La comunicación es imprescindible para el ser humano y de la intensidad y características de la misma, muchas veces va a depender el tipo y la calidad de las relaciones de los miembros de la comunidad en que se produce. Del mismo modo en que la irrupción del altoparlante (fines del siglo XIX), modificó y extendió la posibilidad de transmitir ideas de todo tipo, más de un siglo después, los mass-media han desarrollado esa capacidad de manera exponencial. Ya no se trata de amplificar un discurso para convencer a multitudes, sino de elaborar uno que, sea capaz de manipular la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible. Sin que tenga ninguna importancia la veracidad de lo transmitido, los medios hegemónicos del neoliberalismo (prensa canalla, al decir de Alicia Castro), producen minuto a minuto una cantidad de información falsa y maliciosa, como nunca antes se vio en la historia. Con inocultable culto a los 11 principios del ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, el diario La Nación continúa haciendo alarde de Poder y sobre todo de impunidad. No hay casi tema en el que no haya mentido e influenciado con sus “fakenews” a lo largo de décadas en numerosos sectores de la población. A la cabeza del soporte mediático del régimen actual, como también lo fueron de la dictadura genocida, no reconocen limite ético alguno. Así, el 1 de febrero pasado, un editorial de La Nación, pretendidamente anónimo como todos, sacudió al país con un mensaje tan elaborado como perverso.
Titulado “Niñas madres con mayúsculas”, abordó el aborto, los pañuelos verdes, el instinto maternal, la educación sexual “preventiva” y más. Sobre las niñas, a quienes se refirió como “madrazas”, les atribuyó “ovarios casi infantiles” (SIC). Clasificó los embarazos de niñas como: “embarazos deseados, causados por una violación, por ignorancia o estado de necesidad”. Si se tiene en cuenta que todo embarazo de una niña es producto de un delito gravísimo – abuso sexual gravemente ultrajante -, el catálogo pergeñado por La Nación, merece algunas reflexiones. Ninguna niña violada “desea” un embarazo. Tampoco es producto de la “ignorancia”, ni finalmente de un “estado de necesidad”. En los abusos sexuales en la infancia, el único deseo es el del perpetrador. Los “conocimientos” de las víctimas, no tienen ninguna relevancia y jamás hay un “estado de necesidad” de ser violada. La diferenciación de la violación de las restantes hipótesis del editorial, no debe llamar la atención, aunque sea imposible desconocer que, en todas, se produjo el citado gravísimo delito. Ello, por cuanto es tradición en el medio de comunicación que lo publicó, que no tenga importancia la realidad de lo transmitido. Fue así como, en dictadura, elaboraban los mensajes que difundían a la diezmada población, llamando enfrentamientos a los fusilamientos –por ejemplo-. Y, en democracia, disfrutando y ampliando el enriquecimiento obtenido en la época más trágica de nuestra historia reciente, enaltecen en los mismos espacios editoriales, las figuras de genocidas y denuestan la justicia que los encarcela. Se trata de una ideología común a los medios canallas, sostenida por impiadosos sicarios de la desinformación, que odian y desprecian a quienes consideran inferiores. Sostener como se dijo, que una niña puede ser violada por su “deseo de embarazarse”, o por “ignorancia” o por “estado de necesidad”, no es una distracción del anónimo y cobarde editor. Es una línea editorial de décadas, coherente y brutal. Y desde allí, con absoluto desprecio por la verdad y la justicia, han sido y siguen siendo parte del sector más poderoso, enriquecido y vil que tiene nuestra sociedad, el mismo que hoy lamentablemente, gobierna junto a ellos.
Los ovarios de las niñas violadas no son “casi infantiles” como dice La Nación, son parte de un cuerpito de niña al que, criminales despiadados, le arrancaron su infancia, aunque inescrupulosos editores, pretendan disfrazar o minimizar la tragedia.