Rua Chaky significa Hecho a Mano en quechua. Quienes pasen después del mediodía por su local en Belén, provincia de Catamarca, lo verán cerrado. La siesta es sagrada. Pero a miles de kilómetros uno de sus ponchos de excelencia mundial es noticia. Lo tiene puesto el jugador de la selección, Lisandro Martínez, lo sube a sus redes. Se viraliza. A los pocos minutos más de 300 personas entran a comprarlo. «De todas las partes del mundo», como dijeron sus autores.
Al defensor del Manchester United le llegó por parte de Marcelo Burlon, quien lo había obtenido a través de Hand Matters, un e-commerce que exporta el talento de artesanos de Argentina y la región. «Argentina toda la vidaaaa», escribió Martínez. Pero el origen está en estas tierras, al noroeste. En la bellísima y poco explorada Catamarca.
Una vida entre hilos, tramas y prendas únicas
La distinción de los textiles que confecciona Ramón Baigorria, un telero “belicho” de Catamarca, está en su elaboración, desde el hilo hasta los colores, y en el diseño que se renueva cada año..
No hizo solo de Argentina. Años atrás participó en la Expo de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. En aquél momento le dijo a Tiempo de Viajes: “así como hice el poncho de la Bandera Argentina me pareció bien hacer el boliviano”.
“¡Los vendí el primer día de la feria! Si traía tres ponchos de cada bandera los vendía a todos”, le contó a Tiempo de Viajes mientras aguarda la visita del público a la expo a la que llegaron financiados por el Ministerio de Integración Regional y el Consejo Federal de Inversiones (CFI).
Su vida se talló entre hilos, tramas y prendas únicas. Son más de 30 años de arte textil y la quinta generación en este trabajo que tuvo sus altibajos, como todo, y que en los apátridas años 90 los llevó a fundirse. Pero empezaron de abajo. La vida y el trabajo como un tejido, paso a paso, de a poco se va entrelazando y dándole la forma final.
Suele intercalar técnicas ancestrales con elementos como anilinas. En general apela a hojitas de árboles, frutos, flores, raíces («tiñéndolas»), que utiliza para darle diferentes tonalidades a los hilos, como se denomina en esta metié y que Ramón trabaja junto con su compañera, Graciela Carrasco. Sus hijos, confían ambos, siguen por el mismo camino. Serán la sexta generación que realice «este hermoso arte», como lo llama Ramón.
Autodefinen a sus ponchos como un tejido rústico. «Sacar las impurezas, el pelo duro, la cerda, que eso es lo que pica en una prenda terminada. Se estira, se gira y se va formando la hebra», así relata los primeros pasos de la prenda. Ramón comenta otra etapa clave, como es el alisado: «consiste en tomar todos los hilos tanto de arriba como de abajo, para poder hacer la separación. Para tomar hilo por hilo utilizo un compás para que del primero hasta el último hilo tenga la misma distancia».
Rua Chaky y la pasión
Cuando uno llega a Catamarca, y recorre la “Ruta del Telar”, debe agendarse indefectiblemente al local de Ramón, Rua Chaky. Está en Belén donde los artesanos tiene sus casas, patios, ateliers o talleres abiertos para que la gente los visite.
Se los llama “belichos” por su gentilicio y en el caso de Ramón se puede conocer este mundo textil porque además de ver cada diseño y cada nueva colección, él en persona les contará los secretos de su arte y el paso a paso desde el hilado hasta la trama que monta para comenzar a tejer en el telar, que está ahí mismo en su local. Una, o uno, puede ver todo. El concepto más fiel y vivo de lo artesano frente a nosotros.
Hay sobre la pared de la derecha un cuadro donde se muestra con amorosos moñitos de lana prolijamente acomodados en tres filas pequeñas, los diferentes colores que logra. Y su referencia vegetal. Se aprende hasta con mirar cada detalle. Sobre unos estantes sobresalen los diferentes colores de cada prenda, mantas, almohadones, ruanas, ponchos. Y en una especie de escalera ancha, fabricada con ramas, se exhiben extendidas más prendas. Un deleite para la vista y el tacto. Se puede tocar.
Muchos conocen a este artesano porque ha estado en algunas Ferias Internacionales de Turismo (FIT) en el predio rural de Palermo (CABA), incluso se presentó en Buenos Aires la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho en el Centro Cultural Kirchner. Pero pocos recuerdan que hacia 2012 vivió un hecho de gran satisfacción del cual siempre va estar agradecido de haber llegado a vivirlo.
Es que luego de participar en Buenos Aires Alta Moda, sus prendas y diseños llegaron en febrero de 2012 a la Feria de la Moda en Milán (Italia) y a fin de aquel mes, también estuvieron sus colecciones en la Semana de la Moda en París (Francia).
Sus colores fuertes, sus tejidos suaves y su arte tienen sello propio y son una clave para conocer este recorrido en la Ruta del Telar en Catamarca que une a unas 50 familias emprendedoras, premiadas y trabajadoras de un arte que representa a la cultura viva.
El Papa llegó a tener un poncho de ellos, que también elaboraron otros con identidades nacionales. Por ejemplo, uno de Malvinas. «Es una actividad muy noble la artesanía. No le escatimamos horas de trabajo –describe Ramón–. Cada prenda no sabemos quién la va a usar y no sabemos cuándo se va a ir. Pero al usar el telar ya tiene un destinatario. Dicen que muchas veces es muy difícil vivir de lo que a uno le guste. A veces trabajamos de lunes a lunes 18 horas, no tenemos horarios ni feriados, pero es lo lindo eso, aparte de poder vivir nos agrada lo que hacemos, es la pasión».
El poncho, tan ancestral como actual es una de las prendas sudamericanas que nos une a lo largo de todo el territorio. Es, además, la vestimenta declarada como “prenda nacional”. Desde la cordillera hasta el mar, desde la Puna hasta Tierra del Fuego, los hay con distintas texturas, fibras, pelos y lanas. Desde el típico salteño rojo grana hasta el beige de los sanjuaninos, el que vistió San Martín, o el que exhibe un jugador de la selección campeona del mundo en el Siglo XXI. Pero todos los ponchos hablan un mismo idioma.