Las apocalípticas imágenes de los intencionales incendios en el Delta del Paraná cobran más dramatismo en el marco de la pandemia por el coronavirus. Con la misma lógica que los espectaculares incendios que azotaron a la Amazonia y con los iguales intereses detrás: el agronegocio que corre permanentemente su frontera. El mismo agronegocio que en el gran Chaco argentino (Salta, Formosa, Santiago del Estero y Chaco) continuó desmontando durante el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO): entre el 15 de marzo y el 31 de julio de este año se deforestaron 29.229 hectáreas de bosque nativo en dicha región según un detallado relevamiento de Greenpeace. Incluso durante la cuarentena se desmontó más que en igual periodo del año pasado. Nos hemos convertido en el segundo foco de deforestación más importante en América Latina, sólo después de la Amazonía.
Por su parte resulta increíble la sorpresa de algunos funcionarios públicos ante la creciente oposición social a la instalación en nuestro país de megafactorías de cerdos controladas por China, país que tuvo que sacrificar millones de sus cerdos por una peste porcina. Estamos en medio de una pandemia, encerrados hace más de cuatro meses por un virus zoonótico. ¿Esperaban que la sociedad lo aceptara pasivamente? Debo confesar que este debate me produce un gran déjà vu, sobre todo en el falso enfrentamiento entre progreso y ambiente. Nos pasan de “Vaca Muerta” a “Cerdo Muerto” con otra historia `eldoradista´ donde finalmente el progreso se convierte en un fantasma que nunca se atrapa y conlleva gravísimas e incalculables consecuencias sociales, ambientales y sanitarias.
No puedo creer que no podamos pensar otras cosas e insistir con las mismas «soluciones», que son las que nos trajeron hasta acá… Con la expansión del agronegocio, el fracking y la megaminería tenemos a más de la mitad de los niños y niñas bajo el nivel de pobreza. La “solución” para ello es profundizar el agronegocio, el fracking y la megaminería. ¿No será el momento de debatir en serio los modelos de (mal) desarrollo que nos imponen colonialmente?
No hay país en el mundo que haya logrado un bienestar socioeconómico apelando a la sobreexplotación de sus bienes naturales, por el contrario, es la historia de nuestra región, de África, del Sur global. Ejemplo de ello es la provincia de Catamarca que, con 25 años de megaminería en la provincia, el 67% de su población económicamente activa tuvo que recurrir al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
La actual crisis sistémica nos pone ante un inédito momento de disputa de sentidos, y esa disputa hay que darlas para comenzar ya mismo una transición orientada hacia horizontes ecocomunitarios basados en una nueva relación con la naturaleza, los seres humanos y no humanos, la ética del cuidado y una justicia social y ambiental. Para evolucionar de una economía en guerra con la Naturaleza –como la que tenemos ahora- hacia una economía reconciliada con ella, como parte de ella.