Desde una perspectiva integradora, entendiendo al hombre como unidad bio-psico-social, existe una relación directa en el modo de vida actual y el incremento de esta patología en la última década. Hoy, el sistema social está atravesado por la globalización y por la supremacía capitalista, caracterizada por la primacía del consumo, que pone al individuo ante un nuevo modo de existencia.
Como síntoma contemporáneo, existe un modo de sufrimiento particular en el sujeto. El mandato de consumir en exceso lleva a una saturación, que posiciona al sujeto en la bipolaridad de «tener todo» o «no tener nada». El modo de la época se define como el sin límite y la desmesura. La existencia del hombre actual se encuentra condicionada por la dicotomía «ser o tener». Pareciría que se debe adquirir para ser. Y la sensación de vaciedad deja al sujeto sin espacio para cuestionar su deseo.
La libertad, como posibilidad de elección, parte de lo que se quiere, lo que se puede y lo que se debe. Asumir esto, ser conscientes de la propia libertad, otorga sentido a la existencia humana y permite realizar un proyecto de vida. Mientras, la cercanía virtual hace que el hombre se conecte constantemente de manera superficial y efímera, poniendo de manifiesto la fragilidad vincular y la carencia afectiva.
Cada sujeto asume los requerimientos de este nuevo modo social de manera singular. Las respuestas estarán subjetivamente condicionadas por la estructuración psíquica y las exigencias sociocognitivas. El discurso capitalista sugiere una economía psíquica diferente: hace desaparecer al hombre en su singularidad. En esta cultura, son preponderantes los vínculos laxos, inconsistentes e imperdurables; lo impredecible o que requiere responsabilidad afectiva es evitado. Y el cuerpo manifiesta el desborde que ello conlleva por el constante incremento de la ansiedad. La polaridad del todo o nada nos sumerge en una sociedad en estado de alerta permanente que incrementa de manera desmedida este tipo de trastornos. «