La sociedad atraviesa un fenómeno digital inédito: tras el triunfo de Donald Trump, miles de usuarios de la red social X, del magnate Elon Musk, migraron a distintas plataformas, en especial a Bluesky que superó los 24 millones de cuentas. En febrero rondaba los 2 millones. Medios de comunicación de prestigio internacional, como el diario británico The Guardian y el español La Vanguardia, así como también personalidades de la cultura y el fútbol, encabezaron la movida. Fundamentaron su decisión en que el ex Twitter se volvió un espacio «tóxico», donde abundan las fake news y las teorías conspirativas.

A la vez, los tweets que tienen mayor llegada son aquellos que propagan discursos de odio contra los Derechos Humanos. Algo inédito en medio de un contexto en el que los empresarios de Silicon Valley decidieron explicitaron sus posturas políticas de extrema derecha: ¿se trata efectivamente de un abandono general de X? ¿Le impacta a Elon Musk? ¿Es tan sencillo migrar de una red a otra?

Migración digital

“Estamos ante algo que nunca sucedió en pleno apogeo de las plataformas digitales. La migración de una red social a otra navega contra los efectos de red de la economía digital”, explica a Tiempo Martín Becerra, doctor en Ciencias de la Información y docente de la UBA y la Universidad de Quilmes (UNQ).

Según detalla, el costo que pagan los usuarios al darse de baja de redes sociales que monopolizan cada nicho (como X, Instagram o WhatsApp) es muy alto ya que pierden su capital social, el historial de interacciones con otras personas, y eventualmente la monetización: “Las redes sociales incentivan con esto a que el usuario se quede en la plataforma, pero de alguna manera lo castigan con perderlo todo si se va”.

Si la migración sin precedentes tiene éxito dependerá no solo de que se trasladen autoridades de las redes, como pueden ser medios de comunicación de referencia o líderes mundiales, sino también de que se genere un efecto de contagio y una cantidad considerada de usuarios sigan los mismos pasos.

“Hoy no estamos ante un abandono general de X –afirma Becerra–. Esta red tiene algo menos de 600 millones de usuarios y cerca del 20% son cuentas falsas, bots o duplicaciones. De todas maneras, aun restándole un 25 por ciento, sigue siendo un número muy superior a los 24 millones de usuarios que tiene en alta Bluesky”.

La red de Elon Musk empieza a tener abandonos

No obstante, se encienden las alarmas. Los diarios internacionales siguen los pasos del Public Broadcasting Service (PBS) y la National Public Radio (NPR), los medios públicos de Estados Unidos que ya habían abandonado la plataforma de Musk. A ellos se le sumaron el Festival de Cine de Berlín, el equipo de la Bundesliga alemana FC St Pauli, famosos como las actrices Jamie Lee Curtis, Bette Midler o Stephen King (quien tuvo un cruce de tweets recientemente con Musk). En Argentina, escritores como Claudia Piñeiro, Martín Caparrós, la investigadora Cora Gamarnik o el colectivo Periodistas Argentinas también anunciaron sus cuentas en Bluesky.

“La salida de estas entidades y personalidades le representa a Musk un daño en su reputación y economía, ya que evidentemente se está confirmando en círculos cada vez más amplios que su plataforma es una activación de discursos ultraderechistas”, remarca Becerra.

En los últimos meses quedó expuesto como nunca antes que la adquisición de X por parte de Musk y la propagación de discursos de odio, fake news y la abundancia de trolls y bots en su plataforma es parte de su proyecto político. En la última campaña presidencial de EE UU el magnate no dudó en hacer un apoyo explícito a Donald Trump y con un algoritmo inclinado a favor del republicano. Como gesto, el mandatario electo lo nombró para dirigir el Departamento de Eficiencia del Gobierno.

La transformación de derecha

La doctora en Ciencias Sociales por la UNQ, Natalia Aruguete, explica cómo el antiguo Twitter derivó en la red social que es hoy: “antes de que fuera adquirida por Musk ya era un espacio violento, principalmente porque allí se concentra el diálogo político. Hay una idea romántica de que antes el debate era más democrático, pero en realidad quienes lograban tener visibilidad en las charlas eran los influencers o cuentas con gran alcance y no el ciudadano de a pie. En el diálogo político, frente a eventos de alta polarización se daba una concentración de los mayores niveles de violencia. Desde que X es adquirida por Musk, se convierte en un instrumento de actuación política”.

En primer lugar, el magnate juega a favor de las ultraderechas del mundo. En segundo lugar, infringe normas que tenían las plataformas: “elimina los equipos de moderación de contenidos y habilita de manera declarada la supuesta libertad de expresión que es, ni más ni menos, que no prohibir ningún tipo de violencia en las redes”. En su momento, repuso la cuenta de Donald Trump y sus seguidores que habían sido bloqueados por incitar al ataque al Capitolio ocurrido en 2021, atentando contra la democracia.

Natalia Aruguete.

El hecho de que no haya ningún tipo de restricción hace que quienes se sienten violentados, tengan la necesidad de irse de la plataforma. A su vez, funciona como un método de autocensura: usuarios y usuarias dejan de participar de los debates que se dan en X por miedo a ser atacados por trolls y bots.

“Una gran parte ya se había dado de baja y su remplazo empezó a estar ocupado por cuentas artificiales generadas por Inteligencia Artificial. Estas son clave porque están preparadas para ser inteligentes y participar de conversaciones, estructurar estrategias políticas que van en contra de algún sector en particular y generar determinada visibilidad de temas que alentaban los niveles de polarización”, soslaya Aruguete.

Manipulación algorítmica

De la misma manera que Musk avanza con su proyecto (y con su relación con otros presidentes de la ultraderecha como Javier Milei), los grandes medios de comunicación emitieron su respuesta política al abandonar la red social. ¿Pero qué sucede con aquellos usuarios que utilizan X en busca de información confiable?

“En esta red hay una manipulación algorítmica de qué contenidos son exhibidos y a cuáles se les reduce el alcance. Entonces, aquellos usuarios que buscaban información con rigor periodístico ya no lo podían encontrar y ahora tienen menos posibilidades de hacerlo porque estos medios se están yendo –detalla Becerra–. El asunto es si la envergadura de la mudanza de varios medios serios es lo suficientemente significativa como para atraer la migración de usuarias y usuarios que buscan esa información rigurosa”.

Entidades, líderes mundiales e influencers están comenzando a poner en la lupa el accionar de Musk. La migración de usuarios de X a Bluesky coincide con la regulación por parte de Brasil, que incluyó la suspensión momentánea de la red social y que el magnate cediera a cerrar perfiles que son investigados por difundir fake news e incentivar el intento de Golpe de Estado de 2022. Será cuestión de tiempo ver hasta dónde llega el éxodo de X y qué jugadas tendrá preparadas el nuevo funcionario de Estados Unidos.

Martín Becerra.
Las diferencias entre X y Bluesky

Tanto Bluesky como X (ex Twitter) fueron fundadas por Jack Dorsey. De hecho la primera nació como una versión descentralizada de Twitter y a eso se debe su apariencia tan similar a la antigua red del pajarito. La principal diferencia radica precisamente en que Bluesky está descentralizada, es decir que los usuarios pueden alojar su información en servidores distintos a los de la compañía, y personalizar su contenido. Pueden organizar su timeline (el flujo de información que está en la red) y elegir qué ver y qué no. Incluso, Bluesky presenta un orden cronológico en su página de inicio; a diferencia de X, donde tienen mayor exhibición los contenidos, promocionados o no, de cuentas verificadas y las posturas extremistas. A su vez, mientras que X permite un máximo de 280 caracteres, en BlueSky esta limitación crece a los 300 caracteres.

Otra diferencia, pero también una incógnita, es la financiación de la nueva red social que crece cada día más. A diferencia de X, Bluesky no presenta anuncios. De hecho, la CEO Jay Graber ratificó recientemente a la revista especializada en tecnología Wired que no incluirá publicidad y que el primer paso para hacer sostenible la red frente a la llegada de nuevos usuarios será la suscripción: que los usuarios paguen una cuota para obtener la posibilidad de subir videos de mayor calidad o acceder a ciertas funciones de personalización. No obstante, la CEO admitió que el lanzamiento de las Suscripciones Premium fue retrasado por el aumento exponencial de cuentas.

Grandes medios del mundo empiezan a irse

La punta de lanza de este fenómeno de migración la dieron grandes medios internacionales. El diario británico The Guardian y el español La Vanguardia decidieron abandonar la red social X. El primero afirmó que la campaña electoral de EE UU demostró que X es una plataforma de medios «tóxica» y que su propietario usó su influencia para dar forma al discurso político: “podemos hacerlo porque nuestro modelo de negocio no depende del contenido viral adaptado a los caprichos de los algoritmos de los gigantes de las redes sociales”.

En este sentido, La Vanguardia planteó que “las ideas que atentan contra los derechos humanos, como el odio a las minorías étnicas, la misoginia y el racismo forman parte de los contenidos virales que se distribuyen en X, donde adquieren viralidad y captan más tiempo de los usuarios en ella para ganar más dinero de las inserciones publicitarias”. A la vez, rememoró la decisión de Musk de cerrar el departamento de moderación de contenidos, el abandono de un programa de la Unión Europea para la lucha contra la desinformación y la abundancia de bots que “se multiplica hasta el ridículo en cuestiones de gravedad como la tragedia de la gota fría en Valencia”, haciendo referencia al episodio meteorológico que sufrió de manera reciente la ciudad.