El laborioso acceso al mercado global de las vacunas contra el Covid-19 y, en lo inmediato, el flujo constante de dosis que la Argentina ya tiene aseguradas, reavivaron en estos días una falsa polémica respecto de la aplicación de la segunda dosis de la vacuna, desarmada por la propia ministra Carla Vizzotti al afirmar que “todas las personas que se aplicaron la primera dosis completarán su esquema de inmunización”.
Este viernes, un artículo de la revista científica Nature allanó aun más el camino para la administración segundas dosis, al publicar un estudio que afirma que retrasar esa segunda dosis aumenta la respuesta inmunitaria. Según la investigación, los adultos mayores que esperaron de 11 a 12 semanas para recibir su segunda inyección tuvieron niveles máximos de anticuerpos más altos que aquellos que esperaron solo tres semanas.
La cuestión del intervalo entre dosis se puso de relieve en estos días, cuando para muchas personas empiezan a cumplirse esas 12 semanas o tres meses desde la primera aplicación.
Con el arribo masivo de vacunas Sinopharm en abril, se está empezando a completar el esquema de inmunización de quienes habían recibido la primera dosis de la vacuna china. Lo mismo ocurrirá con los que lleguen de AstraZeneca en la segunda mitad de mayo, que tienen la misma formulación que las Covishield fabricadas en la India, usadas para la primera dosis.
Respecto de las personas vacunadas con Sputnik V, hasta aquí se recibieron seis vacunas del componente 1 por cada dosis del componente 2. Carla Vizzotti ya detalló la estrategia de “desincronizar” la recepción y aplicación de dosis, priorizando la inmunización inicial de más personas, y postergando completar el esquema en el caso de la vacuna rusa (que es la única que tiene dos componentes distintos).
Consultada sobre la “Sputnik Light” que ofrece el Instituto Gamaleya a otros países, de una única dosis equivalente a la primera que ya se aplicó en la Argentina, y si existe una pretensión de las autoridades rusas de que el esquema se interrumpa allí, la ministra fue terminante: “Rusia no pide nada. Los esquemas de inmunización se van a completar. El contrato que se firmó con el Fondo Ruso de Inversión Directa fue por 10 millones de esquemas: el componente 1 y el 2, y se amplío luego a 5 millones de esquemas más”.
Y repitió que los intervalos entre vacunas son “mínimos, no máximos”. Sostuvo que la espera de tres meses tras la primera aplicación podría diferirse sin que se pierde eficacia inmunogénica, apuntando, dijo, “al beneficio de estirar el intervalo para poder vacunar a más gente” (con la primera dosis).
En ese sentido, la investigación publicada en Nature suma tranquilidad al confirmar que, como sucede con otras vacunas, la que previene contra el Covid genera una inmunogenicidad más robusta si se prolonga el intervalo entre dosis.
El estudio fue realizado en adultos mayores de 80 años que recibieron ambas dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech (que, en rigor, no se aplica en la Argentina), y se trata del primero que analiza las diferencias inmunogénicas entre distintos intervalos. Fue llevado adelante por el Public Health England, el organismo que ejecuta las políticas sanitarias del Reino Unido, donde inicialmente se vacunó con intervalos de entre tres y cuatro semanas.
El 30 de diciembre, las autoridades británicas anunciaron que ese intervalo pasaría a ser de 12 semanas, para escalar la vacunación con la primera dosis de más personas durante la segunda ola de Covid, sabiendo ya la alta eficacia inmunogénica de las vacunas al cabo de una sola aplicación. En paralelo, comenzó el estudio con 175 personas inmunizadas con ambas dosis con intervalos de 3 semanas y de 12.
Los investigadores midieron el nivel de anticuerpos contra la prorteína Spike del SARS-CoV-2. Y hallaron que eran 3,5 veces más altos en las personas que debieron esperar tres meses que en las que se aplicaron la segunda dosis solo tres semanas después de la primera.