Una mujer denunció en Rosario un hecho de mala praxis médica, que le dejó consecuencias con la que deberá vivir el resto de su vida. La psicóloga Dorcas Bressán, que se dedica a acompañar mujeres que sufren violencia, tenía una cirugía programada por rotura de ligamentos en la rodilla izquierda, pero le intervinieron la derecha. Relató todo el derrotero que atravesó y aseguró ser víctima de violencia médica e institucional.
El hecho sucedió hace poco más de un año y le dejó secuelas imborrables: dice que no podrá caminar más por playas o terrenos que no sean firmes, y tendrá que rehabilitarse de por vida. “Yo hacía ciclismo en alta montaña, me caí en el ripio y me corté los ligamentos. Iba a un sanatorio a hacer rehabilitación y no avanzaba, seguía teniendo mucho dolor. Entonces hice tres consultas con el doctor Sebastián Serrano, cuya matrícula es 16.662, que trabaja en el Hospital Privado de Rosario, y una resonancia magnética mostró que mi problema estaba en la rodilla izquierda”, relató a la Radio de la Universidad de Rosario (UNR).
El médico le indicó que requería cirugía artroscópica. “Me explicó cómo era y me hizo pedir en la obra social un tornillo interferencial que tiene 8 milímetros de ancho y 26 de largo y un botón para arreglar la rodilla. Convenimos día y hora, tengo la entrevista con la anestesista, concurro el día de la cirugía y llevo la resonancia. La operación se llevó a cabo en el Cedyca (Centro de Diagnóstico y Cirugía Ambulatoria). Aunque parezca paradójico, yo estaba feliz porque él me dijo que iba a salir con el inmovilizador y las muletas pero al poco tiempo iba a estar caminando”, continuó.
Mediaciones y discriminación
Al salir de la intervención, comenzó el calvario. “Salgo del quirófano, me llevan a la habitación ya despierta. El médico vino a explicarme lo que me había hecho, y señalaba la pierna derecha. Y yo le dije que estaba equivocado, que la lastimada era la izquierda».
«Me pidió permiso para correr la sábana, y ahí veo algo que me dejó en shock: el inmovilizador, una venda elástica y un drenaje en mi pierna sana”, contó. Ante este panorama, sostuvo, el enfermero huyó, y la mujer le reclamó al profesional qué le habían hecho. La respuesta, según dijo, fue “no sé”. Le pidió que se retirara, y no lo hizo. Cuando le dio el alta, le pidió disculpas y le dijo que quedaba a su disposición.
A partir de allí, estuvo en silla de ruedas durante 13 días. “Me tuvo que asistir mi familia porque no podía usar ninguna de las dos piernas. Serrano me vino a ver a mi casa y le insistí con la pregunta de qué había hecho. Y me dijo algo gravísimo: que la sociedad en su mayoría es diestra, entonces la mayoría de las afecciones que reciben son en la rodilla derecha. Ahí me di cuenta de que no me había escuchado. Para él no existe la minoría”, acotó.
Entonces, la psicóloga inició acciones judiciales: “Hubo dos mediaciones en las que ellos no se presentaron, ni él ni sus abogados. Yo sé que pueden no dar la cara, pero considero que hay una confluencia entre la práctica médica y la del derecho, que es un acto perverso. Rita Segato dice que la peor de las violencias es cuando yo condeno al otro a la inexistencia”.
Derechos de la mujer
En ese marco, ancló su reclamo en la ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres: “Sufrí discriminación y violencia. Yo estaba anestesiada y él decidió sin mi consentimiento ignorar deliberadamente mi rodilla enferma y operó la sana, en la que ahora tengo problemas. No puedo hacer un montón de cosas: sentadillas, ponerme en cuclillas, y afectó mi relación afectivo-erótica de mi vida íntima porque no puedo poner la pierna como era habitual ponerla en un montón de situaciones. Y además me duele”.
Y cerró: “Me afectó en mi integridad física, psicológica, sexual, económica y patrimonial”, ya que el año pasado, indicó que pasó por “distintos momentos depresivos como es propio del estrés postraumático, y había días que no podía trabajar porque no tenía ganas de levantarme. Eso afectó mis ingresos”.