En sus redes, La Bicha Trava se anuncia como una editorial travesti-trans, cordobesa y cartonera, y también como un espacio artístico. Busca generar apropiación y vinculación con el contenido bajo dinámicas participativas de reciprocidad, por fuera de las lógicas de consumo mercantilista. Construye lazos de confianza con clientes porque hay un recorte explícito, político y poético.
Al comprar en La Bicha se sabe cuál es el trabajo que hay detrás. Szabine Vollenweider nos relata cómo fueron los comienzos: «Fueron locos, tenía 16 años y aún estaba en el secundario. Empezó siendo una ‘ñoñada’ colectiva por la lectura y para poder publicar nuestras voces. Nos parecía una locura pagar precios altísimos para leer. Al mismo tiempo participábamos en muchas ferias de casas culturales y casas tomadas de Río Cuarto, venían editoriales de otros lados. La primera que conocimos fue Tierra del Sur del Valle de Traslasierra, en Los Hornillos, de la casa tomada La Ronca con radio propia, El Grito y la panadería, Los Hornitos. En ese momento, empecé a darme cuenta de lo que implicaba tener una editorial autogestiva. Me regalaron libros sin conocerme, como un hecho simbólico. Justo en ese momento practicaba encuadernación, hacía bitácoras para mí y había tomado un taller en otra editorial autogestiva, Azul de Ciervo. Todo se dio en el mismo momento, como algo mágico. Junto a Azul de Ciervo y Tierra del Sur, descubrimos otro mundo de redes imbricadas con dinámicas antisistémicas. La búsqueda de autores fue cambiando. Abandonamos los clásicos “chongos cis” como una decisión política. Al principio las tapas las hacíamos con bolsas de tiendas de ropa, las bordábamos a mano, poníamos precios muy baratos, y cada libro era una obra artística. La categoría de espacio artístico abarca todo lo posible, lo que fuimos, lo que queremos ser, lo que queremos soñar. La Bicha siempre ha hecho performance en cada feria. Como editorial y espacio artístico, siendo travesti, hay un montón de potencialidades».
-Hace seis años que editan, difunden y buscan textos de personas trans, travestis, no binaries, putxs, maricas, racializadxs, indixs, gitanxs, negrxs, lesbianas, mujeres. ¿Por qué se vuelve necesario visibilizar esas producciones?
-La idea de «visibilizar» está sobrevalorada. “Visibilicemos y se resuelven todos los males.” Creo que como editorial queremos nombrar todas estas categorías, sabiendo que son categorías dinámicas de lucha que posibilitan y abren. Distinto a lo que se piensa cuando dicen: «ay vos no son trans, sos una persona para mí». No, yo soy una chica trans, yo soy travesti y como decía Lohana Berkins, yo no tengo vergüenza de decir que soy travesti, al contrario, si volvería a nacer, elegiría ser travesti. Y me parece que La Bicha tiene esa visibilización de las categorías, no desde lo políticamente correcto para mostrar que existimos y punto. Sino para visibilizar como estrategia, como denuncia y lucha, y como un puntapié para construir. Construir desde las palabras, desde el arte, desde el discurso, desde el diálogo, desde la construcción comunitaria otro mundo posible, y agarrar las palabras que usaron para hacernos daño y hacerlas nuestras, como decía Lohana.
-¿Cómo es el proceso del trabajo autogestivo de la editorial? ¿Y hacia dónde se proyecta?
-Tener una editorial autogestiva implica hacerse cargo de todo. La búsqueda y selección de textos, ver si puedo charlar con sus autores, -si viven-, pensar posibilidades de pago, la edición, corrección, encuadernación artesanal, costuras a mano y confección de las tapas de cartón recuperado. Ahí se abre otra posibilidad que estoy gestando con recuperadoras urbanas, mujeres o chicas trans. Luego, la distribución, que por ahora es venta directa y es lo que más me gusta, como hecho político en sí mismo. De a poco estoy charlando con librerías y talleres de Córdoba capital, La Plata, México. La producción es de pequeña escala y tiene otro valor. Un sueño es tener una editorial más grande en dónde todos los pasos sean realizados por compañeras travas, o compañeres trans y también brindar el espacio para que puedan publicar sus libros y valorizar su trabajo.
-Hace poco participaste junto con otras editoriales como “Puntos suspensivos ediciones” de Buenos Aires y “FEA (Feminismo, Estrías, Autogestión) Editorial, de Chile, en un conversatorio titulado “Editar desde los cuerpos fuera del cis-tema del libro” organizado por La Reci, un proyecto editorial de México. ¿Cómo es encontrarse con otras experiencias similares? ¿Qué significa por fuera del cis-tema del libro?
-Yo creo que la razón por la que sigo pechando este proyecto es por los encuentros con otres. Gracias a los tejes, uno: puedo existir, dos: puedo seguir existiendo y tres: puedo soñar. En realidad sería, puedo sobrevivir, vivir y puedo soñar. Y me parece necesario generar momentos de encuentro, diálogo y discusión. Capaz hay una compañera trans en el medio de Formosa o Santiago del Estero, que está teniendo una editorial también. Y esos encuentros nos sirven para poder pasarnos data y hacer tejes, (en carrilche). Porque habitamos por fuera de este mundo que nos expulsa y decidimos hacer otra cosa. Ahora nos están haciendo creer que estar afuera del “cis-tema” es una carga. Y lo digo con todo el privilegio que implica esto. Y creo que nos hacen descreer de nuestras propias prácticas como travestis, buscan que nos incluyamos en este mundo que fue hecho sin nosotras y nosotres. De base nuestra existencia está negada. Yo no soy una mujer, nunca voy a ser una mujer cis. No lo busco a pesar de que todo el tiempo el mundo me plantee que lo tengo que ser para poder vivir bien y poder estar cómoda. Somos travestis, somos trans, somos no binaries, y eso nos posiciona por fuera. No hay que desconocer que todos estos tejes, todos estos idiomas, lenguajes como el carrilche, si bien existen en oposición a este sistema, existen desde lo abyecto. Y el «cis-tema» niega las herramientas para que podamos autogestionarnos y lo que hace es distribuir y administrar la miseria, con clientelismo, asistencialismo, con el cupo trans que está bien pero habitan contradicciones.
-¿Cómo ves el contexto actual y las políticas públicas en materia de género respecto al acceso al trabajo? ¿Cómo llegan esas políticas a los espacios de autogestión?
-A mí me gusta hacer más preguntas que dar respuestas. Estamos en momentos de hablar en plural, y decir: «yo no digo” sino que «decimos» porque yo no soy la única y hay compañeras que también piensan desde múltiples territorios. La Bicha dice porque «decimos». Decimos que está muy bien que exista el cupo, pero nos preguntamos: ¿el Estado necesita de una legislación para incorporar personas trans, cuando sigue contratando personas cis? Necesitamos una ley que ampare y proteja, pero como pasa con la Ley de Identidad de Género, las listas de espera para operarse son de cinco años y a mi en la calle me siguen discriminando igual. Las cosas no cambian de un día para otro. El cupo trans es una lucha hermosa, porque si bien será implementada desde arriba es una lucha que se viene dando desde las bases por compañeras trans como Diana Sacayán, Lohana Berkins, Nadia Echazú, nuestras muertas y nuestras vivas. Hay que saber manejar las contradicciones, existe el cupo pero eso no quiere decir que me calle como trava, tengo compañeras que pasan hambre hoy. Hay una “administración de la miseria” cuando te dicen «ustedes no pueden hacer eso, tienen que hacer esto.” Por ejemplo, con cinco compañeras trans de Formosa, Córdoba, Río Cuarto, San Luís y CABA, nos anotamos en el plan Producir, dentro de un proyecto orientado a la comunidad LGBTIQ+. Pasamos días redactando nuestro proyecto editorial pero nos dijeron que era más para comedores o cooperativas textiles de un mismo territorio.
Catálogo «Bichero»
En el catálogo “bichero” se pueden encontrar las plumas de La Pedro Lemebel, Claudia Rodríguez, Naty Menstrual, Quimey Ramos, Maite Amaya, Néstor Perlongher, Lohana Berkins, Violeta Parra, val flores, Amaranta Gómez Regalado, Papusza (Bronislawa Waj) y muchos compilados de “Poesía para ranchar”, de diferentes autorías activistas contemporáneas.