Octubre. Pienso a la carrera en nombres referenciales. Juan Domingo Perón, Néstor Kirchner, Lula, O Rei Pelé, el mariscal Alfredo Perfumo, mi nieto Benicio, mis hermanos. A cada rato, octubre me toca el corazón. Tanto es así que sé perfectamente que hay unos cuántos nombres más en ese listado afecto, nombres que ahora no me acuerdo y los dejo porque debo entregar esta nota.

Octubre en Palermo cantado por el entrañable Polaco Goyeneche. Los acordes milenarios de la «Canción de otoño». El octubre de Las estaciones de Pyotr Ilyich Tchaikovski, quien estrenó el 25 de ese mes el «Concierto para piano número uno». El nombre de la editorial en la que trabajo. Un restaurante y centro cultural que pertenecía a Dante Gullo, y que cerro cuando él se fue.

Es una lástima que la memoria acote de semejante manera a estas remembranzas. Sé que hay más. Lo siento.

Por caso, en octubre me casé con Beatriz, a quien conocí de chiquilines en unas clases de inglés.

También debuté como relator en Radio Colonia y lo recuerdo como hoy, aunque sucedió en 1966 con mis 19 años.

También sucedieron otras cuestiones tan distintas, pero que ambas inolvidables como que en octubre tuve mi primer auto. Y muchos años después, ya entrado el siglo XX, fue votada la tan anhelada Ley de Medios, nada menos.

……………………………………………………………………………..

Es octubre y llueve. Y pienso en pies descalzos, en el pelo mojado de una mujer, en un árbol verdísimo para guarecernos.

Pero, claro, el poder de octubre nace el 17. Uno, dos, decenas de camiones con los muchachos que vienen de distintos sectores del Conurbano y que no los frena ni los puentes que se levantan. La gente que se sube a la carrera. Gente apasionada, esperanzada, ansiosa. Toda esa gente que va hacia la Plaza de Mayo para meter las patas en la fuente, como diría Leónidas Lamborghini.

Van a cambiar la historia los muchachos que son peronistas, como debe ser, si se es muchacho y se sueña un mundo más parejo. El mundo al que luego apuntara Kirchner, hasta morirse un 27 y quedarse en la historia como «Néstor». A los 60 murió y nos quedamos sin ver al menos 20 años que tanto exigían su presencia. Y no estuvo, no está.

Las muertes jóvenes. Un goleador no puede morir a los 25, y Mozart no tenía que morir a los 35.

Son émulos de Aquiles. Morir joven y con gloria. La muerte, demasiado intrusa, castigada por la eternidad que se les confiere a algunos hombres y mujeres.

Carmen Sevilla, por ejemplo, nació en octubre y va por los 92.

También Lula, que el jueves cumplió 77. Justamente lo recuerdo ahora: desde hoy, cambia la mano, la flecha de la calle del destino vuelve a ser como tenía que ser. ¿O mañana tendremos una tristeza que pocos octubres conocen?

Perfumo, Pelé, Diego. El fútbol es exagerado en octubre. Casi que se queda con todo.

Hoy cumpliría años Diego. Murió a los mismos años que Kirchner. Le tengo un poco de miedo al 2030. Y a octubre más todavía. Estemos atentos.

Me da por preguntarme si murieron o nacieron para siempre, algunos muertos. ¿O Néstor se cruzó en el camino de la bala destinada a su mujer?

¿O Diego juega el mundial en cada gambeta, allá en Qatar? ¿Y aparecerán las fotos con un hiyab, sentado en la tribuna, como si tal cosa? Ya ocurrió. En una foto se reía como Gardel. ¿Cómo se le escapó Gardel al mes de octubre?

Y Lula, el que está vivo, al que mataron de cárcel y de infamias, y revivió en el corazón de cien millones. Y hoy, a la noche, quizás nos ofrezca una pizca de ilusión que tanta falta hace.

Creer que algo es posible todavía. Que no se encorsetara de posibilismo, un traje tan feo.

Todavía es octubre, todavía soñamos.