Pensemos un ratito, pero en serio lo que se va a discutir hoy desde las cuatro de la tarde en el Senado. Un grupo de personas, representantes de las distintas provincias que componen el país va a discutir si las mujeres podemos o no decidir legalmente sobre nuestros propios cuerpos. Esas personas, con todo su rango institucional, pero personas al fin – con todas sus mochilas (creencias, experiencias personales, tejidos políticos) – van a definir si seguimos abortando en un baño con una percha, en una pieza de alguna casa de cualquier barrio que todas conocemos, en una clínica donde se pueda esconder el delito o, en el mejor de los casos, en casa con las pastillas que conseguimos como pudimos porque son carísimas, porque los médicos tienen que mentir para recetárnoslas y porque en las farmacias no las quieren vender sin un reproche. Eso es lo que se va a votar en las primeras horas de mañana en el Senado: si nos sentencian a seguir en la clandestinidad o si vamos a reducir a cero las muertes y complicaciones por abortos. Sí, a cero. Así es la estadística en los países donde la interrupción voluntaria del embarazo es legal y por eso es seguro. Acá, además, va a ser gratuito para garantizar que ese derecho sea equitativo. Por eso luchamos desde hace años, décadas.
En los últimos años, desde la primera discusión en la Cámara de Diputados, hemos escuchado barbaridades en los debates públicos. Algunas causan gracia: se escucharon cosas como continuar con los embarazos como se continúan los de las perras y luego se dan los cachorritos en adopción, también se propuso no discutir el proyecto de ley por la proximidad de la navidad, se escribieron poemas en nombre del feto y hasta le dieron un diploma de ingeniero. Podría sonar gracioso, pero en la tercera década del siglo veintiuno da un poco de vergüenza y mucha bronca.
Hoy vamos a estar en la calle con las compañeras del SiPreBA, un sindicato que nació en 2015 para luchar por los derechos de les trabajadores de prensa que la burocracia nunca defendió ni buscó ampliar. Y de eso se trata hoy también estar en la calle (como estuvimos desde nuestra fundación que coincidió con la fundación del Movimiento Ni Una Menos): se trata de defender nuestros derechos. ¡El derecho a decidir sobre nuestro cuerpo! En pleno siglo veintiuno da un poco de vergüenza y mucha bronca, la misma que sentimos cuando nos preguntan si tenemos hijes o si queremos tenerles cuando buscamos un laburo. A los varones no les preguntan eso. O no es una respuesta relevante. O es bueno que les tengan porque muestran arraigo o algo así. Mejor que las personas con capacidad de gestar no tengamos hijes, pero no vaya a ser que interrumpamos un embarazo. En la Argentina de hoy eso es un delito que les trabajadores de prensa nos rehusamos a cubrir como tal, pero que lleva a la muerte y a la cárcel a demasiadas personas. Y sí, da un poco de vergüenza estar discutiendo estas cosas y da también muchísima bronca.
Hoy vamos a estar en la calle con las compañeras del SiPreBA porque tenemos claro que para conquistar los derechos que nos faltan – licencias específicas por cuestiones de género, igual salario que nuestros colegas, igual estabilidad laboral – tenemos que conquistar plenamente el cuerpo. El cuerpo que ponemos en el laburo, el que ponemos en cada lucha, el que ponemos cuando marchamos, cuando garchamos y cuando bailamos. En las próximas horas un grupo de personas va a decidir qué hacemos con el cuerpo de cada una. Nosotras vamos a poner el nuestro en la calle, justo frente al Congreso, y aunque parezca ridículo tener que aclarar que nuestro cuerpo nos pertenece, vamos a lograr que sea ley.