Ya nada será igual. No sé sabe qué mundo vendrá después del Covid-19 (el día que llegue algo parecido a cierta normalidad), pero la única certeza es que no será el mismo. A las universidades, el coronavirus las obligó a desarrollar, de urgencia, sistemas virtuales que dieran cabida a cientos de miles de estudiantes de distintos estratos sociales, económicos y geográficos, y ahora, mientras se abre la inscripción para las carreras de 2021, el gran interrogante es qué permanecerá de toda esta experiencia inédita y disruptiva en la pedagogía de las 56 universidades  públicas nacionales.

Facultad de Exactas de la UBA. Cursada regular. Año 2020. Irene Baroli arranca su clase de Introducción a la Botánica en la carrera de Biología. Hay una treintena de alumnas y alumnos presentes, pero no ve a nadie. La única con la cámara prendida es ella. Acaso termine la materia sin haber visto el rostro y oído las voces de la mayoría, y si en marzo, ya con vacuna, se los cruza en el hall del Pabellón II de Ciudad Universitaria, no los reconocerá. Diego Moreira tiene mejor suerte: en la cátedra de Mecánica de los Fluidos, parte de una carrera más novedosa, Oceanografía, son menos de diez y se animan, se dejan ver, hay un cierto alivio en esas presencias del otro lado de los monitores.

Néstor Masnatta la tiene difícil. Ofrecer clases virtuales de Métodos Numéricos en la carrera de Computación era algo inimaginable hace nueve meses. Pero ahí está, a dos cámaras: le muestra al alumnado un archivo lleno de fórmulas y, en otra pantalla, las desarrolla y las explica sobre un cuaderno que oficia de pizarrón casero.

Con el aislamiento, los campus virtuales, que hasta 2020 solían ser solo un apoyo a las clases presenciales, pasaron a ser esenciales. En Hurlingham, la UNaHur firmó un convenio con el municipio y la Provincia para crear el programa Aula Abierta, con el que puso a disposición la plataforma virtual para más de 18 mil alumnos del sistema educativo público del distrito, desde inicial hasta secundario. “Una maestra de tercer grado nos agradeció en junio, porque había logrado reunir por primera vez a sus chicos”, subraya Walter Wallach, vicerrector en ejercicio del Rectorado.

La Universidad de Lanús (UnLa) cuenta con 906 docentes y 27.079 estudiantes, la mayoría de los partidos de Lanús, Almirante Brown y Florencio Varela. Uno de los problemas fue que parte del alumnado no contaba con las herramientas tecnológicas para continuar una educación virtual. “Por eso tomamos medidas, por ejemplo, comprar tablets y prestarlas, igual que como se hacía antes con los libros de la biblioteca. El otro tema fue no interrumpir las actividades de trabajo con la comunidad, que son muy importantes en la universidad, desde el voluntariado que emprendimos con las familias en aislamiento por el Covid hasta orientación vocacional con jóvenes”, menciona Georgina Hernández, secretaria de Cooperación y Servicio Público.

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Una nueva arquitectura áulica

Para la mayoría de las universidades, la emergencia sanitaria cerró las puertas pero abrió, en cambio, la posibilidad de extender las fronteras de público. La Universidad Nacional de Córdoba ofreció 31 cursos online gratuitos y abiertos a toda la comunidad. La del Litoral (UNL) liberó la descarga de más de 50 números de la colección “Cátedra” y 50 películas de su Taller de Cine, de manera gratuita.

“La pandemia no parece irse en lo inmediato y, además, la enseñanza sin presencialidad permitió, por ejemplo, que algunas personas vuelvan a estudiar, porque sus intereses estaban lejos geográficamente y la virtualidad los acercó, o también porque sus trabajos les generaban cierta incompatibilidad horaria con las clases presenciales y la virtualidad la disolvió. Por esto resulta necesario preguntarse por modelos híbridos de enseñanza”, plantea Betina Duarte, directora del departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Pedagógica (Unipe). Y habla de construir una nueva arquitectura áulica teniendo en cuenta “cómo incorporar a quienes están a distancia para no convertirlos en espectadores de unas acciones de las que no pueden participar. ¿Podríamos imaginar un aula con dos líneas de tiempo paralelas y sobre todo un tiempo no lineal en el que cierto tipo de actividades asincrónicas aumentan el potencial de lo que ocurre en tiempo real?”.

La universidad no será la misma, porque la sociedad no lo será. El exministro de Educación de San Luis, Marcelo David Sosa, doctor y magíster por la Universidad de Salamanca y especialista en Docencia Universitaria por la UNCuyo, publicó que en el último año el 59% de los adolescentes y jóvenes entre los 14 y 23 años prefirió estudiar en YouTube que en sus libros de texto, mientras que el 55% de los de entre 24 y 35 usó esa plataforma de videos para aprender. “Estos números –dice– nos anuncian un nuevo valor epistemológico en el acceso al conocimiento. Debemos repensar la digitalidad en educación para avanzar sostenidamente en la pedagogía virtual, inclusive con modelos híbridos o mixtos, teniendo en cuenta que estos nuevos (y masivos) escenarios requieren la personalización de la educación, hoy interpelada por la no presencialidad, y el desafío es posibilitar el vínculo, el encuentro y el diálogo”.

La rectora de la Universidad Nacional del Nordeste y titular del Consejo Interuniversitario Nacional, María Delfina Veiravé, remarcó la necesidad de evaluar cuánto variaron los indicadores de rendimiento académico respecto de años anteriores, pensar las recuperaciones curriculares, sobre todo aquellas prácticas que fueron imposible de hacer este año; disminuir la brecha digital de la comunidad educativa, reconsiderar las condiciones laborales de los docentes, y debatir las modalidades de articulación de ingreso a la universidad con lo que ocurrió este año en las secundarias. Pero también mencionó “oportunidades” que surgen a partir del actual contexto: alcanzar a otras poblaciones que no tienen la posibilidad de llegar a las sedes universitarias; el desafío de considerar la “internacionalización en casa”, con más oportunidades de intercambio, y el rol de la universidad en el surgimiento de discursos y propuestas para mirar los procesos sociales, económicos e incluso sanitarios, de forma crítica pero también creativa. “Deberemos repensar el rol social de las universidades en el día después”, afirmó.

Sin abrazos, bares de festejos ni fiesta de graduación, también cambió el modo de recibirse para los graduados en 2020. Mateo Noya Valcarce vivió uno de los momentos más importantes de su vida en el living de su casa, de camisa y pantalón de vestir, acompañado por su mamá y sus dos hermanas y con lágrimas en los ojos, cuando se recibió de técnico en Gestión Ambiental de la UNaHur. A 20 cuadras de la universidad, comenta desde su casa: “Como a nosotros con la graduación, a las y los profesores la cuarentena les modificó la forma de dictar las materias. Debieron cambiar un montón de materiales de estudio, con actividades que empezaron de cero, readaptarse en poco tiempo. Y muchos, por suerte, esa tecnología que venían evitando, ya la manejan”.