Sin exagerar, Sandra Somma puede demorar entre 20 y 25 días en forjar y desbastar un cuchillo. Los hace de a uno a la vez. Se considera meticulosa y solo en la última parte –los detalles y el filo–, puede tomarse hasta una semana. Se define como la primera y única cuchillera de la Argentina. Oriunda del barrio porteño de Mataderos, donde nació su amor por los aceros filosos y sus cortes, esta mujer de 57 años transita sus días en su taller de Caseros, donde recibió a Tiempo mostrando cómo vive y despliega todo su arte en cuchillos, sí, pero también en dagas, hachas y espadas.
Sandra le dedica a su pasión gran parte del día. Primero, como lo hace religiosamente hace 20 años, atiende desde muy temprano su negocio de seguridad industrial donde comercializa artículos de uso personal e industrial, como ropa de trabajo, botines, guantes, insumos respiratorios y maquinarias para distintas empresas y fábricas. A eso de las 14 vuelve a su casa-taller y le da duro hasta la medianoche. La forja o el desbaste se puede extender aún más si ese día coordinó hacer stream con colegas de México o de Colombia. Los fines de semana se dedica de lleno a los metales, apenas corta para tomar mate y mimar a sus “bichos”: dos perros y dos gatos.
Casi como un espejo
“Toda pieza de acero la tenés que terminar lijando a mano y yo soy muy maniática al hacerlo. Me pongo música, arranco a lijar y las horas se te pasan”, cuenta Sandra a este diario. Y precisa cómo el oficio se nutre de elementos que hoy escasean: el tiempo, la paciencia y la meticulosidad: “a una pieza de Damasco, para revelarla y que quede bien, empiezo con una lija grano 180 y sigo con la 220, 240, 280, 320, 400, 500, 600, hasta llegar a 1500. El final para mí es lo más importante. Hay que dejar el acero casi un espejo”, subraya.
La cuchillera detalla que en la última acción, vuelve a pasarle una lija, en este caso 2000, “para sacarle el fosfato. Es lo que hace que en la pieza se vean los dos aceros: porque un Damasco está compuesto de dos aceros distintos, 1095 y 15N20. El primero es alto en carbono, que es lo más oscuro; mientras que el segundo tiene níquel, que es lo que brilla”, explica con la misma paciencia que aplica en los elementos filosos.
Sandra se sumergió en este mundo hace unos cinco años, aunque siempre le gustaron los cuchillos y las espadas, al igual que los autos y las motos: llegó a pistear en coches de carrera y hoy está orgullosa de sus “fierros”: un Ford Falcon modelo 91 y sus dos motos, una Yamaha y una Daytona.
–¿Cómo te hiciste cuchillera?
–De muy jovencita que me gusta ese mundo. Empiezo coleccionando cuchillos, navajas, dagas. Amo las dagas. Hasta que un día digo «pero si en vez de comprarlo ¿me los hago?». No tenía idea cómo carajo se hacían ni con qué. Yo solo los veía, me enamoraba, me los llevaba y los coleccionaba. Y ahí arranqué: No entendía nada de filos, ni de aceros. Empecé a investigar y a meterme en redes sociales.
Decidida, Sandra le preguntó a su padre –que aún vivía y quien había sido un avezado mecánico de autos–, si le sobraba algún pedazo de elástico de un coche para empezar a darle forma: “me dio uno que me dijo que era de un Falcon, porque sabía que me gustaba, quizá era de un Bergantín. Me lo traje, agarré mi fibrón y empecé a dibujar algo que me gustara. Lo corté con la moladora y en una carretilla con carbón de parrilla me armé con un ventilador de pelo una fragua que más o menos había visto en internet. Y ahí empecé con un martillo, dándole sobre un pedazo de vía de ferrocarril”.
A partir de ese momento, una buena parte del jardín de la casa de Sandra se convirtió en un amplio taller al que de a poco le fue sumando herramientas y máquinas: una prensa y una central hidráulica, una rectificadora de copa, una sierra, un horno para templar las piezas, soldadoras, guillotinas, compresores, una fragua con su enorme garrafa, taladros, pulidoras, lijadoras y morsas por doquier. “Nunca te cansás de juntar cosas porque cada una sirve para algo. La mayoría me lo fui comprando con lo que genero de mi empresa”, dice la mujer.
Las últimas adquisiciones fueron gracias al premio que le dieron por haber participado del reality show Desafío sobre Fuego Latinoamérica donde fue la única mujer del certamen y llegó a la semifinal.
Forjar y regalar
A esta altura, Sandra forjó unas 300 piezas de las cuales asegura que regaló 200. También suele realizar trabajos a pedido y su idea es armar un taller para los vecinos de la región, para lo cual está buscando trabajar con el Municipio de Tres de Febrero, a cuyo intendente (Diego Valenzuela) le entregó un cuchillo hace una semana. “Habíamos hablado y conversado que sería bueno dar un curso tanto para chicos, chicas, jóvenes y gente más grande. Estamos definiendo el lugar. La idea es crear la Escuela de Forja del Municipio de Tres de Febrero. Sería un orgullo para mí. Es un oficio del que se conoce poco”.
–¿Cómo manejás el tema de crear elementos que puedan lastimar?
–Amo lo que hago. Yo hago un push dagger muy chiquitito, es una daga, para el puño. Mayormente me lo compran para las chicas que van al colegio, padres cuyas hijas van a la universidad y llegan muy tarde, de noche; también señoras. Me inspiré porque una amiga que tiene una nena adolescente, me contaba historias que me quedaron muy grabadas. Esto te da mucha imaginación.
Filos
Al reality de History Channel, realizado el año pasado, Sandra no llegó de la mejor manera. Meses antes falleció su hermana y a los pocos días tuvo un accidente de moto donde se fracturó el tobillo. «Al viaje fui casi sin poder pisar», recuerda.
En una de las tandas del concurso latinoamericano, compitiendo con brasileños y colombianos, debieron crear un Barong Moro originario del sur de Filipinas: «es el arma nacional de los Tausugs que viven en la Isla de Sulu. Se hace con una hoja corta y ancha de un solo filo y empuñadura de marfil», explica.
Según revela, los cuchillos pueden demorarle entre 20 y 25 días, mientras le aplica diferentes lijas hasta dejarlos «como un espejo».
«Hay como un gran tabú. Eso no lo soporté nunca»
Sandra tiene un estilo particular: es tan frontal como cada uno de sus cuchillos. Así se ganó su lugar en un universo, al menos en Argentina, copado casi en su totalidad por hombres. Ella representa la excepción. «He tenido satisfacciones en todos los ámbitos de mi vida y en este más, porque imagínate que soy la única mina entre miles de cuchilleros».
–¿Por qué no hay mujeres en el rubro?
–Está todo lo que supuestamente tiene que hacer una mujer y lo que tiene que hacer un hombre. Hay como un gran tabú. Eso no lo soporté nunca. Mi santa madre fallecida soñaba con que le iba a dar un nieto. Y le dije que ni en pedo. Yo corrí en autos de carrera, ando en moto. No me privo de nada. No es que me meta a propósito en un mundo que supuestamente no me corresponde. Hago lo que me gusta. A mí no me limita nada.
–¿El mundo de los cuchillos es machista?
–Yo soy muy conocida en este mundo y te diría que el 98% de todos los muchachos me quieren mucho, porque soy la única forjadora mujer en Argentina… por ahora. Soy una persona muy querible y muy respetada porque a su vez yo respeto mucho a la gente. Es un mundo machista, cerrado, celoso, egoísta, envidioso, que tenés que transitarlo. Al principio me dolía un poco, después empezás a moverte y abrazás de la misma forma que te abrazan. La verdad que no he tenido rechazo en este tiempo, al igual que en mi vida. No me han discriminado ni en lo laboral, ni en lo personal, ni con esto, ni por ser mujer. De hecho yo soy una mujer lesbiana, he estado casada, me acabo de divorciar, pero jamás he tropezado ni me lo han hecho sentir.
La ganadora del público en el reality de History
La primera forjadora de cuchillos de Argentina, Sandra Somma, participó en la edición del año pasado del programa de televisión de History Channel Desafío sobre fuego Latinoamérica. Compitió contra siete hombres y alcanzó la semifinal; pero además se convirtió en la gran ganadora de “Tu forjador favorito”, un certamen paralelo al reality, donde el público la eligió a través de una votación récord.
Tras ser convocada por la producción, Sandra recuerda que para poder viajar a México, donde permaneció unas tres semanas en marzo de 2022, debió cumplir con los diferentes desafíos. «Fue llegar a esa etapa donde la presión física y mental fue muchísima y al trabajar en esas condiciones aprendés a conocerte en situaciones extremas y contrarreloj”, aseguró. Antes, a las apuradas, tramitó el pasaporte porque nunca había salido al exterior. “No sé si logré inspirar a muchas mujeres, admiradoras tengo un montón. Pero acá no es como en Brasil en donde hay muchísimas cuchilleras. No soy el común denominador. Traté de demostrar que con el miedo no vamos a ningún lado”.