“Poderes no santos” es una investigación regional liderada por OjoPúblico en Perú, Argentina, Estados Unidos, Brasil y México, en alianza con Agencia Pública, Animal Político, POPLab y Tiempo, que detalla la presión y la agenda de grupos ultraconservadores y negacionistas de toda América Latina contra la ampliación de derechos sexuales y reproductivos.
En un contexto de miedo e incertidumbre por la pandemia, durante los últimos meses, los grupos ultraconservadores han buscado afianzar sus espacios y discursos a través de organizaciones políticas.
“Poderes no santos” es una serie investigativa liderada por OjoPúblico con un equipo de periodistas en Perú, México, Argentina, Brasil y Estados Unidos identifica y analiza el avance de los colectivos ultraconservadores en la región, y cómo durante estos meses de emergencia global han logrado establecer alianzas con grupos religiosos fundamentalistas y colectivos negacionistas de la ciencia.
Estas alianzas han buscado expandir su discurso en diferentes países a través de la influencia religiosa, como el caso de algunas organizaciones religiosas de Estados Unidos con presencia en América Latina, y a través de grupos negacionistas, como Médicos por la Verdad de España, cuyo discurso ha sido recogido por versiones locales en Argentina, Chile, Brasil y Perú.
Desde que comenzó la pandemia y durante ocho meses, la investigación de OjoPúblico identificó más de 400 políticos, líderes civiles y religiosos, de alrededor de 170 organizaciones civiles, entidades y colectivos que impulsan en el continente un discurso abierto contra una agenda de derechos: no creen en el enfoque de género en la educación, tampoco en los derechos LGTBI, ni en el matrimonio igualitario y los derechos sexuales y reproductivos.
En este contexto de incertidumbre, varios de estos colectivos se han dedicado a desinformar y difundir teorías ya rechazadas por el consenso científico, y se han sumado a un discurso que ha puesto en riesgo incluso la salud de miles de personas. Sus líderes y voceros han promovido eventos virtuales en los que cuestionan las medidas sanitarias, impulsan curas falsas y tratan de menospreciar los graves riesgos del virus. Durante los últimos meses, cuestionan, además, a las vacunas.
Estas organizaciones han incrementado sus acciones durante el escenario de temor e incertidumbre de la pandemia. En otros casos, se ha identificado que utilizan la visibilidad y eco que les dan las redes sociales (y sus algoritmos) para posicionarse como actores políticos en los procesos electorales de la región. ¿Qué tienen en común estos líderes políticos? Varios de ellos dicen admirar la política y gestión de los presidentes Donald Trump, Jair Bolsonaro, y han reproducido y levantado la agenda de partidos políticos de extrema derecha como Vox, de España. Acusan a los medios de difundir noticias sobre la pandemia y uno de los pilares de su agenda es la negación de los derechos sexuales y reproductivos.
Cuestionan el avance de derechos
Según un estudio de la Universidad de Cornell, Trump habría sido el mayor impulsor de desinformación sobre Covid-19 en medios en inglés durante la pandemia. Pero el presidente de los Estados Unidos no ha desatado la “infodemia” solo. Algunas de sus posiciones comparten narrativas y agendas con personajes y grupos religiosos ultraconservadores que lo han respaldado, y que han gozado de un auge en influencia bajo su gestión. Muchos tienen un pie en América Latina.
En el reportaje de Estados Unidos, se explica las consecuencias fatales que tuvo esta alianza entre política y fundamentalismo durante la pandemia. Si bien los evangélicos conservadores han favorecido a candidatos Republicanos desde los 80, durante la gestión del presidente Trump se generaron alianzas con pastores radicales, los mismos que también minimizaron y politizaron la pandemia.
Algunos pastores influyentes de los Estados Unidos, como Mario Bramnick, denominan socialista a cualquier forma de avance en los derechos. Este discurso se repite en los demás países: tildar de socialistas y comunistas a los colectivos que impulsan estos derechos o que promueven el cumplimiento de las medidas sanitarias. En el Perú incluso algunos políticos de los grupos más ultraconservadores tratan de descalificar a los movimientos de derechos humanos como terroristas.
La Coordinadora Republicana es una de las organizaciones peruanas ultraconservadoras que durante los últimos años ha aglutinado a una serie de representantes y voceros de colectivos que se autodenominan “provida” o “profamilia”. Uno de sus fundadores es Ántero Florez-Aráoz, que fue nombrado por la breve gestión presidencial de Manuel Merino como presidente del Consejo de Ministros. Si bien, su gabinete solo se mantuvo en el poder cinco días debido a la renuncia de Merino por las marchas ciudadanas, su presencia fue una muestra de la vigencia de estos grupos, que durante la pandemia han afianzado su discurso en redes sociales y en medios de comunicación afines.
Los discursos no solo han buscado rechazar el avance de derechos, sino que varios países han puesto en riesgo la salud de las personas. De norte a sur los pastores de las iglesias evangélicos más fundamentalistas, como reveló la primera parte de esta serie publicada en junio, han rechazado las medidas de aislamiento y varios incluso han cuestionado el uso de la mascarilla. “Tu fe debe estar puesta en Jesús y no en un tapabocas o mascarilla”, dijo, por ejemplo, John Romick, de la Iglesia Misión Colombia.
En Estados Unidos varias iglesias evangélicas a favor de Trump han recibido préstamos del gobierno de un paquete de rescate diseñado para ayudar a empresas pequeñas, incluyendo a algunas como Graceland Community Church, en California.
La investigación de OjoPúblico identifica preliminarmente a más de 50 líderes y grupos conservadores en los Estados Unidos con vínculos en América Latina que durante la pandemia han promovido información engañosa o falsa sobre Covid-19 o que tomaron acciones contra la salud pública.
La estrategia regional
Médicos por la Verdad es una organización negacionista que hizo su aparición pública en España, en julio de este año y que niega la pandemia, la vacunas y el uso de mascarillas. Es decir, niega el consenso científico. Este colectivo ha inspirado a grupos similares con sede en Perú, México, Chile, Brasil, Colombia y otra decena de países de América Latina. Sus acciones, como en España, van desde la organización de conversatorios, hasta el lobby político y la organización de movilizaciones sociales en contra de la vacunación.
Por ejemplo, Médicos por la verdad de Perú se define como “una organización sin fines de lucro que reúne médicos y profesionales que investigan los acontecimientos que desencadenaron la denominada pandemia global del Sars-Cov-2”. No tienen inscripción en Registros Públicos con esa denominación y desde que empezaron sus actividades critican las medidas sanitarias de las autoridades de salud, cuestionan las pruebas moleculares, están en contra del uso de mascarillas y promueven el dióxido de cloro como tratamiento.
En México, Médicos por la Verdad es una de las 66 organizaciones -entre civiles, religiosas y políticas- con un discurso negacionistas o ultraconservador. Aunque tienen diferencias en su radicalismo, los une también un discurso contra derechos civiles adquiridos, como el aborto y el matrimonio igualitario; u otros recién ganados como el cambio de identidad en las actas de nacimiento.
Pero Médicos por la Verdad no es la única organización negacionista vinculada a los profesionales de la salud que han difundido su discurso del miedo y desinformación en pandemia en el continente.
La investigación realizada por OjoPúblico halló a más de 55 profesionales de la salud que, en los últimos meses, han impulsado una agenda que niega el consenso científico, difunde discursos antivacunas y, en algunos casos, promueve falsas terapias para la Covid-19. En Argentina, México y Perú la mayoría de estos médicos, bioquímicos, psicólogos y nutricionistas están agrupados en tres organizaciones: Médicos por la Verdad, Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios, Coalición Mundial Salud y Vida (COMUSAV) y Liga Binacional Pro-Vida y Pro-Familia.
Algunas de las grandes organizaciones y colectivos identificados por OjoPúblico están conformadas por decenas de grupos más pequeños y regionales que colaboran en la articulación local, donde tienen más influencia, pero al tener alianzas nacionales, pueden potenciar sus acciones y discursos. Pero también se aglutinan en torno a asociaciones extranjeras, tanto latinoamericanas como europeas y de Estados Unidos. Algunas son Political Network for Values, Population Research Institute o Hazte Oír.
Esta investigación identifica más de 160 organizaciones en la región, pero determina que los voceros e invitados son con frecuencia los mismos. Desde el inicio de la pandemia minimizaron el impacto de la misma, y varias de ellas ahora, mienten y desinforman sobre la vacuna.
Otro de esos ejemplos está representado por el mismo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Hoy en día, en este país, los grupos que habían estado difundiendo teorías de conspiración en Internet han cobrado nuevo impulso con la politización de la vacuna contra el coronavirus. Sin poder seguir negando la gravedad de la pandemia, Bolsonaro dijo que uno de los inmunizantes que se están produciendo no es fiable debido a su origen chino, a pesar de que China es un importante socio comercial del país. El país asiático es incluso el mayor proveedor extranjero de antibióticos al Brasil.
En el reportaje de Brasil se detalla también cómo estos meses no solo se intensificaron los discursos negacionistas y antivacunas, sino también los movimientos antiaborto. En el Brasil, la ley prevé la interrupción del embarazo en casos de violencia sexual, riesgo para la salud de la mujer embarazada y embarazo de anencefálicos. La Ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, es una vocera permanente contra el respeto a este derecho. La ONU le ha pedido incluso explicaciones sobre las acciones para asegurar el aborto legal en el país.
Política y desinformación
La principal estrategia de los grupos ultraconservadores ha sido desinformar y negar la evidencia científica.
Para la psicóloga argentina Ailin Tomio la desinformación no es un proceso nuevo, pero se ha exaltado por las redes en un contexto en el que hay la necesidad de entender lo que ocurre en un contexto de emergencia sanitaria. “Las personas tenemos opiniones sesgadas e ideologías que determinan cómo vemos la realidad. Y, por otro lado, hay personalidades que se adaptan mejor a la incertidumbre y otras, que necesitan explicaciones para todo. Estas últimas son las que más tienden a aferrarse a ese tipo de discursos conspiracionistas”, dice la especialista en ciencias del comportamiento.
“Los sectores conservadores de la iglesia tienen una defensa de la moral que no es nueva. Lo que sí es novedoso es su capacidad de adaptación y mutación para encontrar, en nuevos argumentos, formas de defender esos viejos principios morales”, asegura el investigador argentino Juan Marco Vaggione, en el reportaje de Argentina. Esta respuesta comenzó con el progresivo reconocimiento de derechos civiles, demandados durante décadas por los movimientos feministas y LGBTIQ+.
Esos avances habían implicado una profunda crítica a la influencia de la religión sobre la política, la cultura y el derecho. Pero esto, indica Vaggione, fue resistido desde la Iglesia Católica con la construcción de lo que ellos consideran dos amenazas: la “cultura de la muerte” (vinculada al aborto y la eutanasia, pero también a “una mentalidad no reproductiva”) y la “ideología de género” (un rótulo que agrupa y tergiversa demandas de los movimientos feministas y LGBTIQ+).
“Los dos conceptos surgen a mediados de los años 90 desde la Iglesia Católica. ‘Cultura de la muerte’ mucho más conectado a la jerarquía, con Juan Pablo II. ‘Ideología de género’, por otro lado, es una construcción que empiezan a circular entre intelectuales católicos de Estados Unidos para dar sentido a algo que les explotó en la cara, que fue el reconocimiento por parte de las Naciones Unidas a los derechos sexuales y reproductivos como parte de los derechos humanos”, señala.
Las dos décadas siguientes estuvieron marcadas por la circulación y perfeccionamiento de estos conceptos en esferas intelectuales católicas de América Latina, y la publicación de libros que ponían en escena estas ideas. “Es recién en los últimos cinco años que los conceptos tienen un nivel de erupción masiva –detalla Vaggione–, y ya no son utilizados solo por el campo católico: inmediatamente lo usan los evangélicos pentecostales conservadores; y empiezan a trascender el campo religioso y de la sociedad civil para incorporarse en la sociedad política”.
Durante la emergencia sanitaria, estos grupos ultraconservadores han apelado a discursos contra las políticas de salud sexual y reproductiva, el enfoque de género y, en algunos casos, mensajes antivacunas y negacionistas de la pandemia. Sus acciones, articuladas con referentes de distintas agrupaciones políticas, se han incrementado a medida que se acercan los procesos electorales en diferentes países.