Falta el abrazo colectivo tras rendir el examen final, el ritual de familiares y amigos enchastrados con huevos y harina, la reunión en un bar, en casa, quizás una fiesta de graduación. Para muchos pueden resultar simples banalidades, pero tras varios años de estudio, muchos estudiantes esperan ese momento luego de sortear los múltiples obstáculos de una carrera universitaria. Se van a recibir. En estos últimos cinco meses de pandemia, la universidad pública sostuvo su estructura a pleno, de modo remoto, virtual, y permitió que cientos de alumnos se gradúen o estén próximos a hacerlo. Tiempo reunió el testimonio de universitarios que, aún en tiempos de aislamiento y lejos de los claustros, cumplieron su cometido.
Hace dos semanas, Mateo vivió uno de los momentos más importantes de su vida. Y fue en el living de su casa, de camisa y pantalón de vestir, acompañado por su mamá y sus dos hermanas y con lágrimas en los ojos. Su notebook y una aplicación de videoconferencia fueron el nexo que le permitieron transitar el acto de graduación en el que recibió su título de técnico en Gestión Ambiental de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNaHur). Aunque vive a sólo veinte cuadras de la universidad, la distancia se hizo mayor con la cuarentena, pero al cabo no fue un obstáculo.
“Como a nosotros nos cambió la ceremonia de graduación, a las y los profesores, la cuarentena les modificó la forma de dictar las materias. Debieron cambiar un montón de materiales de estudio, con actividades que empezaron de cero, readaptarse en poco tiempo, y muchos tuvieron que aprender a manejar una tecnología que venían evitando”, afirma Mateo Noya Valcarce, que tras varios años de estudio nunca imaginó un desenlace así, aunque lo recordará con satisfacción. “Este contexto hizo crecer el sentido de pertenencia que tenemos con la universidad, al ver que no se quedó solo en lo académico sino que fue más allá. En UNaHur se creó un centro de rehabilitación para personas con Covid-19 y un centro de atención telefónica, y se están adecuando los laboratorios para hacer testeos”, agrega Mateo, que seguirá sus estudios para obtener la licenciatura.
En la misma casa de altos estudios del Conurbano, apenas comenzada la cuarentena, Jorge Miranda, de 52 años, logró con esfuerzo recibirse de técnico en Energía Eléctrica. “Yo egresé en 1986 del secundario, al otro año hice la colimba y en el ’89 me anoté en el CBC para estudiar Ingeniería Eléctrica en la UBA. Se me complicó por el trabajo, los viajes, y terminé dejando. Fueron pasando los años, me casé, me mudé, y en 2015, cuando me enteré que estaba la carrera que había dejado sólo a siete cuadras de mi casa, fue como si la universidad me hubiera ido a buscar”, recuerda Jorge, que hace 15 años trabaja en una empresa de servicios de telecomunicaciones y sentía que la carrera era un desafío pendiente. Ahora, ya recibido, le apunta al título de ingeniero. “En marzo comenzó la cuarentena y en abril me recibí online. La respuesta de la UNaHur fue inmediata y por eso pude presentar el trabajo final. Faltó la fiesta con los amigos y la familia, pero recibí muchos llamados de felicitación porque en cierto modo este fue un logro colectivo”.
Agustina Vicini tiene 24 años, no hace mucho se quedó sin trabajo y comenzó entonces su propio proyecto empresarial, vinculado con lo que más le gusta: la repostería. “Tengo un pequeño emprendimiento, y la temática del trabajo final de la licenciatura que voy a presentar está relacionado con esto”. Hasta el año pasado vivió en Longchamps, partido de Almirante Brown, luego se casó y se mudó con su marido a Lomas de Zamora. Cursa las últimas materias de la Licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Lanús, y se recibirá en medio de la cuarentena con el orgullo de ser la primera generación de universitarios en su familia. “Justo el día anterior a empezar la cursada nos sorprendió el anuncio de la suspensión de clases presenciales. Si bien la universidad tenía algunas materias virtuales, no todas se desarrollaban de esa manera, así que volcarnos enteramente hacia esa modalidad fue un cambio muy grande para estudiantes y profesores”, señala Agustina. Confiesa que le generó mucha incertidumbre no saber cómo iban a desarrollarse los últimos meses de estudio. “Al principio había una sensación de optimismo, de que todo esto iba a pasar rápido y volveríamos a las aulas, pero después de la cuarta prolongación de la cuarentena vimos que venía para largo, así que seguimos con una mezcla de resignación y mucha energía para seguir adaptándonos al formato remoto. Estudiar en jogging y pantuflas es lo mejor que hay, pero sin el apoyo y el compromiso de los docentes, que redoblaron sus esfuerzos, sobre todo por una cuestión generacional, hubiera sido casi imposible”, agrega Agustina.
Hay quienes empezaron a trabajar en su área antes de recibirse. Es el caso de Alan Ramírez, que el pasado 6 de julio se graduó en la carrera de Bioingeniería de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Proviene de una familia de clase obrera y siempre vivió en la casa de su abuela, en Berazategui, hasta febrero de este año, cuando se mudó al centro de Quilmes. Su papá trabajaba en la construcción y en la crisis de 2001 quedó desempleado. Al poco tiempo comenzó a reparar computadoras en su casa para tener algún ingreso. Observándolo, Alan aprendió a arreglar algunos circuitos, y eso lo motivó a seguir una carrera técnica. Hace unos años obtuvo una beca laboral en el sector de ingeniería clínica del Hospital El Cruce, de Florencio Varela. “Gracias a la pasantía laboral y a la UNAJ se me abrieron un montón de puertas”, reconoce Alan.
Usaba como aula el hall del departamento donde hoy vive con su novia, y en ese mismo lugar fue donde se recibió hace apenas un mes. Ya graduado, Alan acaba de obtener una beca en la Universidad Católica para cursar una maestría en organización de empresas, y se anotó para seguir estudiando simultáneamente la Licenciatura en Economía en la UNAJ. “Mi trabajo final de Bioingeniería fue diseñar una alternativa al tratamiento de infecciones en vía aérea usando luz ultravioleta”, describe, y enfatiza: “Si la universidad pública no hubiese coordinado la modalidad no presencial en las aulas, si no hubiera organizado y puesto todo a disposición de los alumnos, para mí hubiera sido imposible recibirme este año”. «