Hoy se cumple el décimo aniversario de la sanción parlamentaria de la Ley de Matrimonio Igualitario en Argentina. Legislación que reconoció legalmente a las parejas gay-lésbicas pero que además tensionó los imaginarios socio-sexuales dominantes y modificó los regímenes de visualidad mediáticos.
Los medios de comunicación no fueron ajenos a los alcances de la ley y, confirmando el rol de “actores de reparto” respecto del Estado, pusieron en circulación novedosas representaciones en torno a la diferencia sexual. Acto seguido, el siempre recurrente stock de sentidos y estereotipos peyorativos para retratarla comenzó a ser desalojado de la superficie mediática. La Ley de Identidad de Género, supuso otro envión para la reconfiguración y democratización de las matrices de representación mediática, en este caso, en clave de reconocimiento de la identidad autopercibida.
El guiño estatal logró alterar un espacio siempre mezquino frente a lo sexualmente diverso. Las modificaciones se sucedieron en múltiples formatos y géneros televisivos, incluso llegaron al prime time y alcanzaron elevados niveles de audiencia. Los cuerpos disidentes se volvieron “multiacentuados”, pero con la particularidad de haber obturado aquellas viejas formas hegemónicas de nominarlos como cuerpos únicamente abyectos, amorales, desviados o promiscuos.
Las Marchas del Orgullo LGBT dejaron de ser una ocasión para visibilizarlas y despolitizarlas, y para burlarse cara a cara de sus asistentes; el género informativo comenzó a considerar como noticiable los primeros casamientos, la violencia y los crímenes de odio; la ficción televisiva incluyó en sus relatos historias eróticas – afectivas entre dos hombres o dos mujeres en roles protagónicos, que vivían más plenamente su identidad sexual y que también tenían su final feliz en el altar, entre otras narrativas. Paralelamente, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la Defensoría del Público colaboraron en el armado del nuevo escenario mediático inclusivo y (más) libre de discriminación.
La presencia de activistas y de famos@s en los estudios de TV para visibilizar la demanda del Matrimonio Igualitario o las coberturas del debate parlamentario con perspectiva de derechos, funcionaron a modo de pistas de lo que sobrevendría luego.
Los medios nuevamente hicieron las veces de mediadores destacados en la puesta en circulación de nuevas significaciones y llevaron la temática a un público más amplio. La heteronorma parecía estar puesta contra las cuerdas en el espacio público – mediático.
Sin embargo, el escaso tiempo transcurrido desde estos cambios frente a los más de cien años de sanciones materiales y simbólicas, exige estar atentos frente a posibles retrocesos. La Alianza Cambiemos que gobernó entre 2015 – 2019 y sus intentos de recriminalizar a la diversidad sexual, o el poder de presión que aun detentan los grupos anti derechos, son una muestra de ello.
Por eso es imprescindible que la problemática siga presente en la agenda pública – mediática; que el movimiento de la diversidad sexual persista en el uso táctico de la televisión; que el Estado promueva y financie la producción de programas que incluyan otros tópicos menos discretos y más transgresores de la hegemonía heterosexual; que este régimen de visualidad recién parido se consolide y se renueve constantemente; que los discursos en clave de derechos puestos en escena hasta el día de hoy sean solo un punto de partida y no queden como un momento memorable de hipervisibilidad inclusiva… porque la heteronorma, que parecía estar contra las cuerdas, sigue dando pelea y los medios de comunicación pueden colaborar en la madre de todas las batallas: aquella que se da constantemente en el terreno cultural.