En un contexto complicado, reabrió Tecnópolis. En versión pandemia. Eso significa: poca gente, especial énfasis en los protocolos y los cuidados, apertura de sólo cuatro sectores, con límite en el número de personas, y desbarrancar la imagen clásica de la población en masa deambulando por el predio de Villa Martelli.
“Atardeceres en Tecnópolis: Reencuentros Cuidados” es el lema de esta edición veraniega que se desarrolla los jueves, viernes, sábados y domingos hasta el 16 de febrero, al menos por ahora. Tan determinante es el escenario sanitario que el horario original debió adelantarse una hora este fin de semana, tras los anuncios nacionales. Ahora se lo puede visitar de las 17 a las 21. “La idea era centrarnos en los cuidados, por eso no se proponen recorridos, la gente llega a ver una atracción y luego se va, todo al aire libre”, enfatizan desde la organización. Para ingresar, se debe sacar la entrada por el sitio web de Tecnópolis, una para cada sector. Los cuatro tienen sus propios ingresos: la Tierra de Dinos, Expresiones Urbanas–Skatepark, el Arco, y otro de Cine y música en vivo.
En la entrada por General Paz, a las míticas figuras del dinosaurio, el avión y el San Martín de Zamba, se les agregaron gigantografías de Maradona, sacadas del archivo de Télam. El público observa los espectáculos en un silencio mayoritario, en sus reposeras de plástico–burbujas. El mate domina. “Cuando entré me emocioné, fue reencontrarme con algo, adaptado a estos tiempos de tantos cuidados”, comenta María Angélica, que vino con su hija Amanda desde Mataderos para ver al Dúo Karma. La niña arrancó primer grado en pandemia: “Fue muy estresante tener que enseñar a leer, sumar, restar, mientras estás cargada de trabajo. Venir acá un ratito es también respirar un poco”, dice su madre, mientras por los altoparlantes una voz ofrece, entre canción y canción, indicaciones para “disfrutar sin dejar de cuidarnos”. El barbijo es obligatorio. Las sillas están colocadas a más de dos metros. Y deben seguir flechas en el piso para circular.
La política también es simbología. Y Tecnópolis está en el top ten de los íconos de la última década. El auge como el parque de la Ciencia y el Arte más grande de la región en el cristinismo, la decadencia (y abandono) durante el macrismo, y la solidaridad al ser usado como Centro de Aislamiento en el segundo semestre de 2020. Hoy, ese faro de la divulgación científica también parece perseguir la concientización en el público. Si alguien no lleva puesto el barbijo, se le señala la falta. Lo mismo cuando no se cumple la distancia social.
“La cultura es reparadora. Tenemos la oportunidad de demostrar desde Tecnópolis que los visitantes, artistas, periodistas y quienes tenemos una responsabilidad, asumimos el cuidado del otro, haciendo esto es posible”, remarcó la directora del Parque, María Rosenfeldt. Esta edición contará con shows como los de Zamba y Nina, La Linterna Mágica, el Chango Spasiuk, La Chicana, La Delio Valdez, películas de cine nacional al aire libre, Darío Sztajnsrajber, y talleres para jóvenes, desde hip hop y arte callejero hasta grafitti y beatbox. “Vine para aprovechar la pista, y porque no sé cuánto tiempo más va a estar, la cosa está complicada, todos queremos salir todo el tiempo, y no nos cuidamos, es la verdad”, se despacha Lautaro (17) desde el Skatepark.
Joaquín, de 3, es fanático de los dinosaurios. “Está enloquecido. Es la primera vez que venimos y le encantó. Sobre todo el taller (de paleontología), salió aprendiendo”, sonríe Enrique, su padre. El dino favorito de Joaquín: el triceratops. “El T–Rex no”, aclara, como sabiéndose parte de la contrahegemonía. En la entrada, un clown trovador arranca a cantar Desconfío con su melancolía a cuestas: “No sé por qué, imaginé, que estábamos unidos, y me sentí mejor”. Entonces se le suma un niño. Improvisan una letra que habla sobre dinosaurios y juegos. Porque sí, es cierto, estos tiempos son un bajón, pero también debe haber un espacio para disfrutar. Con cuidado.
El taller de paleoarte, furor entre los más pequeños
Ubicado en medio de la Tierra de los Dinos, sobresale el Taller de Paleoarte, cuyos asientos (distanciados por protocolos) siempre están llenos. La idea la lleva adelante Santiago Revil, desde Conicet Documental. «Buscamos que los chicos armen cráneos de dinosaurios con piezas de cartón», relata a Tiempo. Y acota: «Mientras, aprovechamos a charlar y aprender, como por ejemplo si era carnívoro o hervíboro, y qué significa eso. Además, como es un cráneo de Giganotosaurus, cuando lo terminan salimos a ver el Giganotosaurus que se mueve afuera, y vemos que vivió en nuestras tierras, y no muchos saben que era igual o más grande que el Tiranosaurio Rex. Tenemos un patrimonio fosilífero enorme, pero no lo sabemos porque nos llega todo empaquetado de afuera».