En Chile, como en otras partes del mundo, la violencia hacia las mujeres es constante, cotidiana y naturalizada. Miles de mujeres aún se encuentran esclavizadas por un sistema patriarcal que considera al varón como el dueño de su compañera, esposa o conviviente, es decir, parte de sus propiedades que controla por medio de la dominación psicológica, verbal, económica y física. Incluso muchas veces, naturalizando la violación en la relación de pareja al disponer de los cuerpos de las mujeres como objetos de consumo y placer.
El trabajo doméstico no es reconocido por este sistema de dominación, precariza la vida de las mujeres al impedir contar con sus propios recursos para subsistir. En este sentido, muchas mujeres deben permanecer en los hogares, pese a las violencias que recibe, por no tener donde ir o como sustentarse. Muchas mujeres se encuentran en un estado de abandono por parte del estado, el cual no lo considera relevante dentro de sus propuestas de políticas públicas, más bien, asume acciones vagas, inconsistentes y que no son suficientes para generar bienestar para las mujeres. Creemos que el estado en materia política y educativa no ha tomado conciencia de lo que sucede, sus acciones y recursos son más bien insignificantes para lo que queremos: Un cambio radical de sistema capitalista y patriarcal.
Hemos sido educadas en torno a una sociedad de consumo deshumanizado, precario e indiferente a las necesidades humanas y la dignidad de la población, que ha implicado, entre otros aspectos:
Mantener un sistema de pensiones y trabajo desigual para las mujeres en Chile. De las bajas pensiones que todas y todos recibimos, las mujeres son aún más precarizadas por el sistema, castigadas durante el ciclo laboral por encontrarse en época fértil, y luego obligadas de manera exclusiva a hacerse cargo de los cuidados y de las labores del hogar.
No tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, es decir, forzadas a una maternidad obligatoria, no podemos optar por un aborto libre seguro y gratuito si lo quisiéramos, más aún, mujeres han sido denunciadas y encarceladas por practicarse abortos clandestinos, sin tener en muchos casos condiciones adecuadas para hacerlo, lo que conlleva riesgo de vida.Recién en Chile se está discutiendo el derecho a la interrupción del embarazo en tres causales: riesgo de la madre, inviabilidad del feto y violación, medidas insuficientes que no dan cuenta del derecho a decidir sobre el curso de nuestras vidas, como si fuéramos personas sin conciencia de sí y que permanentemente debemos ser dirigidas por otros. Claramente la influencia dogmática de la iglesia chilena en alianza con los partidos de derecha ha sustentado esta violencia hacia las mujeres y esta doble moral.
Esta cultura dominante explota indiscriminadamente los recursos del medio ambiente para su beneficio económico, agrede a las comunidades indígenas intentando amedrentarlas, arresta a la Machi Francisca Linconao y otras mujeres de comunidades mapuches para que dejen de luchar y guarden silencio. Mientras el estado dominado por el capital, sólo funciona como administrador de políticas públicas para favorecer a las familias más poderosas en el país. En este sentido, la corrupción en Chile se ha transformado en un ejercicio cotidiano de los grupos políticos, apareciendo en estos últimos años innumerables casos de coimas, abusos, desfalco económico y robos a las arcas públicas, las que quedan sin ninguna sanción política, ni económica, ni social.
Nuestro movimiento NiUnaMenos Chile, nace a partir del llamado de las compañeras argentinas y por el caso chileno de Florencia una niña de 9 años, abusada, asesinada y quemada por su padrastro. Fue tal la indignación que en conjunto con colectivas que ya veníamos saliendo contra los femicidios en Chile, los segundos lunes de cada mes a las 19,30 horas entre las calles Alameda con Ahumada, en pleno centro de Santiago, es que hicimos eco de este llamado a movilizarnos, para luego conformarnos en una asamblea que convoca a más de 150 representantes de distintas organizaciones de mujeres feministas en Chile. Desde ahí en adelante nos hemos mantenido en asamblea abierta cada mes, con la participaciones mujeres de distintas colectividades feministas y políticas, las que independiente de partidos políticos y sus formas de organización hemos ido conformando este movimiento social, autogestionado, sin financiamiento de ninguna institución, porque consideramos que este movimiento se genera desde la sola posibilidad humana de querer cambiar el sistema capitalista y patriarcal.
El 19 de octubre salimos alrededor de 200 mil personas, primero convocadas desde nuestras redes sociales que han sido un espacio de comunicación fundamental para articularnos como movimiento y luego apoyadas por los medios de comunicación que masificaron la convocatoria y la salida de la ciudadanía a las calles.
Queremos que esta cultura del abuso, el miedo, la explotación, la discriminación y la violencia cambie, las mujeres queremos participar de la construcción de un mundo mejor para todas y todos.
*Fotógrafa y activista feminista.