En una semana en la que se sucedieron una serie de eventos muy preocupantes para la ciencia pública argentina, tuvo lugar también un hecho bizarro y burdo, que se enmarca en un clima de ataques y hostigamiento hacia el sector y que me tiene a mí, Ariadna (no Adriana, por favor, querido lector), como protagonista involuntaria.
Por tal razón, decidí escribir estas líneas en primera persona, usando la afrenta odiosa como insumo, transformando el asco en voluntad de pensar.
Todo comenzó cuando, por casualidad me llegó el link de un video en Youtube titulado «Científicos» protestan contra Milei porque ganan poco (GANAN MÁS DE UN MILLÓN) en el que aparecía mi imagen en primer plano, con una leyenda que rezaba “No nos alcanza” (frase que, además, en ningún momento profiero).
El video protagonizado por el influencer libertario, Pablo Martínez, conocido como Tipito Enojado, está plagado de mentiras, falacias, violencia verbal, misoginia y oscurantismo, dejando expuesta su impunidad para hacer el ridículo en público. En suma, si no viviéramos en la era de la posverdad, en la que se utilizan antojadizamente términos como “basado” (para ponderar a los propios en cualquier escenario posible) o “domado” (para referirse a los rivales, ante cualquier secuencia alternativa), en este caso, a nadie le quedarían dudas de que al Tipito le salió el tiro por la culata.
El Tipito Enojado y las pasiones tristes
Lo que hace el youtuber es usar un video de una agitación militante en el subte, que realicé junto a otra compañera, a favor de la ciencia pública y la universidad pública. El Tipito toma solo mi presentación formal en la intervención, en la que recalco que soy investigadora de CONICET, del área de Ciencias Sociales. Luego busca exhibirme en un rol de víctima, “llorando” (sic) por mi magro salario, con la mera finalidad -malograda- de ridiculizarme ante su audiencia.
Y omite deliberadamente mostrar el fragmento en el que hablo de lo importante: mi denuncia respecto del plan de vaciamiento y desfinanciamiento que atraviesa el sector, el despido arbitrario de personal administrativo, el recorte de becas doctorales, el freno en la adjudicación de proyectos (algo que afecta a todas las áreas, especialmente a las que requieren insumos más caros como las ciencias aplicadas, concebidas por ellos como “útiles”).
Luego, el desagradable personaje realiza un violento doxeo, exhibiendo mis datos personales y académicos.
Cabe mencionar que, en este tipo de streaming confluyen, de un lado, un presentador, que busca potenciar las pasiones tristes -al decir de François Dubet, siguiendo a Spinoza- como la ira, el enojo, la cólera- de sus seguidores, las cuales traccionan identidades políticas y son condensadas contra destinatarios específicos (entre los cuales nos encontramos los trabajadores públicos, quienes presuntamente parasitamos el Estado y vivimos de los impuestos de aquellos). Y, del otro lado, mucha gente, atravesada por esas emociones tristes, ávida de encontrar información que confirme sus creencias previas, rechazando todo tipo de evidencia que le produzca disonancia cognitiva o afectiva.
Sin embargo, en este caso en particular, lo más factible es que el despliegue de información concerniente a mi producción académica haya causado cierta decepción inicial del público, expectante de encontrar títulos escandalosos, bizarros, caricaturescos o escatológicos para el regodeo instantáneo y el consiguiente cyberbullying de los matoncitos digitales.
Pero eso no resultó del modo esperado: lo único que se ve en el vídeo es a un tipo que exuda una ignorancia supina respecto del tema, mostrándole a su público que hay una politóloga que se la ha pasado estudiando por años cuestiones centrales de la Ciencia Política (como la reforma política, las coaliciones electorales y las primarias abiertas y simultáneas). Así, la naturaleza «técnica» de los títulos de mis artículos -aun siendo leídos con un exasperante tono de sarcasmo- impedían el gaste o lo tornaban completamente ineficaz como recurso con potencial azuzador.
La pauperización del salario
Pese a ello, el Tipito somete al escrutinio público la calidad y relevancia de mis publicaciones, y propone a sus seguidores comparar sus salarios con los que figuran en la plantilla de UPCN, mediante la vil maniobra de oponer trabajador contra trabajador.
Así desata una catarata de comentarios de usuarios arremetiendo contra una investigadora con 20 años de trayectoria que gana un poco más que la canasta básica familiar. De este modo, en el hilo, podían leerse cientos de comentarios del tipo: “yo gano 600 mil pesos” “yo no llego al medio palo” “yo gano 350 mil pesos y no me quejo”. A confesión de parte, relevo de pruebas: los trabajadores están cada vez más pauperizados, en consonancia con el último informe de la EPH del Indec.
En este contexto, lejos de denunciar los verdaderos privilegios económicos, que el gobierno de Milei no ha hecho más que profundizar, el discurso falsamente plebeyo del “Tipito” servil al gobierno apunta, una vez más, a que estos trabajadores pauperizados se comparen con otros congéneres, desde una lógica de nivelar los sueldos hacia abajo y, justamente, “no quejarse”. En definitiva, en nombre de la libertad han logrado instituir una esclavitud consentida, reafirmando la subordinación sistémica.
Las investigaciones que no le gustan al Tipito Enojado
Pero, pasando al contenido de las investigaciones que el “Tipito” cuestiona, muchos de nosotros hemos destinado grandes esfuerzos a explicar al público lego y bienintencionado que la relevancia de la producción académica no puede determinarse meramente por los títulos de las publicaciones y a recalcar la importancia del estudio de temáticas a simple vista polémicas, como la teoría queer sobre representaciones de género. Pese a todo esto, los libertarios hicieron oídos sordos a todas las explicaciones brindadas y su inexorable caballito de batalla siguió siendo el mismo: ciencias sociales = ano de Batman = gasto inmoralmente inaceptable en un país con tantos niños pobres. He ahí el alfa y el omega de todo el corpus argumental anti CONICET del gobierno actual.
En este caso, al tornarse cada vez más ostensible que no podía apelar a esos recursos fáciles y chabacanos para atacarme, el Tipito se agarra de errores de tipeo en los títulos de mis artículos, publicados en el repositorio de CONICET, para proferirme insultos mirando a cámara. Al margen de si, como ‘acusa’ el Youtuber cometí errores de tipeo al cargar los títulos de mis artículos en la plataforma digital -que aparecen correctamente escritos en las publicaciones efectivas- se trata de una cuestión bastante secundaria si lo que está en debate es evaluar la importancia de la investigación en ciencias sociales.
En ese sentido, el Tipito insiste en plantear la falsa dicotomía entre “investigaciones relevantes” e “irrelevantes” reflotando la divisoria entre «disciplinas científicas» y “no científicas”, que es anacrónica y ha sido superada hace más de un siglo a escala planetaria.
En efecto, no sólo que existe investigación en las Ciencias Sociales en todos los países que cuentan con un sistema científico medianamente desarrollado, sino que, además, en esta área de investigación, el CONICET se ubica 7° en el mundo y 1° en América Latina y en Iberoamérica, según el ranking SCImago.
A esto se agrega que, paradójicamente, este video en el que se intenta desacreditar a mi disciplina, la Ciencia Política, frente a la Medicina o la Agronomía (consideradas como “útiles”) se grabó pocas horas después de la celebración de una cena convocada por la fundación Faro, liderada por mi colega politólogo, Agustín Laje, ideólogo del gobierno libertario.
Lo más insostenible de toda esta coincidencia temporal es que, en la mencionada cena, el cubierto salía 25.000U$s, o sea, digamos, lo mismo que gana un/a investigador/a independiente en dos años. Pero eso no horrorizó, enojó, encolerizó (ni siquiera sonrojó) a ninguno de los agitadores del “igualitarismo salarial”.
Utilidad instrumental
Con respecto a la “utilidad instrumental” como criterio de clasificación y jerarquización de disciplinas, el azar quiso que pocas horas más tarde del instante en el que el Tipito se indignaba porque alguien osara estudiar en profundidad los efectos de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), el vocero Manuel Adorni anunciaba públicamente el envío del proyecto para la eliminación de las PASO.
Es decir, la cuestión que yo vengo abordando a partir del análisis sistemático de datos empíricos pasó a encabezar la agenda política nacional, lo que dejó flaqueando la pata desprestigiante de la ilación argumental del influencer, echando por tierra la idea de inutilidad de la temática investigada.
Efectivamente, a partir de mis investigaciones -que a juicio de los seguidores libertarios son una execrable basura- a lo largo de los últimos años, se ha logrado acumular suficiente evidencia regional sobre la implementación de primarias abiertas y simultáneas que ha mostrado múltiples inconvenientes en el caso argentino (excediendo, desde ya, los argumentos presupuestarios y fiscalistas expuestos por Adorni).
Pese a ello, el continuo debate acerca de la conveniencia o no de las PASO y su posible suspensión o derogación, ha estado atado a las motivaciones oportunistas de sucesivos actores políticos que buscaban preservar cuotas de poder, obviando convenientemente la consideración de aquella evidencia.
PASO a PASO
En suma, el hecho de que la discusión sobre la vigencia del régimen de PASO tenga vital importancia en el día de hoy denota a las claras, que la temática dista mucho de ser irrelevante. Sin embargo, a la hora de analizar a las PASO y sus consecuencias, ha prevalecido la puja de intereses políticos por sobre el debate basado en la evidencia empírica respecto de los efectos tangibles de esta normativa electoral. Algo que sigue sucediendo, ya que -spoileando las conclusiones de un paper que se encuentra en evaluación de pares (instancia ineludible para quienes hacemos investigación de verdad)- las PASO facilitaron la llegada de Milei al poder.
Este episodio reúne una conjunción de paradojas, por un lado, el estudio sobre las PASO posee relevancia pública y utilidad social; y por otro, la evidencia que exhiben mis trabajos como investigadora sobre los efectos de las PASO no fueron parte del debate político nacional (lo cual hablaría mal de la política argentina y no de su sistema científico). Pero, ¡ojo! esto no lleva a concluir que mi línea de investigación es relevante vis a vis la de otros congéneres de nuestra gran área, sino todo lo contrario: permite desarticular el ya endeble constructo argumental libertario, exhibiendo su rusticidad a la hora de valorizar el producto del trabajo de quienes formamos parte del sistema científico-tecnológico público argentino, al que estigmatiza, desconociéndolo cabalmente.
En síntesis, el gobierno ‘libertario’ construyó una narrativa que tiene como uno de sus pilares nodales la presunta conexión causal entre el desmantelamiento de organismos estatales (entre los cuales se encuentra el CONICET) y el bienestar esperado por sus seguidores, a cambio del cual aceptan el sacrificio presente sin quejarse. A la vez, la guardia pretoriana digital garantiza que esa narrativa se propague, mientras se lleva a cabo una transferencia fenomenal de ingresos de los sectores populares -aun de los que aplauden como focas a los Tipitos de la vida- a los sectores más concentrados de la economía.
Por todo esto, tenemos que concluir que hay que seguir militando enérgicamente la ciencia pública, en general, y las ciencias sociales y humanidades, en particular. Sin la investigación sistemática y rigurosa en nuestra área, el único insumo informacional del que se podrán valer los individuos que cobran sueldos de hambre y no se quejan, serán los streamings con este pasmoso nivel explicativo, que promueven el canibalismo entre oprimidos, sustituyendo las explicaciones complejas y fundamentadas, basadas en la evidencia empírica, sobre una realidad cruzada por antagonismos irreconciliables en el marco de una sociedad estructuralmente desigual.
*La autora agradece el respaldo de la Asamblea Interbarrial de Parque Saavedra y de ATE CONICET Capital.