En un país con un modelo agroindustrial concentrado, los pilotos de las fumigaciones suelen ser vistos como los responsables directos de los efectos nocivos sobre la salud que denuncian miles de vecinos de las zonas de cultivo extensivo. Mauricio Fargioni integra una de las tantas empresas familiares que prestan servicios con sus aviones y es titular de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (FeArCA). Desde hace años sobrevuela campos de Santa Fe y Entre Ríos, y participa de la mesa de trabajo sobre fumigación con bioinsumos. «Queremos trabajar en conjunto con las organizaciones para usar el avión en la producción agroecológica –dice–. También somos trabajadores de la tierra y tenemos que solucionar los problemas juntos, unirnos, y no quedarnos de un lado y del otro del alambrado».
Según Fargioni, la propuesta implica trabajar en módulos de experimentación en distintas partes del país con la asistencia del INTA, donde ellos aportarán los aviones sin costo para hacer los ensayos. «Nuestros pilotos están muy interesados en trabajar en esta línea agroecológica», destaca. En ese sentido, los aeroaplicadores realizaron una experiencia de aplicación con tierra de diatomea con buenos resultados y trabajan con el cultivo de cobertura, entre otras alternativas. «Es importante –agrega Fargioni– que se aprueben y certifiquen los productos que estamos utilizando en la agroecología para profesionalizar la técnica».
La cámara que agrupa a los pilotos ya había expresado hace unos meses sus reparos al actual modelo hegemónico del agronegocio, cuando pidió «no aplicar en forma aérea glifosato en cercanías de zonas sensibles, zonas de amortiguamiento, escuelas rurales y centros urbanos». A través de un comunicado, la institución destacó que «la opinión pública interpreta que son los pilotos quienes deciden el uso de los principios activos y las condiciones de su aplicación», y agregó que «para evitar las falacias que demonizan la noble actividad del piloto aeroaplicador, FeArCA recomienda a la comunidad aeroagrícola minimizar el uso habitual del PA (principio activo) glifosato, limitándolo a los casos que sean específicamente indispensables y prescriptos por profesionales agronómicos».
«Nos pareció válido hacer público, principalmente para nuestros propios asociados, un pedido de especial atención y conciencia sobre la aplicación en cercanías de centros urbanos y de evitar el glifosato, que aun contando con la habilitación del Senasa, está conceptuado públicamente como un producto de alto riesgo», explica Diego Martínez, vicepresidente de FeArCa. Para el referente de los pilotos, «a la gente le falta información y por eso queremos transmitirle tranquilidad. En Córdoba, donde yo trabajo, les han gritado ‘genocidas’ a los ingenieros agrónomos. Eso es desvirtuar una actividad que está muy regulada. ¿Faltan controles? Estamos de acuerdo. Nosotros se lo reclamamos a nuestra autoridad aeronáutica y a las autoridades del ámbito agronómico. Pero nosotros somos como los enfermeros: recibimos la indicación de un médico, que en este caso es el ingeniero agrónomo, que hace la prescripción, y nosotros aplicamos. Esa es nuestra única actividad».