y nos basta recordar a algunas de ellas para sentirnos convocadas todas.
Cecilia Grierson, primera médica de nacionalidad argentina, luchadora inclaudicable por el acceso de las mujeres a la educación.
Julieta Lanteri, también médica, que por su enorme convicción en 1911 se convirtió en la primera mujer que votó en Argentina y Sudamérica, y en 1919 fue la primera mujer en ser candidata para ocupar una banca en esta Cámara de Diputados de la Nación.
Otros tiempos de una Argentina en la que el derecho a la educación y el derecho a la participación política estaban absolutamente vedados a las mujeres.
Fue Lanteri quien dijo: Mis actos son una afirmación de mi conciencia, que me dice que cumplo con mi deber, una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar.
Las actrices y los actores sabemos el valor que tienen los silencios, tanto como lo tienen las palabras. Y ya que hablamos de tiempo, quiero pedir por último un momento de silencio y reflexión, en memoria de todas las mujeres que han muerto en abortos clandestinos por la indiferencia de un Estado que, hasta ahora, no supo ser justo.
Educación sexual para decidir.
Anticonceptivos para no abortar.
Aborto legal para no morir.»