Cuando llega el verano y empezamos una nueva relación, se nos plantea la pregunta: ¿vacaciones sí o vacaciones no con nuestra nueva relación?
Tenemos ganas, la idea nos seduce pero también hay temores y algunos interrogantes. El proyecto debe ser gestado en conjunto, no es el proyecto de A, en el que B se suma. ¿Qué esperan de las vacaciones? ¿Un momento para poder estar en soledad con la pareja con la que aún no conviven, un viaje de aventuras y turismo extremos, conocer destinos, una primera experiencia de nueva familia ensamblada? Acordar eso no es menor, porque nos permite ajustar detalles y comentar distintas alternativas, o conjugar intereses y expectativas.
En general recomendaría no pensar en programas muy largos. Cuando la pareja es muy nueva y aún no han convivido, pensar en dos semanas es un montón de tiempo. Sugeriría escapadas cortas y el poder quedarse con ganas de más y de quizás organizar otra salida pronto. Fin de semana largo, o cinco días para empezar es una medida adecuada.
También es bueno contemplar en estos casos espacios que brinden cierta privacidad y no interpretar que hacer todo el tiempo todo juntos es lo que está bueno y que eso es sinónimo de que todo está muy bien. “Flexibilidad” debería ser la palabra de cabecera. Son nuevas dinámicas las que se pondrán en juego.
A veces las vacaciones son una excusa para construir más confianza. Si leo un libro en la playa no significa que no quiero hablar. Si mi pareja juega al vóley, no es que yo no le interese y no quiera estar conmigo. Si su hijo o hija pregunta por su otro padre o madre, no significa que no me acepte. Si mi pareja comenta que aquí estuvo con alguien a quien amó en el pasado, no me está descalificando. Vacaciones y no drama.
El tiempo de vacaciones es un tiempo sin las reglas de todo el resto del año y sin esas presiones, pero no es la vida diaria; por esa misma razón no hay que apresurarse con las conclusiones. Si se llevan bien, no exageren pensando que la vida cotidiana es igual de idílica. Pensar en una convivencia es un proyecto en sí mismo, más aun cuando hay niñes involucrados.