Después de pasar tres años preso, Tobías tuvo la semana pasada una primera salida transitoria de la Unidad Penitenciaria de San Martín en José León Suárez, provincia de Buenos Aires. Días más tarde, en una charla con sus compañeros, contó que lo primero que hizo tras salir del pabellón y cruzar las rejas fue detenerse y respirar cinco veces, como le había enseñado su profesora Isabel en las clases de yoga. Y lo repitió varias veces camino a su casa. Como una forma de vivir en profundidad esa salida, poniendo en práctica lo aprendido en esos encuentros en los que los pabellones se cubren de mats y concentración.
El proyecto Moksha Yoga en la Cárcel nació en 2015. Siete años después y tras una postergación obligada por la pandemia, acaba de sumar a las clases en las tres unidades del penal de San Martín un profesorado de yoga al que asisten 25 personas privadas de su libertad y un directivo penitenciario, todos igualados en condición de alumnos. “Que él también venga genera algo muy interesante dentro de él y de los chicos. Por lo que sucede ahí: vernos todos como seres humanos. En la clase de yoga somos todos iguales, tratando de transformar y ser mejores personas”, dice Isabel Aldao, profesora y una de las fundadoras de Moksha.
La iniciativa, que apunta a que “el tiempo de encierro sea una oportunidad de concientización y transformación hacia una nueva forma de estar en el mundo”, surgió de la mano de otra experiencia inclusiva: el equipo de rugby Los Espartanos, que sale a la cancha desde 2009 también en la Unidad Penitenciaria de San Martín. “Fuimos un jueves en 2015. Nos recibieron muy amablemente y a partir de ahí empezamos a ir todos los jueves. En un primer momento ni lo pensé, no tenía idea. Hoy es una locura”, comenta Aldao. Lo que comenzó con un grupo de cinco profesores voluntarios recién recibidos creció hasta llegar a las unidades 46, 47 y 48 de la cárcel, en 14 pabellones con más de 400 alumnos y alumnas. Se trata de una experiencia pionera en el país, que existe también en México, Uruguay y Estados Unidos.
Para Camilo, privado de su libertad y alumno, el yoga «significa unión, unidad con uno mismo. A mí el yoga literalmente me ayudó espiritualmente, mentalmente, físicamente y vincularmente. Porque me ayudó a volver a relacionarme con los vínculos que había perdido. A poder liberar todo el dolor que tenía y recibir todo el amor que me faltaba. Es una virtud poder aprender cada vez más de esta herramienta». A través del whastapp de su profesora, agrega: «Una de las cosas que es súper importante registrar es cómo te va desenvolviendo, sacando de todos los nudos. El yoga te da lo que te quitó la vida, en pocas palabras. Eso es lo que me pasa a mí».
“Después de siete años de transformación, veo que es a todo nivel. Cuando entramos a los pabellones son grises, oscuros. A medida que va pasando el tiempo los chicos los van pintando, los van arreglando. Nos esperan con el mat listo para arrancar. Hay luz dentro del lugar, chicos y chicas están impecables, preparan el salón, lo limpian, es una transformación de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro”, describe Aldao, en diálogo con Tiempo. El proyecto es “sin fines de lucro y nace del deseo de colaborar a construir una sociedad que incluye y da segundas oportunidades, fomentando así la baja reincidencia en ámbitos carcelarios”.
La profesora recuerda algo que pasó en una charla sobre compasión, en el marco de las clases dentro del penal. “Uno de los chicos me decía que hacía 4 años que estaba preso y que ahora está en un pabellón donde siente que no quiere hacerle mal a nadie. Donde todos son amigos, donde hay fraternidad y todos se acompañan. Que eso nunca le había pasado en su vida, y menos en un penal. Que sentía paz: esa fue su frase. Y eso es lo que estamos viendo, lo que está sucediendo. Por supuesto que a veces hay líos y problemas, como en todos lados, pero la gran parte del día hoy ellos están en armonía, y eso ya es un montón dentro de una cárcel”.
Cómo colaborar
Para que el proyecto pueda seguir creciendo, necesita ayuda. La colaboración puede ser tanto dentro como fuera de la cárcel. Por un lado, profesores y practicantes voluntarios pueden aportar su tiempo a las clases. Por otro lado, desde afuera, se pueden apadrinar alumnos de Formación Moksha o donar mats, entre otras cosas. Contacto: www.mokshayogaenlacarcel.com.ar – [email protected] – Fb: Moksha / Yoga en la carcel – Instagram: moksha.yogaenlacarcel