No he pedido ni solicitaré cheques en blanco. Vengo, en cambio, a proponerles un sueño. Quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país serio. Pero además quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la Tierra, una nueva y gloriosa Nación. La nuestra. Viva la patria. Néstor Kirchner habló de sus sueños ese 25 de Mayo de 2003 cuando asumió como presidente de la Argentina.
Ya sabemos a la perfección todo lo bueno y lo malo que sucedió en estas casi dos décadas.
Hace pocas horas, trascurrimos por el Día Mundial del Sueño. Y no hay que quedarse dormidos. Hay muchos sueños que nos siguen embargando.
Por caso, ¿podemos soñar fervientemente que el acuerdo con el Fondo Monetario, que hace pocas horas aprobó el Congreso, sirva como para empezar algo bueno, una etapa de real crecimiento, sin ajustes ni condicionamientos?
¿Podemos soñar que los anuncios del presidente con respecto a las medidas para frenar el galope bestial de la inflación, puedan al menos apaciguarla, aliviarla, quitarnos de encima ese flagelo? ¿Y vencer de una buena vez a quienes forman los precios y no paran de tener gigantescas ganancias? ¿Por qué no soñar con directivas que vaya contra el sistema perverso que solo sueña con cargar poder y dinero con topadoras? ¿Podrá el gobierno salir al cruce de todo eso, finalmente?
¿Por qué, entonces, no soñamos que baje la pobreza? Probablemente, sea lo más importante que podemos soñar porque es un sueño que nos involucra a todos. Y que baje porque baja la inflación y todo sale un poco mejor, porque el gobierno se lanza a pelear donde hay que hacerlo, entre otros flancos, contra los camperos ricos, o ante los capangas industriales que siempre juegan en contra de lo que llamamos pueblo.
Soñemos, además, que Mauricio Macri pague al menos un día por el daño brutal que nos ha hecho. Y que al mismo tiempo, la derecha amengüe el éxito formidable del fascismo que representa y que parece incontrolable en la vida política, en la televisión, en donde uno ponga la mirada.
Es el sueño de que tengan que dar explicaciones los que generaron la deuda de la Argentina, esa cuestión que debió ser juzgada políticamente, y que no sucedió, ni probablemente suceda. Que se juzgue el desfalco, el robo que supera ampliamente el que comete cualquier delincuente de los que suelen ocupar las páginas de policiales. Son muchísimo más importantes las cantidades de lo que estafan esos señorones de lo que puedan robar todos los ladronzuelos juntos del país, en un año. Verdaderos delincuentes, los mandamases de esas corporaciones que son los que se quedan con el país.
El sueño siempre sería lograr que paguen por igual, ya que la delincuencia de las élites es cada día más insoportable y eso se notó muchísimo en la pandemia: aumentaron sus riquezas de manera exponencial, mientras que los pueblos se empobrecieron. Hacen valer el poder concentrado por encima de cualquier distribución equitativa, igualitaria de las utilidades.
Soñamos por supuesto, también, que Milagro Sala sea libre antes de que termine este gobierno.
De mismo modo que nos permitimos soñar con fruición que haya un verdadero cambio en la Justicia. Que la Corte Suprema al fin se deshaga de esos integrantes que no son otra cosa que los representantes de las corporaciones. Que los jueces no sean también la prolongación de la voluntad mediática de sancionar a quienes están frente a los intereses corporativos o de los del establishment.
El Día Mundial del Sueño también inspira a soñar que las guerras terminen de una buena vez, incluida la de Ucrania, que se selle la paz con Rusia y que el mundo sepa cuánto empujó Estados Unidos junto con su aliado, la Otan, para que sí se realizara la guerra. El sueño es el que no haya ninguna guerra más. Pero si las hay, que algunas no sean ignoradas porque el criminal es Estados Unidos, y otras sean consideradas, remarcadas, presentadas al mundo como realizadas por criminales solo porque se trata de los enemigos del imperio.
¿Podemos soñar cosas así? ¿Podemos soñar que el poder mafioso de los medios sea enfrentado de una buena vez?
Mi sueño como periodista es que se pueda acceder a un tipo de periodismo que se construya de forma democrática para controlar sus excesos, sus mentiras, sus desmedidos intereses. Que el periodismo sea estrictamente periodismo. Puedo discrepar muchas cosas con The New York Times y o con Le Figaro, pero hacen un tipo de periodismo que tiene otros relatos, en paralelo, tan determinantes como el de ellos. En cambio, aquí tenemos una concentración del relato que es como una pesadilla cotidiana, con ataques violentos a la humanidad de las personas, a su calidad de vida, a cada uno que de quienes confrontan con el poder, porque los destruyen, los aniquilan. Es algo que durante estos años, desde la Ley de Medios, nos ha provocado daños irreparables. Se llevan absolutamente todo por delante. Mi sueño es el de eliminar los excesos de esas corporaciones: no es posible seguir sobreviviendo a los representantes del periodismo que se presentan como independientes de los poderes y que, en realidad, son sus verdaderos lacayos.
Y, finalmente, mi sueño es que cuando termine este gobierno no se hayan roto las unidades políticas que le permitieron al pueblo sobrevivir en la elección pasada. La encrucijada es trascendente. Porque si retorna la derecha al gobierno de la Argentina, va a ser mucho más cruel –si se puede ser más cruel aun–, y mucho más decidido su accionar, incluso de lo que fue en los tiempos de Mauricio Macri.
Por eso sueño con que la dirigencia política toda entienda que su verdadera virtud sería superar estos momentos de crisis, de tensión, estos momentos tan complejos, y no regodearse en ellos.
En el Día del Sueño, ojalá el gobierno despierte. Ojalá podamos despertar todos. De una buena vez. «