El tiempo le dio la razón a los vecinos de Núñez. Desde hace años, los frentistas advierten que los cambios en el Código de Ordenamiento Urbano impuestos por el gobierno porteño que conduce Horacio Rodríguez Larreta, no solo transformará la fisonomía del barrio sino que perjudicará directamente a las propiedades porque la infraestructura de los servicios de la zona no acompañó a la virulenta construcción impulsada por la especulación inmobiliaria. Ahora, decenas de viviendas y fachadas presentan enormes grietas y corren serios riesgos de derrumbe.
Por si fuera poco, Tiempo pudo saber que los vecinos sienten que desde el gobierno de la Ciudad les echan la culpa a ellos de la problemática. En tanto, la legisladora opositora Claudia Neira presentó un proyecto de declaración en la Legislatura para dar cuenta de su “profunda preocupación por los impactos negativos resultantes del proceso de sobredensificación urbana en el barrio de Núñez-Comuna 13” y expresó que la peor situación se da en el polígono delimitado por las avenidas Libertador, Crisólogo Larralde, Grecia y Manuela Pedraza”.
Virginia hace más de 20 años que vive en Arribeños, entre Crisólogo Larralde y Núñez. La mujer prefiere que la llamen así aunque Virginia no es su verdadero nombre. Teme represalias de parte del gobierno porteño o de alguna persona vinculada a los proyectos inmobiliarios que se multiplican en la zona.
Una mañana del verano pasado, Virginia notó que la puerta de entrada de su vivienda no podía moverse: ni abrir, ni cerrar. Estaba trabada. Pensó que podía ser la humedad. “Después, ya no pudimos salir por la puerta de reja que da al patio y notamos que el piso se había hundido por un lado y levantado por el otro”, describe la mujer, quien dedujo que no podía tratarse de raíces porque no había ningún árbol cerca. Cualquier conjetura vinculada con el clima, estaba equivocada. Problemas similares comenzaron a registrarse en otras viviendas de la zona: a la librería de la vuelta cada tanto se le partían los blindex; o los marcos de las puertas y ventanas del kiosco o la casona, que aún sobrevive, se desencajaban.
Como en todo barrio, los vecinos de siempre se conocen por el nombre, a veces de vista o de encontrarse a diario en los negocios. Como sabuesos, comenzaron a investigar y sacar sus propias conclusiones: sobre Libertador, entre Juana Azurduy y Núñez, en 2017 fueron vendidas varias propiedades de la cuadra donde hoy están a punto de concluir dos enormes torres de más de 40 pisos. “Los trabajos comenzaron en la pandemia. Me quedó grabado que estuvieron un año sacando tierra. Eso me llamó la atención. Veía los camiones de tierra pasar. No era uno por día, eran decenas de camiones llenos”, precisó Virginia.
Los vecinos estipulan que las torres tendrán unos cinco subsuelos. “El problema no es la estructura hacia arriba, sino lo que fueron socavando hacia abajo y lo que ello implica. Ingenieros especializados nos contaron que esta zona de Núñez eran bañados que fueron ganados al río”, detalla la mujer, quien argumenta que por esta razón, a los pocos metros de cavar, las máquinas se encuentran con agua que al día de hoy siguen bombeando y tirando líquidos en la vía pública, tal como grafica la imagen que acompaña esta nota sacada esta semana en Juana Azurduy y Arribeños, donde una enorme manguera descarta constantemente el agua extraída de las napas en una alcantarilla.
Los expertos consultados por los damnificados coincidieron en señalar que las rajaduras de las casas y los movimientos del suelo se deben a que el lugar es arcilloso y se mantuvo siempre con cierta humedad, pero al “chupar” el agua de las napas la arcilla se seca y contrae. De hecho, el gobierno porteño colocó cartelería en varias calles y avenidas de la región donde da cuenta que por allí pasa el arroyo White, hoy entubado.
El colmo: los vecinos tienen la culpa
Los vecinos recibieron todo tipo de respuestas por parte de las autoridades. Desde que debían exponer la problemática de manera particular; hasta que lo hicieran de manera colectiva. Después, el requerimiento fue que lo planteen en diferentes oficinas. Y así fueron pasando los meses. Pero la situación puede ser trágica de un momento a otro. Hubo casos como el de una mujer que tuvo que volver de urgencia de sus vacaciones en febrero, porque el suelo de su vivienda “trabajó” tanto que descalzó un caño de gas y los vecinos denunciaron el episodio. Mientras el gobierno porteño resuelve ese expediente, les pidió a los frentistas que ante cualquier peligro inminente, se comuniquen con el 103.
“Cuando planteamos todo esto, nos piden que llevemos los informes, peritajes y demás. Pero no disponemos ni de tiempo ni de dinero para hacer todo eso”, se quejó Virginia, quien analizó: “No hay nada que demostrar, está todo a la vista. Que lo hagan ellos, que tienen que protegernos y un montón de profesionales a disposición”.
La situación más desoladora y angustiante para Virginia se dio hace unas semanas atrás, cuando empleados del gobierno porteño pasaron por su casa y dialogaron con su empleada doméstica: “Yo no estaba en casa, y la chica que me ayuda y es parte de la familia, le contó la problemática a estos supuestos empleados que se solidarizaban con lo que nos pasaba y se mostraban indignados. Antes de que se fueran le pidieron que firme un acta que dejaron”, describió. Al compartir el escrito en el grupo de WhatsApp de vecinos que crearon a partir de este problema, otros damnificados le indicaron que en realidad, la empleada había rubricado con su firma hacerse responsable de cualquier inconveniente que pudieran conllevar las grietas del frente de la casa. Este no fue el único caso.
Esta vecina entiende que para empezar a revertir la situación es clave “dejar de deprimir las napas”; pero sobre todo se mostró muy preocupada porque “notamos que desde el mercado inmobiliario ya están especulando con nuestra problemática. En el barrio hay fuertes rumores que las casas que se están quebrando están desvalorizándose. Entonces, es muy perverso todo, porque ellos mismos generan esto, y a la vez promueven que nuestras casas valgan menos que antes, para que ellos puedan comprarlas y seguir expandiendo sus negocios”, concluyó la mujer.
Mientras tanto, el gobierno porteño pareciera mirar para otro lado o, en el peor de los casos, promueve la especulación inmobiliaria aunque esto provoque graves riesgos para los habitantes de la zona.
Proyecto de Declaración
La legisladora Neira presentó un proyecto de Declaración en la Legislatura ya que a través de “diversos registros vecinales de público conocimiento, retratan los severos daños que sufren las propiedades de la zona: descalce de estructuras, grietas y rajaduras en muros y cerramientos, desprendimientos de mamposterías, hundimiento de solados y pavimentos, pérdidas en instalaciones de servicios domiciliarios e internas de las diferentes viviendas, fisuras en medianeras, incremento de daños por humedad, colapso de infraestructuras”, entre otros riesgos.
Neira subrayó que los “daños alarmantes” empezaron a detectarse “a partir de la construcción de algunas obras emblemáticas en la zona, cuya dimensión y escala resultan claramente disruptivas de su entorno adyacente. En especial las localizadas en Nuñez N° 1536/42/60/80 / Av. Libertador N° 7340/400 (Quantum Bellini Libertador) y Campos Salles N° 1565 /Av. del Libertador N° 7208 (Centro Empresarial Libertador)”.
“Resulta imperioso que el Poder Ejecutivo suspenda preventivamente las obras en curso y todo registro de obra nueva dentro del polígono, para realizar de modo urgente los estudios necesarios que identifiquen e interpreten, prevengan y recompongan, los efectos de corto, mediano y largo plazo que la norma urbana, proyectos, o emprendimientos públicos o privados, causan o puedan causar a los vecinos y vecinas del barrio (y su patrimonio)”, solicitó Neira.