Mil kilómetros al interior del círculo polar ártico, en el helado Archipiélago Noruego de Svalbard, se encuentra el búnker de concreto que alberga la mayor variedad de semillas del mundo.
La Bóveda Global de Semillas está cercano a Longyearbyen, considerado uno de los diez poblados más septentrionales del planeta. Su ubicación resulta crucial para poder cumplir con una de sus condiciones básicas: garantizar bajas temperaturas constantes sin necesidad de medios artificiales.
Si bien fue concebido como un medio de resguardo para los bancos nacionales, el brusco aumento de la temperatura y la avanzada pérdida de biodiversidad de cultivos se volvieron procesos prácticamente irreversibles que auguran la conformación de un escenario complejo en materia alimentaria. La pandemia, la crisis mundial y la Guerra en Ucrania entre dos de los principales exportadores de granos solo echaron leña al fuego.
Uno de los principales promotores del proyecto es Cary Fowler, histórico referente de la agricultura estadounidense. A lo largo de diversas entrevistas explicó que “en materia de diversidad agrícola, se encuentra en marcha un evento de extinción que viene avanzando hace décadas” que lleva implicada, de acuerdo a los datos contrastados, la desaparición de cerca del 93% de la variedad de cultivos agrícolas en el último siglo.
Con ese punto de partida, la reserva de la biodiversidad resulta indispensable como “recurso” hacia adelante. Fowler sostiene que cada variedad puede significar una característica diferencial esencial ante las nuevas condiciones: “En el futuro, en muchos países, las estaciones más frías del año serán cada vez más calurosas de una manera en que los cultivos actuales nunca experimentaron en el pasado. La agricultura no podrá adaptarse a los cambios que estamos viviendo y necesitamos contar con la mayor diversidad posible para tener opciones antes los escenarios que vienen. Estamos hablando de crisis alimentarias, de un problema de carácter mundial”. El cambio climático es una realidad aceptada por las propias potencias. Uno de sus efectos es el aumento global de la temperatura y fenómenos extremos que se repiten con cada vez mayor frecuencia.
El acceso al complejo, emplazado en una excavación bajo tierra helada (permafrost) de una montaña y preparado para cualquier tipo de circunstancia, se realiza por un túnel de concreto de 150 metros de largo. Allí las muestras se mantienen a -18°, lo que permitirá que permanezcan durante siglos en buenas condiciones.
La localización del búnker garantiza la conservación natural por frío de las semillas en caso de necesidad, ante la suba de las temperaturas globales, además de brindar la seguridad de estar alejada de cualquier acontecimiento que pueda perjudicar su integridad, como inundaciones, conflictos o movimientos sísmicos.
La colaboración frente a la amenaza alimentaria
Álvaro Toledo, oficial técnico de la Secretaría del Tratado Internacional de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU), explica desde España a Tiempo que la Bóveda Global de Semillas “complementa una serie de colecciones internacionales de diversidad de cultivos y bancos de germoplasma o semillas de los institutos públicos nacionales; representa la cúspide de un sistema de conservación y disponibilidad de la diversidad de cultivos para resguardar la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible”.
La Bóveda almacena copias de un millón de semillas sin modificaciones genéticas de más de 6.000 variedades de cultivos. Fue creada en 2008, luego de que Noruega ofreciera su territorio y la financiación necesaria para emplazar las instalaciones. La iniciativa representó un paso adelante en los planes de colaboración, tras la firma del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura de la FAO, que “provee un marco político y jurídico fundamental y permite la cooperación técnica con los socios de la Bóveda”.
Toledo cuenta que cualquier institución puede depositar material genético y solo ese depositante accede de nuevo a él en un sistema comparable con las cajas de seguridad de los bancos: “todo lo almacenado debe ser un duplicado de otra institución, no se puede depositar material que solo se conserve en Svalbard”. A diferencia de los bancos nacionales o regionales que tienen funciones de divulgación y distribución “este sistema (solamente) tiene el objetivo de conectar los esfuerzos de conservación desde lo local a lo internacional y facilitar la cooperación de los países en esta materia”.
Periódicamente, la Bóveda abre sus puertas para recibir semillas que son previamente secadas y envasadas al vacío. Una vez que se encuentran allí, se alojan en cajas ordenadas por la institución depositante, dentro de las tres cámaras contiguas que componen el espacio de almacenaje.
La gestión del “arca universal de semillas” es realizada de manera conjunta por el Ministerio de Agricultura y Alimentación de Noruega, el Centro Genético Regional de los Países Escandinavos Nordgen y el Fondo Internacional de Cultivos, con quienes la FAO guarda relación constante. Además de ellos, existe un Panel Asesor Internacional, que le da apoyo y realiza recomendaciones acerca de distintas cuestiones.
El rol de América Latina en Svalbard
De las 300 instituciones depositantes, alrededor de 40 corresponden a América Latina. Además de los bancos de semillas, también lo hacen entidades de Brasil, Chile, Ecuador, Costa Rica y Perú. A la fecha, unas 70.000 muestras corresponden a cultivos de la región.
El representante de FAO detalla que “es una de las más activas e innovadoras en este tema, y a las políticas públicas sobre conservación y uso de diversidad cultivada”. Destaca que “hay en ella varios centros de origen y la diversidad de los cultivos se trata de uno de los lugares del mundo con mayor riqueza de variedades de plantas que garantizan la seguridad alimentaria mundial”. Como ejemplos sobresalen la papa de la Región Andina y el maíz de la región Centro.
Un caso llamativo es el de Perú “ya que las instituciones que han depositado semillas en Svalbard en 2015 no son los tradicionales bancos nacionales sino la Universidad de la Molina y el Parque de la Papa, una asociación de organizaciones indígenas que mantiene una gran diversidad de cultivos en sus fincas y territorios”. Este caso, subraya Toledo, resulta “un ejemplo excelente sobre cómo la conservación ex situ y en finca pueden trabajar de la mano”.