“Caer en la escuela pública, universidades por todos lados, a la universidad no llegan los pobres, hacer una nueva campaña al desierto, los ministros de educación como gerentes de RRHH, disfrutar la incertidumbre. Cerrar el Ministerio de Educación. Universidad con mitad de matrícula extranjera. La secundaria, cementerio de jóvenes.”
Una de las más fuertes ideas que sostiene la educación pública argentina es la de construir lo común, con el otro que es diferente. Y eso ha sido un pilar fundamental que le ha conferido identidad y nos da orgullo, agranda nuestro argentino corazón. Identidad plural, aunque cualquier color partidario se la quiera apropiar.
Se la quiere apropiar y no lo logra, porque allí persiste un sostén más amplio y también subjetivo que configura cierta transversalidad. Y puede unir sentimientos, biografías familiares y celebraciones de quienes en cualquier otro plano, en la mesa familiar o entre conocidos se trenzan con la marketinera «grieta» de la adversidad y la pelea irreconciliable. La educación pública es patrimonio de toda la sociedad.
Lo que hay que decir, y de algún modo señalar como un límite, es que la educación pública no es un monumento, que parece ser para siempre. Fabi Cantilo en eso tiene razón «Nada es para siempre«. Un buen día puede no ser más. Aunque hay quien amenaza con borrarla del mapa, hay también entre sus aliados quien ha elegido trasvestir lo público. Y esto es un intento de cambio político en la derecha, aunque también semántico.
La crisis educativa
La primera etapa es de asfixia y con ella la introducción de cambios (observen la gestión educativa porteña en estos 15 años: con los 29 institutos de formación docente, con la escuela de capacitación docente CePA, que era de prestigio incluso en la región con independencia de cada gestión partidaria) y al unísono, ir consolidando un modelo nuevo de gerenciamiento eficaz. Por ahí viene la UNICABA: tiene casi nada de legitimidad pedagógica y poco vuelo. Le cambio el nombre y la llamo Universidad de la Ciudad.
Un cambio político: no se trata de eliminar al Estado, sino apropiarse de él para entenderlo y gestionarlo como mercado. Eso por un lado. Y por otro, la batalla cultural, la disputa semántica: relevar pública por gratuita.
Y en ese trastocamiento, estoy confiriendo nuevos sentidos en clave mercantil. Lo público ahora lo llamo gratuito, y de ese modo lo explico en términos del mercado Y cancelo la idea de lo público, que justamente se define por lo colectivo, por la construcción de lo común.
Prestemos más atención a este asunto: más que eliminarlo de movida logra apropiarse del Estado con «un modelo de gestión» que no es otro que la más pura mercantilización. Ojo, ya no se trata solo de la privatización.
Eso es parte (herencia noventista), pero como muy bien lo ha explicado Adriana Puiggrós se trata, además y centralmente, de hacer grandes negocios con la educación pública.
Tampoco son ideas propias. Hace rato que PISA es propiedad del monopolio más poderoso de educación privada en el mundo, que está concentrado en monopolizar las plataformas educativas del globo entero. Pearson no suele conocerse, pero ha liderado la conversión a PISA en única marca registrada de calidad, que se vende como lo más impoluto, deseable y neutral para un mundo y educación ideal. Aunque las habilidades que pondera las determina la OCDE, el padrenuestro del capitalismo mundial.
PISA es a los ministerios y las escuelas lo que la FIFA intenta ser ante las selecciones de fútbol de cada nación. PISA es para la evaluación una especie de religión. y por tanto creer en ella es hasta creerse que la evaluación resuelve por sí sola todos los problemas de la educación.
Han construido una noción antiestatal (aunque también reciben «subsidios» cuando adelgazan o fracasan las políticas de corte popular) que junto a la maquinaria mediática aprieta donde justamente ajusta el zapato de las democracias que no logran resolver problemas centrales de nuestra sociedad.
Y mientras late ese dolor, buscan asociar de modo absoluto democracia, Estado, corrupción con decadencia, colapso y perdición. Intentan sacralizar una noción antiestatal. Cuando la única manera de lograr una mejora y dignidad de las mayorías es con Estado, con más y mejor Estado. Y sino andá y hacé un city tour por Escandinavia, pero con todo aquello que no te quieren contar.
La educación pública hay que defenderla, incluso ampliarla y hacerla mucho mejor. ¡Esa es la mas honrada decisión!
*Gabriel Brener es especialista en gestión y conducción del sistema educativo. Docente y asesor en educación UBA/Universidad Nacional de Hurlingham (UnaHur)/ISP J.VG y UNRN Universidad Nacional de Río Negro. Ha sido preceptor, profesor y director de escuelas. Trabaja hace muchos años en docencia y formación docente. En especial en torno a la formación de equipos directivos.
* UBA/UnaHur