“La policía mata por matar”. El verso del antipoeta chileno Nicanor Parra está tatuado en una pared cerca de la Villa 21-24, encajada en la triple frontera que hermana a Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya. “Nos matan porque somos morochos, porque usamos gorrita, porque no les gusta nuestra cara, porque somos villeros. No tenemos derecho a vivir en paz”, dice Roque, nacido y criado en el estigmatizado barrio del sur porteño.

Es viernes. Aunque la tarde agobia, Roque espera con parsimonia en el cruce de Avenida Iriarte y Luna a que comience la misa en homenaje a Lucas González, el joven asesinado por la Policía de la Ciudad. El barrio está acostumbrado a esperar. Y a acompañarse. “Vengo a apoyar a los familiares –dice el flaco, dejando ver la bronca en su rostro–, se dijeron muchas mentiras. Que fue una persecución, que estaban armados… Yo estaba descargando mercadería en el comedor donde doy una mano, escuché los tiros y fui a ver qué pasaba. El pibe vino a jugar al fútbol y lo mataron como a un perro. Mirá si no vamos a tener miedo en el barrio. Acá, la yuta no te cuida.”

Foto: Osvaldo Fanton / Télam

Cinco años hace que la Policía de la Ciudad patrulla los barrios porteños. En ese lustro, sumó 121 asesinatos en casos de gatillo fácil. Así lo relevó la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI). Previo a la misa, el cura  villero Lorenzo “Toto” de Vedia resalta a Tiempo que la violencia estatal es un rosario de penurias hace añares en las barriadas: “Con el asesinato de Lucas decimos ‘otra vez sopa’. Otra vez se denigra la vida, otra vez y sin ninguna explicación posible. Un pibe que viene desde Florencio Varela a probarse a un club se cruza con estos energúmenos y le quitan la vida. La portación de rostro, la discriminación y los prejuicios nos muestran su peor cara: la policía sin ley.”

Hace 20 años que Toto predica en la 21-24. Bajo un cielo tramado por una nervadura de cables tendidos a la marchanta, prepara el parlante para oficiar la ceremonia: “La policía no termina de entender que tiene que cuidar a la gente, estimular a los pibes que están en el buen camino. Con todo lo dificultoso que es salir adelante en este contexto miserable que trajo la pandemia”.

Toto acomoda a la Virgen de Caacupé en el improvisado altar, y denuncia que los slogan electorales punitivistas no son gratuitos. Causa y efecto. “Mucho se habló de mano dura en las últimas semanas. Estos policías encuentran aval para su accionar en esas expresiones. Es un paraguas que tienen. Los medios hegemónicos y muchos políticos los alimentan. Ese discurso de odio también mató a Lucas”.

Lautaro Eviner tiene 29 años y milita en el Nuevo Espacio Participativo (NEP), con trabajo político y social en la barriada. Hace dos semanas sufrió en carne propia a la policía porteña: “Me cruzó un auto de civil, con efectivos sin uniforme. Se mueven como parapoliciales. La misma metodología de los que mataron a Lucas, por portación de botines. Las pibas y pibes lo vivimos día a día. Hace años mataron al paraguayito Toledo con gatillo fácil, ahora a Lucas, cualquiera puede ser el próximo». Dice que hay miedo, asco y bronca entre los vecinos: “La marcha del jueves a la comisaría lo sacó a la luz pública. Mucha gente vino. Fue fuerte ver a la familia y a los pibes de Barracas Central, todos abrazados pidiendo justicia”. En una de las paredes de la comisaría, los vecinos dejaron un mensaje: “¡Gorra basura!”. Para Eviner, los impulsores de la mano dura son tan responsables como los tres efectivos acusados del crimen: “Con sus teorías de ‘primero tirar’, de ‘un chorro menos’, ahora se ven los resultados. En el barrio hay carteles que puso el gobierno de la Ciudad que hablan de profesionalización de las fuerzas, de inversión en Seguridad. Puro chamuyo, nos matan por ser villeros. Así es la vida en la zona sur.”

“Ni una bala más. Ni un pibe menos”, dice la cartulina que muestra Patricia a los móviles de TV durante la misa. Se gana el pan como docente en el barrio: “Vine como mamá. Hoy fue Lucas, mañana pueden ser mis hijos. Es indignante, porque la vida de los pibes humildes no vale nada”. Antes de despedirse, le deja un mensaje al jefe de gobierno: “Larreta, acuérdese de los vecinos de la zona sur. Póngase de una buena vez en el lugar del otro, del que tiene necesidades. Somos de segunda, las balas no son una política inclusiva”.

Foto: Sergio Pisani

El amor por el fútbol, su mamá y el sueño de llegar a Primera

“En señal de Duelo, con motivo de la trágica muerte del jugador Lucas González, se suspende la actividad de las Divisiones Infantiles y Juveniles programada para los días 19, 20 y 21 de noviembre”, dice el comunicado que publicó el viernes la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Este fin de semana Lucas debía jugar con la Sexta de Barracas Central por el campeonato de la Categoría B de las Juveniles de AFA. Debía, pero a la salida de un entrenamiento fue asesinado por policías sin identificación. Como Lucas no podrá jugar, la pelota no rodará en los torneos juveniles.

Cada noche, Lucas preparaba sus botines y sus medias y le preguntaba a su mamá Cintia si al otro día quería ir a verlo jugar al entrenamiento. Dos horas de colectivo lo separaban desde Florencio Varela hasta la sede de Barracas Central. En ese largo trayecto acumulaba las ganas que luego liberaba en el césped: sus compañeros lo recuerdan como un mediocampista con despliegue y categoría. “Era muy alegre y un buen compañero. Como jugador, un crack. Se comía el medio”, le contó su compañero David Menéndez a Lavaca.org. David, como otros chicos que juegan en Barracas, estuvo en la protesta frente a la Comisaría 30 de la CABA.

El Guapo, un club con 117 años de historia, pasa sus horas entre la conmoción por el asesinato de uno de sus futbolistas y la ilusión por la final que jugará mañana ante Tigre, para volver a Primera tras 87 años. Era el sueño que perseguía Lucas González: llegar a Primera.  Antes de arribar a Barracas Central, Lucas también había tenido un paso por el fútbol infantil de Racing, en la categoría 2004. El club de Avellaneda, como casi todas las instituciones del fútbol argentino, se sumó al reclamo de justicia en las redes sociales.