Entre las sombrillas, la pelota de goma rebota con ruido seco cada vez que impacta contra la paleta de madera. De tanto en tanto, el padre tiene que ensayar una disculpa porque el revés descontrolado de su hijo mandó a parar la pequeña bola cerca de una señora que dormitaba al sol. Pegados a la orilla, donde la arena es más compacta y correr no agarrota los gemelos, un grupo de adolescentes tardíos juega un picado con una pelota demasiado picante para el pie desnudo y arcos improvisados con ojotas por palos. Más de una vez, el balón vuela de un chutazo y cae dentro de la prolija cancha de tejo que un grupo de jubilados delimitó con un piolín. Más allá, al lado de las carpas privadas, un musculoso de malla cortita y bronceado caribeño, trata de impresionar a la rubia de moda con un remate que no está ni cerca de pasar por encima de la red de la cancha de vóley. La escena podría situarse en cualquier balneario donde rompa sus olas el Mar Argentino: las vacaciones y los deportes en la playa se presentan como una combinación natural en cada verano.
Para la mayoría, se trata de una costumbre de cada temporada estival: junto al bolso de mate y la reposera, en el baúl del auto se carga la pelota, la paleta y el juego de tejo, que tendrán su momento de estrellato durante dos semanas (cuatro, para los más afortunados) y luego volverán al fondo del trastero, hasta que pase todo un año y el ciclo se repita. Sin embargo, lo que para tantos es un hobby de temporada, con reglas flexibles y campeonatos familiares, para una minoría es la vida entera. Son los que decidieron dejar de jugar deportes en la playa para pasar a competir en el deporte de playa.
Son muchas las disciplinas que pueden trasladarse directamente desde su superficie natural de juego hacia la arena, pero las que cuentan con una organización formal a nivel nacional e internacional se cuentan con los dedos de la mano: el fútbol, el vóley, el handball y el tenis, en su modalidad beach, están reconocidos y regidos por sus respectivas federaciones internacionales, cuentan con profesionales en la especialidad, circuitos mundiales, Copas del Mundo y un público propio. Otros deportes, como el rugby o el polo también tienen cierta popularidad en distintas partes del globo, pero no cuentan con un marco regulatorio oficial.
Por ser el único que forma parte de los Juegos Olímpicos (se incorporó al Programa en Atlanta 1996), el beach vóley es el deporte de playa más importante en el planeta y, por supuesto, también en Argentina. Con el sistema de selecciones que se formó con la creación del Enard, todo se profesionalizó mucho. Se retomó la participación que había quedado un poco perdida después del retiro de Conde y Baracetti, la dupla más importante de la historia, cuenta Julián Azaad a Tiempo.
Nacido en la localidad entrerriana de Cerrito -donde no hay playa- Azaad hizo el mismo camino que la mayoría de los jugadores del beach vóley: comenzó en la modalidad tradicional y luego se pasó a la playa. En su caso, tuvo la fortuna de que en el Polideportivo Municipal de su pueblo hubiera una cancha de arena, que llamó su atención a los 12 años. Sin embargo, no cree que esa sea motivación suficiente para la mayoría: En el país hay un muy buen nivel de vóley amateur, pero muchas veces eso no se traslada al beach, porque se lo toma más como un divertimento que como un deporte: la gente en la playa juega como si estuviera en una cancha normal, no se respeta el reglamento de esta especialidad.
Con el fútbol pasa lo mismo. Creado formalmente en Brasil en 1992, la modalidad playera del deporte más importante del planeta creció de modo exponencial en todo el mundo, hasta que en 2005 fue reconocido por la FIFA. Sin embargo, en el país, a pesar del fanatismo que existe por la pelota, no termina de cuajar: si bien la Selección tuvo buenos resultados en los últimos años (en 2013 fue campeón Sudamericano), no existe una liga local y sólo hay algunos equipos desperdigados por el país, que compiten en torneos organizados a pulmón por un grupo de entusiastas.
De los equipos de Primera, sólo Rosario Central tiene un equipo que juega en la arena: el mes pasado viajó a Brasil a disputar la Copa Libertadores y fue subcampeón. Si algunos clubes importantes, como Boca o River, se animaran a invertir un poco de plata y armaran sus planteles de playa, el deporte crecería mucho. En un país tan futbolero como éste, cualquier modalidad debería funcionar, analiza en diálogo con Tiempo Luciano Franceschini, quien hizo Inferiores en Argentinos, San Lorenzo y Huracán y llegó al beach soccer en 2006 invitado por un amigo: lo probaron unas semanas para ver cómo se adaptaba y pasó a formar parte del plantel de la Selección.
Desde que es reconocido oficialmente por la FIFA, el combinado nacional depende directamente de la AFA, que construyó dos canchas en el predio de Ezeiza, donde los futbolistas se entrenan tres veces por semana durante todo el año, salvo cuando se acerca alguna competencia, que las prácticas son de lunes a viernes. Cuando te dan comodidades e infraestructura, los resultados se ven. Pero acá no está la cultura de jugar en la arena: la última vez que fui a la Costa con mis amigos, armamos un picado y vinieron del balneario a decirnos que ahí no se podía jugar. En Río, la cuna del beach soccer, vas a la playa y hay una cancha al lado de otra, explica Franceschini, que dejó de jugar el año pasado.
El país vecino, como en todos los deportes de playa, es el modelo a seguir. Según el ex jugador hay una cuestión climática que es condicionante: Allá no tienen invierno. La gente sale de la oficina y se puede ir a jugar un picado en cualquier momento del año. Acá, sólo hay dos meses de playa. Y es imposible sostener el interés en un deporte que sólo podés practicar durante ese tiempo.
Así como en el vóley y el fútbol, la mayoría pasa a la playa después de jugar las versiones tradicionales de ambas disciplinas, en el beach tenis se da una situación particular: los jugadores no suelen llegar después de probar suerte en la ATP, sino que pasan a la arena desde el paddel. Es que, en realidad, la modalidad playera del Deporte Blanco tiene poco que ver con su disciplina madre.
A pesar de que comenzó como un desdoble del tenis tradicional, con el correr de los años la modalidad playera adquirió sus propias reglas: la raqueta se cambió por una paleta parecida a la de paddel, las pelotas tienen el 50% de la presión y la red es mucho más alta (1,70 metros contra 0,90). Organizado por la Federación Internacional de Tenis, el circuito mundial está en crecimiento y alberga torneos que reparten hasta 80 mil euros en premios. En el país es un deporte muy reducido, apenas hay poco más de 100 jugadores. Antes había un circuito nacional, que desapareció y se está intentando reflotar, cuenta Diego García, quien hasta el año pasado fue el Coordinador Nacional de Beach Tenis y estuvo a cargo de organizar eventos promocionales en toda la Costa.
Todas estas disciplinas, junto a algunos deportes de agua como el surf, la natación y el esquí náutico, forman parte del programa de los Juegos Suramericanos de Playa, un evento organizado por la ODESUR que comenzó en 2009 en Punta del Este, lleva tres ediciones y debería disputar la cuarta en diciembre de este año, aunque aún no tiene sede definida. Mar del Plata era una de las candidatas, pero ya bajó su postulación. Tiene sentido: en esa época del año, la playa es propiedad de los que juegan deportes en la playa.
El fútbol sueña con el Mundial
Argentina está en busca de su lugar en el Mundial de fútbol de playa que se disputará en Bahamas entre el 27 de abril y el 7 de mayo de este año. El combinado nacional se encuentra en Paraguay disputando las Eliminatorias y ayer, al cierre de esta edición, se enfrentaba con el máximo favorito Brasil para acceder a un lugar en la final del certamen. Si ganaba el equipo argentino, clasificaba a la Copa del Mundo, pero en caso de perder, los dirigidos por Francisco Petrasso deberán jugarse su chance hoy a las 19.30 contra el perdedor de la otra semifinal, que disputaban las selecciones de Paraguay y Ecuador.
El tejo tiene su torneo a nivel nacional
Uno de los deportes más tradicionales de las playas argentinas es el tejo, una disciplina que fue creada en Mar del Plata durante la década del 70 y que tiene su Asociación Argentina, encargada de organizar el Campeonato Nacional (el año pasado, el campeón fue el club El Campito de Junín). Sin embargo, en distintas partes del mundo también existen otros juegos que llevan el mismo nombre, pero son completamente distintos: en Colombia, por ejemplo, el tejo es el Deporte Nacional, aunque la versión cafetera consiste en arrojar una bocha para que haga explotar una bolsa con pólvora ubicada en el otro extremo de la cancha.