Los superbarbijos Atom-Protect cuentan con tres capas de protección: antibacterial, antiviral y antihongos. Esencialmente, las telas son de algodón y poliéster, adicionadas con un polímero ambientalmente amigable que facilita la retención de agentes activos, basados en iones de plata y cobre (de reconocida eficiencia antimicrobiana). Pueden reutilizarse hasta 15 veces y son el resultado de meses de trabajo en conjunto de investigadores del Conicet, la Universidad Nacional de San Martín y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que se asociaron a Kovi SRL, una pyme textil de La Matanza que los fabrica. Pero la demanda es mucha, y una parte del convenio suscrito el año pasado por los científicos con la empresa bonaerense dice que una parte de esas telas especiales deben ser donadas a cooperativas y pequeños talleres textiles, para que produzcan y vendan barbijos a precios populares o directamente los donen.
Los derechos de comercialización, entonces, pertenecen a Kovi, pero un 10% de las telas que produce son donados a esos pequeños emprendimientos comunitarios. Uno de ellos es el Polo Textil del Frente Darío Santillán, que tiene talleres en distintos puntos del país, con el central ubicado en la estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en Avellaneda.
“Somos 60 trabajadores de la economía popular, que llevamos confeccionados 25 mil barbijos”, cuenta a Tiempo Carina López Monja, vocera del Frente Darío Santillán, que a su vez se encuadra dentro de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).
“La mitad de los barbijos que producimos son donados a distintas instituciones, como comedores comunitarios y clubes de barrio. La otra mitad los comercializamos a un precio de 150 pesos, para que las y los trabajadores puedan llevarse el sustento a la casa y que, al mismo tiempo, mucha gente pueda adquirir un elemento de protección en la pandemia a un precio accesible, a través del Mercado de Consumo Popular (ME.CO.PO)”, explica López Monja.
De esta forma, los superbarbijos del Conicet dan trabajo a 60 personas, que alternan en turnos con cuidados y protocolos correspondientes, y que complementan el trabajo productivo con el Salario Social Complementario.
“De esto sacamos dos grandes conclusiones: por un lado, la importancia de la ciencia argentina puesta a trabajar en conjunto con la economía popular y las pymes; por otra parte, que los barbijos de alta complejidad pueden ser adquiridos por vecinos de los barrios populares, que de otra forma no podrían tener acceso”, concluye la vocera.
Luego de seis meses de fabricación de los barbijos, por estos días finaliza el convenio de donación de telas, pero lo cierto es que la pandemia está lejos de formar parte del pasado, y el taller está listo para seguir con la producción.