Las cacerolas de enfrente, cruzando Libertador, sonaron varias veces a lo largo de la cuarentena, para pedir que termine, protestar contra la horda de violadores y asesinos que supuestamente iban a salir de las cárceles o enarbolando disparatadas proclamas, como el rechazo al advenimiento del comunismo. Ahora, el ruido, en defensa de algo mucho más relevante, nada menos que la vida, y una vida digna, se escuchó fuerte del otro lado de las vías del ferrocarril, en el Barrio Padre Mugica, y en todas las casas de los porteños que ayudaron a visibilizar esta terrible situación.
Lo que debieron escuchar las autoridades este martes a las 19, y sobre todo las del gobierno porteño, que llevan varios años ignorándolas, fueron las necesidades insatisfechas de los vecinos de la ex Villa 31 de Retiro, cercados en su vulnerabilidad por una pandemia que, por lo menos en la ciudad más rica de la Argentina, los tiene como víctimas propiciatorias.
Ya son 685 los casos confirmados de Covid-19 en barrios vulnerables, y en los asentamiento 31 y 1-11-14, en Flores, crecen exponencialmente desde hace dos semanas, al punto que la Nación debió intervenir para llevar el operativo DETecTAr a esos lugares, con testeos que revelaron la fuerte tasa de contagios que se están produciendo en las villas porteñas.
El ruidazo fue la primera acción comunitaria de protesta de una población largamente postergada y más vulnerable que nunca ante la enfermedad, en un contexto de hacinamiento habitacional, falta de agua que impide la correcta higiene frente al brote de coronavirus, fuerte déficit alimentario y un altísimo índice de informalidad laboral que, con el aislamiento obligatorio, dejó a miles de personas sin changas y sin ingreso alguno.
Los referentes barriales piden que tengan continuidad los operativos de testeo, y volvieron a criticar a la gestión de Horacio Rodríguez Larreta, que, entienden, los abandonó desde el comienzo de la pandemia. Señalan, además de los problemas en la provisión de agua potable que sufre el barrio desde enero y que se agravaron en la primera quincena de abril, las fallas en la asistencia alimentaria a los comedores comunitarios, la falta de ambulancias, que deberían estar disponibles todo el tiempo, y una mayor provisión de elementos de bioseguridad y limpieza para comedores y merenderos.
El otro reclamo fundamental pasa por medidas de asilamiento seguro, fuera del barrio, para los vecinos que tuvieron contactos estrechos con infectados con Covid-19.
Ya son ocho los fallecidos en las villas porteñas, de las 102 muertes ocurridas en la Capital, pero los casos confirmados en barrios vulnerables ascienden al 31,4% del total.