Una nueva audiencia virtual del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús contó esta semana con los testimonios de María Esther Buet, Stella Maris Soria y Norma Soria familiares de Miguel Angel Soria.
Soria fue secuestrado el 6 junio de 1976 y era delegado en el Astillero Río Santiago asesinado en febrero de 1977, fue la primera persona desaparecida de la fábrica en ser identificada por el Equipo Argentino de Antropología Forense identificado y entregado a sus familiares en marzo de 2011.
“El 6 de junio de 1976 yo tenía 5 años y estaba mirando en la televisión La Pantera Rosa cuando entraron a la casa de mis abuelos buscando a mi papá. Él ya había llegado de trabajar pero había logrado salir por el fondo”, contó Stella Maris Soria, hija de Miguel Ángel quien además afirmó que a partir de ese día cambió la vida de todos, y su abuela empezó el peregrinar por comisarías. “Se presentó en la 1era de La Plata y no le quisieron tomar la denuncia, insistió y recién al tercer día se la aceptaron”, y agregó, “mi abuela mandó cartas al Arzobispado y presentó hábeas corpus”.
A partir de la desaparición de su padre, según contó Stella Maris hubo una persecución y hostigamiento por parte de las fuerzas armadas. “Hasta mayo de 1977 siguieron viniendo a casa de mis abuelos, todas las noches, para buscar a mi papá. Venían uniformados y encapuchados, y revisaban todo. No dejaron de venir ni una sola noche, era cuestión de poner el despertador a las dos de la mañana, porque ya sabíamos que llegaban”.
También recordó a María Inés Seoane Toimil, una joven empleada de la Petroquímica General Mosconi de Ensenada, que desapareció el 12 de mayo de 1977 que era pareja del hermano de Miguel, Rubén Soria que estuvo estuvo secuestrado durante unos siete meses.
La búsqueda de los familiares de Miguel nunca se detuvo. Recorrieron comisarías, llegaron al Regimiento de Magdalena y hasta pidieron ayuda al sacerdote Roberto La Rocca, de una parroquia del barrio El Dique. Toda gestión fue negativa. Según se pudo reconstruir, cuenta Stella Maris, Miguel estuvo detenido en el Centro Clandestino conocido como “La Cacha”, en la Brigada de Lanús y en San Martín, el último lugar al que llegó con vida.
Sus restos fueron hallados junto a los de otros militantes. Habían sido enterrados como NN en el cementerio de San Martín. “Cuando identificaron los restos de mi papá nos dijeron que había sido asesinado el 3 de febrero de 1977, al fingir un enfrentamiento. Es decir que lo mataron pero siguieron viniendo a la casa”, dijo. “Es difícil entender que se llevaron una persona y te entregan un par de huesos, un esqueleto incompleto, un cráneo multifragmentado, es difícil hacer el duelo y entenderlo”, sostuvo con lágrimas en sus ojos.
María Esther Duet, madre de Stella Maris recordó ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que cuando llegó a su casa, un verdulero le advirtió “en tu casa no podés entrar porque está toda la manzana rodeada”. También le contó que se habían llevado a Miguel. “Me fui a una plaza, alguien le avisó a mi hermano y me escondí en su casa, en el placard”, declaró. En esa casa pasó varios meses escondida sin poder ver a la pequeña Stella que quedó al cuidado de sus abuelos. “A mi hija la crió mi suegra y nunca pude tener un vínculo, nunca más la pude tener en mis brazos o dormir con ella, nada de eso tuve, y cuando pasan estas cosas siempre tenés culpa”.
También declaró Norma Soria, hermana de Miguel Ángel, y se refirió a la búsqueda que emprendió junto a su madre. “Recorrimos unidades carcelarias, regímenes abiertos, distritos militares sin encontrar nada. Sabemos que estuvo en El Infierno, en San Martín y por los peritos (del Equipo Argentino de Antropólogos Forenses) supimos que estaba en una fosa común en San Martín, que lo habían encontrado fusilado en la calle, junto con otras chicas”, precisó.