Aunque no figuren en los listados de mayor audiencia en Argentina, los medios sin fines de lucro están ahí: con menos recursos y afianzados en sus comunidades y ciudades, intentan competir por un espacio con las grandes empresas concentradas del mercado. Tienen una mirada de la comunicación como un derecho, independiente de los grandes poderes económicos y alejada de la batalla mainstream por los clicks y la mercancía de la información.
Son señales de radios, canales de televisión, medios gráficos y online que en total suman más de 400.
Dentro de este sector se encuentran los medios “recuperados” por sus trabajadores para generar puestos de trabajo donde los empresarios dejaron edificios vacíos y deudas, un grupo cada vez mayor y que crece con cada crisis económica. La particularidad de estos últimos años, con la prensa de todo el mundo en crisis, es que los medios encabezaron el ranking de empresas recuperadas: entre 2016 y 2018 se crearon ocho, cifra que produjo que se duplicara el número total en el país.
Entre estos medios se encuentra Pulso Noticias, de la ciudad de La Plata, que volvió a salir en papel mientras se desarrollaba la investigación de MOM Argentina. Pulso es la última cooperativa de medios creada tras el vaciamiento empresarial en 2018. Está integrada por una veintena de ex trabajadores del Diario Hoy y Radio Red 92, ambos de La Plata y propiedad de la familia Balcedo. Si bien comenzaron como un portal de noticias, a más de un año de quedarse sin trabajo, indemnización ni amparo legal, volvieron a la calle con una versión impresa especial para el 8 de marzo, el día del Paro Internacional de Mujeres.
Con mucho esfuerzo, en 5 días lograron armar un especial e imprimir 1000 ejemplares que se vendieron durante la movilización de mujeres con el claro objetivo de repetir la iniciativa en breve y lograr instalar, aunque sea una vez al mes, otro periódico en papel más allá del tradicional diario El Día, único en la capital de la provincia de Buenos Aires luego del cierre de Hoy.
Experiencias como esta se viven desde hace muchos años, pero se acentuaron en los últimos tres. Los primeros medios autogestionados que surgieron en 2016 son los que pertenecieron al Grupo 23, vaciado por Sergio Szpolski y Matías Garfunkel. De allí surgieron a comienzos de ese año Tiempo Argentino – Dueños de nuestras palabras, la web Infonews y El Argentino Zona Norte, que no logró tener continuidad. Le siguieron El Ciudadano de Rosario, que el Grupo Indalo cerró y en su formato cooperativo es el único diario que compite con La Capital (Grupo América, en proceso de venta), y La Nueva Mañana de Córdoba, como alternativa a La Voz del Interior (Grupo Clarín). Ese mismo año nació La portada de Esquel y en 2017 El Correo de Firmat, en Santa Fe.
Según el informe anual que realiza el Programa Facultad Abierta que coordina Agustín Ruggeri en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina hay 384 empresas recuperadas de las cuales 38 surgieron desde la asunción de Mauricio Macri como presidente.
De ese total, se pueden contabilizar al menos 19 medios de comunicación entre radios, diarios y portales web. Los más recientes se sumaron a experiencias como la de El Independiente de La Rioja, que en 1971 se convirtió en el primer diario cooperativo del país luego de 12 años de funcionamiento. El Diario del Centro, de Villa María (2001), y Comercio y Justicia, de Córdoba (2002), fueron recuperados durante la crisis que significó el final del gobierno de la Alianza. En 2012 nació la revista Cítrica, creada por ex trabajadores del diario Crítica en 2012. La mayoría de ellos se reunieron recientemente en Buenos Aires para conformar una red de diarios autogestionados, que da sus primeros pasos.
“Percibimos que durante esta crisis se igualaron y superaron las consecuencias de la crisis de 2001. En esos años se recuperaron diarios completos (con sus plantas impresoras). Ahora son medios más chicos o que salen en la web. Vemos que crece nuestro sector, pero, al mismo tiempo, eso significa una involución en los empleos formales”, señala Julio Delgado, presidente de la cooperativa que edita el diario El Independiente de La Rioja y titular de la Federación Asociativa de Diarios y Comunicadores Cooperativos de la República Argentina, que agrupa a 28 medios autogestionados.
“Yo creo que es una alternativa real, un camino concreto de poder brindar a todos y a todas la posibilidad de tener el derecho de acceder a información fidedigna. Los medios autogestionados brindan esta posibilidad frente a un discurso único de las empresas de medios concentradas. La lucha es despareja porque la diferencia de escala y recursos lo hace muy difícil. Nuestras inversiones son lentas y van detrás de los ritmos de las tecnologías porque priorizamos a los trabajadores”, resume Delgado.
La organización de una comunidad para tener sus propios medios de comunicación no es una novedad y lleva ya varias décadas de recorrido vinculado a movimientos sociales, sindicales o políticos. Sin embargo, los costos de insumos básicos como el papel, la posición dominante de los grandes grupos empresarios y la falta de políticas públicas para incentivar al sector hicieron muy difícil crear y sostener estos emprendimientos. La crisis actual del modelo de negocios de la prensa tradicional también pega con fuerza sobre ellos. A los medios autogestionados podrían sumarse además medios universitarios, de institutos terciarios y escuelas en todo el país que cumplen una función comunitaria aunque su forma legal es estatal.
Con el mismo espíritu que muchas de los diarios recuperados, también nacieron cientos de publicaciones que decidieron editar sin patrones y que se agruparon para conformar la Asociación de Revistas Culturales e Independientes (AReCIA), una potente voz del sector que representa a más de 170 medios.
Si bien tienen temáticas muy variadas, desde la satírica Barcelona, THC, sobre marihuana, y Kiné, una de las más antiguas, sobre “lo corporal”, todas sostienen “el espíritu de la autogestión y la independencia de los sectores comerciales del poder”, señala Franco Ciancaglini, editor de la Revista Mu, que publica la cooperativa La Vaca, una de las impulsoras del colectivo en 2012.
La libertad para definir su agenda y la independencia comercial se la dan los propios lectores. “Nos sostenemos a través de la venta: hay lectores que nos leen y sostienen a diferencia de otros medios comerciales que se financian con otros negocios”, destaca Ciancaglini, y señala otra de las grandes diferencias con los grandes medios: el rol de los trabajadores. “A estos medios comerciales tan grandes los veo muy camaleónicos, pero claramente el factor de ajuste son los trabajadores y ahí hay una diferencia abismal con los medios autogestivos, que parten de la voz de los trabajadores y de la construcción de cada una de esas personas que las integran”.
El sector representado por AReCIA creció en los últimos años a pesar de los aumentos de los costos de producción. “En los últimos años han sucedido dos cosas: muchas de las revistas gráficas se pasaron al formato digital por los costos del papel y la concentración en toda la cadena gráfica, papel, distribución y venta. Eso ha golpeado a las revistas, que vivimos de la venta. Y por otro lado, si bien vemos bajas, también hay nuevas revistas que están naciendo en este contexto. Cuando todo tira para abajo, la autogestión es una salida que ya está en el inconsciente”, explicó.
Las radios comunitarias son la rama más extendida y organizada entre los autogestionados. Son 215 en todo el país las que siguen funcionando, según el relevamiento que realizaron investigadores de universidades nacionales para el informe “La multiplicación de los medios comunitarios, populares y alternativos en Argentina. Explicaciones, alcances y limitaciones”.
Con la vuelta de la democracia y la llegada al país de los equipos para transmitir en Frecuencia Modulada, las radios comunitarias tuvieron su vigoroso comienzo a fines de la década de los ´80. La regulación vigente hasta 2009, sancionada por la última dictadura militar argentina, impedía a cualquier organización privada que no tuviera fin de lucro acceder a una licencia de radiodifusión. Por esta razón, decenas de radios surgieron al margen de la ley. Muchas de ellas aún continúan, como FM en Tránsito de Castelar (Buenos Aires), FM Alas, de El Bolsón (Río Negro) o FM La Tribu de la Ciudad de Buenos Aires. Tras un fallo de la Corte Suprema de Justicia y la consecuente modificación de la regulación en 2005, comenzó una política de reconocimiento de estas radios y a partir de 2008, con el debate de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aprobada en 2009, se produjo otro oleaje de nuevas radios: el 68% de las FM comunitarias actuales surgieron a partir de esa época. Esto fue así gracias al reconocimiento del derecho de estas organizaciones a obtener una licencia de televisión o radio y a la creación de un fondo de fomento a estos medios (FOMECA).
Al igual que los medios impresos con los incrementos en el costo del papel, las radios comunitarias sufren los últimos aumentos en las tarifas de electricidad que, en la Ciudad de Buenos Aires por ejemplo, tuvo un incremento de más del 1.500% desde 2016. También lo sufren sus anunciantes, pequeñas y medianas empresas afectadas por la crisis económica.
Al aumento de los costos y la caída de los ingresos se les suma la vulnerabilidad que tienen ante las demoras del Estado en regularizar sus licencias para emitir y la escasa distribución de los Fondos de Fomento Concursables establecidos por la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Pablo Antonini, titular del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO) que nuclea a 120 emisoras en 21 provincias, agrega a estas problemáticas la discriminación en la pauta publicitaria estatal y el rol represor que adoptó el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), al sumar a sus funciones la posibilidad de declarar la ilegalidad, la clausura, el decomiso o secuestro de equipos si una radio interviene con el espectro aeronáutico. Estos fueron los casos de FM El Grito en Córdoba, FM Ocupas en la localidad de Moreno en Buenos Aires y de FM Sol y Verde de José C. Paz en la misma provincia, por citar algunos ejemplos.
“Todo eso configura una situación muy complicada, que si no ha derivado en cierres de más medios es porque tenemos una historia y estrategias para sobrevivir. Tenemos a favor que hay una comunidad involucrada y un colectivo que lo lleva adelante. Pero no queremos solo sobrevivir sino que entendemos que nuestra función está en el derecho a la comunicación, a la pluralidad de voces, y esto repercute en la calidad de lo que se puede producir, porque la energía que teníamos en la generación de contenidos la estamos volcando a la supervivencia”, señala Antonini.
Las señales comunitarias de televisión también tuvieron sus comienzos a fines de los ´80 y principios de la década del ´90, pero ninguna logró seguir funcionando. Actualmente hay 10 en todo el país que surgieron a partir de 2009, pero tres cuentan con licencia y sólo dos de ellos fueron habilitados para integrarse a la Televisión Digital Abierta: Barricada TV y Pares TV (Luján). El camino no fue fácil, ya que luego de ser habilitados en 2015 debieron dar una larga lucha contra el Grupo Clarín que, con Canal 13, intervenía su señal. Orden judicial mediante, le tomó más de un año al Enacom resolver la situación y mudarlos de frecuencia. Ahora volvieron a recurrir a la Justicia ya que otra vez son perjudicados por las cableoperadoras Cablevisión, también del Grupo Clarín, y Telecentro, del Grupo Pierri, que se niegan a incorporarlos en la grilla de televisión paga.
“El Enacom tiene que cursar notificaciones para que ellos nos levanten. Estamos judicializando el reclamo pero no deberíamos porque durante todo ese tiempo no podemos ingresar por cable y nos quedamos sin poder encontrarnos con nuestra audiencia”, indica Natalia Vinelli, directora de Barricada TV y titular de la Coordinadora Nacional de Televisoras Alternativas, que reúne a 6 de esas señales.
Al igual que las radios, los canales comunitarios también se encuentran en una situación de vulnerabilidad ya que la mayoría no cuenta con licencia ni con un respaldo económico. Antena Negra TV, por ejemplo, debió salir del aire a fines de 2018 luego de que la justicia federal le decomisara dos veces sus equipos transmisores y les iniciaran causas penales a sus integrantes por interferir una señal de la multinacional de seguridad Prosegur.
“Una de las barreras que impide que el sector pueda desarrollarse es la concentración. De propiedad, de línea editorial, de mercado, de audiencia. Concentración que impide la diversidad de fuentes, pluralidad de voces, que circulen otras miradas de mundo”, explica Vinelli. Y agrega: “Es difícil pensar que medios chicos podamos ser un contrapeso, pero tenemos que pelear para ocupar ese espacio que no debería ser una pelea solo de los medios comunitarios sino de toda la sociedad. El gran desafío es alcanzar audiencias masivas y poder poner en circulación otras miradas del mundo”.