En una casa sin timbre de un barrio humilde de San Isidro, un grupo de docentes golpea las manos. Nadie responde y están a punto de irse, cuando sale el dueño de casa. Le cuentan que están ahí por su hija, para impulsarla a que retome la escuela secundaria. Pero ella ya no vive ahí: se mudó con su mamá a su provincia de origen. No muy lejos, una madre está aterrada. Tuvo coronavirus y la pasó tan mal, que no quiere saber nada con que su hijo vuelva al colegio. Prefiere desescolarizarlo a correr el riesgo de que se enferme y sufra como ella. En otro punto del mapa bonaerense, en San Vicente, un albañil sale a hacer changas con sus hijos: en los barrios privados de la zona hay mucha demanda para trabajos de construcción y en su casa hacen falta ingresos. La escuela, acá también, quedó de lado. Con estas postales se encuentran quienes salen a buscar, casa por casa, a aquellos que dejaron el colegio desde que irrumpió la pandemia. Situaciones complejas y diversas, atravesadas en su mayoría por un aspecto en común: las ganas de retomar los estudios. Y la necesidad de que el Estado golpee la puerta para darles el impulso.

A eso apunta el programa Volvé a la Escuela, lanzado oficialmente en octubre para recuperar y fortalecer el vínculo con la escuela pública de niñas, niños, jóvenes y adultos que lo hayan interrumpido de manera total o parcial. El programa implica la creación de un fondo –5000 millones de pesos en transferencia de recursos a las 24 provincias- para buscar a quienes dejaron de estudiar desde marzo de 2020.

«Un millón de chicos se han ido o desvinculado en forma intermitente» de la escolaridad durante la pandemia, afirmó el ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, a poco de asumir. De ese universo, “hubo una revinculación de alrededor de 400 mil chicos en el último mes y medio”, remarcó Germán Lodola, secretario de Evaluación e Información Educativa. El dato engloba realidades diversas. En la Provincia de Buenos Aires la revinculación había alcanzado al 57% hasta fines de octubre, mientras que Tucumán rondaba el 36% y Córdoba el 95%, según porcentajes remitidos por cada jurisdicción.

El funcionario destacó que se trata de un “retorno a la escuela en sentido amplio: con actividades de contraturno, clases los sábados, deportes, orquesta. No solo volver a estudiar, sino volver a la escuela como ámbito de encuentro”. Los pilares del programa tienen que ver con entregas de computadoras en el marco del relanzamiento de Conectar Igualdad, reparaciones de infraestructura, recursos a cooperadoras y búsquedas casa por casa: “Es una política socioeducativa, no solo educativa”, acotó. 

Sobran los motivos

“Los sábados la escuela se llena de pibes”, celebra Anastasia Florian, docente de Plástica en la Secundaria N° 2 de Presidente Perón y la 4 de San Vicente. Pero el proceso es difícil. “Entre los desvinculados había chicos que no entregaban trabajos porque no tenían conexión, otros tenían que salir a hacer changas porque sus familias se quedaron sin trabajo. Todavía siguen cayendo pibes a quienes no les había visto la cara. Hoy conocí a tres”, relata Anastasia, a escasas semanas de terminar el año.

“Se da mucho el caso de familias en las que varios trabajan en la construcción y los llevan a los pibes como peones de albañil”, describe. En este año y medio se topó también con “una cantidad impresionante de adolescentes embarazadas. Pibes y pibas que se fueron a vivir juntos en pandemia y decidieron ser padres y madres con 15-16 años”. Trabajar por el retorno escolar implica lidiar con múltiples realidades trastocadas por la pandemia.

“Los docentes que van a las casas se encuentran con distintos panoramas. A veces el estudiante está solo. O con algún familiar que no es madre o padre. O está viviendo otra persona allí porque la familia decidió volver a su provincia o país de origen. Algunos dejaron de estudiar porque tuvieron que salir a trabajar, sobre todo los más grandes. La revinculación ahí es más difícil”, plantea Ludmila Schoenle, articuladora del Programa de Intensificación de la Enseñanza en la Escuela 13 de San Isidro. Mediante talleres, acercamiento personalizado y trabajo en equipo entre docentes, la iniciativa “genera cierta flexibilización de la arquitectura escolar”.

Una nueva arquitectura

Esa flexibilización resulta clave en las aulas para el retorno a la presencialidad. Las postales cotidianas reflejan chicos y chicas que no se vinculan entre sí, no salen de su banco y del teléfono. «Hay muchas situaciones de tristeza, angustia, ataques de pánico, trastornos alimentarios –enumera Schoenle–. Tiene que ver con el estrés que les provoca lo social, que fue suspendido en un momento crucial de conformación de subjetividades. Las clases son tratar de romper ese círculo, no solo dar contenidos”.

“El proceso es complejo porque les chiques que vuelven piensan que están en desventaja con respecto a sus compañeres. Creen que les demás avanzaron mucho: cuando se dan cuenta de que no es así y que para elles hay un plan de contingencia, se tranquilizan”, opina Valentina Banylis, profesora de Literatura y miembro del Plan de Fortalecimiento y Revinculación en la Secundaria 2 de Guernica. A la falta de conectividad y la necesidad de salir a trabajar, la docente suma otro de los motivos por los que sus estudiantes interrumpieron las cursadas en pandemia: la pérdida de seres queridos. Volver es también recuperar a la escuela como espacio de contención.

Schoenle acota que durante la etapa de clases virtuales hubo una especie de ruptura en la progresividad de la autonomía de los chicos: «Se rompió el contrato pedagógico». El después de semejante sacudón implica volver a una escuela que no puede seguir siendo como era. “La arquitectura escolar que conocemos no contiene las diversidades de las trayectorias de vida de nuestros estudiantes. ¿Cómo abrazamos? ¿Cómo incluimos? Esas preguntas nos hacemos”.

La necesidad de habitar el colegio de otra manera

Delfina Rey es docente de Educación Artística y trabaja en revinculación de chicos y chicas de 1° a 4° grado en el Comercial N° 3 de San Isidro, en el marco del Programa para la Intensificación de la Enseñanza (+ATR) puesto en marcha por la Provincia de Buenos Aires. Para ella, una de las claves para que el proceso funcione es habitar la escuela de otra manera. No quedarse cuatro horas en el mismo banco en un aula, sino aprovechar las clases contraturno y los sábados para apropiarse del espacio escolar.

Como docente de arte, sus consignas suelen tener que ver con la búsqueda de texturas. Las y los alumnos deben salir a recorrer el establecimiento para encontrarlas. El trabajo en muchos casos se concentra en el patio, o con música de fondo. “Funciona el hecho de no ser demasiados –relata– y se proponen cosas desde la exploración, lo lúdico. Lo interesante es que tratamos de pensar cuál es la necesidad de los chicos que vienen. Si algo no funcionó en 2020, la idea no es ‘vamos a dar lo mismo’, un contenido pensado para otro contexto, sino adaptarse o pensar cómo dar esos contenidos de una manera significativa para ellos”.

Opinión

Vínculos, tiempos y rutinas

Por Perla Zelmanovich*

Psicoanalista e investigadora

Pensando en este tiempo de regreso a la escuela, ubico tres ejes ordenadores que están vinculados entre sí: la cuestión del tiempo, tomando nota del tiempo subjetivo que como siempre –pero ahora se visibiliza con mayor claridad– no va con los tiempos escolares, en este caso bajo una pretendida «recuperación». No se trata de recuperar, sino de ocupar el tiempo atendiendo a los cruces entre el tiempo subjetivo y el tiempo escolar, interferidos por el tiempo social que impuso la pandemia.

Atender estas lógicas temporales –el primer eje– que necesitan ir acoplándose requiere de lo que ubico como segundo eje: la rutina. Esta también requiere de ese acoplamiento temporal, y es un ordenador subjetivo que necesita ser acompañado. Para que la rutina se subjetivice, para que cada sujeto dé su consentimiento a la misma, requiere decantar como hábito. Es una de las tareas por conquistar, de la mano de ir ocupando el tiempo de trabajo en torno a ciertos tesoros culturales que puedan ser apreciados como tales. Alerto entonces sobre el empuje ahora a «recuperar» contenidos, como fue al inicio el empuje a «no perder» contenidos. Ambos atentan contra la emergencia del deseo por conocer las cosas del mundo.

Un tercer eje es el del lazo social entre pares, que necesita también pivotear en torno a nuevas conquistas del tiempo y de las rutinas, en torno a posibles temas-producciones de interés compartido. Y finalmente, resta advertir que en quienes se desvincularon –junto con las razones que surgen de las desigualdades materiales y tecnológicas– hay historias previas de lazos heridos con la escuela y los aprendizajes que resulta una oportunidad poder leer, reconocer y acompañar.

* Directora académica en Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas de Flacso Argentina.